jueves, 16 de junio de 2011

Odiosas comparaciones

Fue uno de esos encuentros totalmente fortuitos. Dentro de esta categoría solo existen dos clasificaciones posibles: los que te alegran y los que no. Este era de los segundos, en una escala de entusiasmo que todos podáis entender hubiese preferido que el tranvía me atropellase lentamente antes que encontrármela a ella. El caso es que yo estaba en la Fnac, canturreando algo mientras miraba un libro muy caro con un titulo tentador “la simbología en la pintura” y soñaba despierta pensando lo bien que estaría poder comprarlo cuando apareció ella. Apareció de la nada, sin avisar, sin anestesia, a traición. Toda sonrisas y frases cariñosas. Ella, que mientras fuimos compañeras de clase no se había dignado ni a escupirme a la cara. Ella, que me era totalmente indiferente. Decir que me sorprendió aquella reacción tan amistosa sería casi un eufemismo, pero como no hay una manera mejor de describirlo sin usar palabrotas dejaremos mi reacción en sorpresa. Elegancia ante todo.


-¡Hola Conchi!


Odio que me llamen Conchi, o Conchita. Mis padres no me pusieron este nombre para empeorarlo aún más. Sonrio, una de esas sonrisas con demasiados dientes que en realidad significa que esperas que el infierno se abra y te trague. De inmediato me doy cuenta que esto no se va a limitar a un saludo formal con su correspondiente “me he alegrado mucho de verte” y su mutis. No tendré tanta suerte, se ve a la legua que quiere charla. Sonríe acarameladamente y después de soltar la ristra de formalidades habituales en estos casos dispara sus autenticas intenciones a bocajarro.


-Oye, me he enterado de lo tu libro. ¿Qué bien, no?¿Como lo llevas?


Nueva sonrisa forzada, mismo deseo de que me caiga encima un piano. No me pregunto como sabe eso, forma parte de ese tipo de personas que siempre está al tanto de todo sobre todo el mundo. No quiero hablar del tema hasta que sea cosa hecha porque sería vender la piel del oso de antemano y con ella eso podría tener como consecuencia futuros terceros grados. No, antes que me viviseccionen con una cuchara de plástico. Hay que cambiar el tercio de la conversación, necesito pensar algo. Rebusco en mi cerebro y hago la peor pregunta del mundo.


-Bien, bien. Ya sabes muchas horas delante del ordenador. ¿Cómo van tus escritos?


Imposible seguir la narración sin soltar un taco: Soy gilipollas. Me mira ofendida y me doy cuenta dos segundos demasiado tarde de que acabo de meter la pata. Ella interpreta que yo desde el podio de mi éxito literario (lo que ella interpreta como éxito literario, porque a día de hoy ambas estamos empatadas a cero en el marcador de libros publicados) estoy tratando de humillarla al preguntarle por su eterna novela. En realidad intentaba escaquearme de una pregunta, tratando de no meter la pata acabo de cubrirme de gloria. Brillante estrategia.


-Acabé hace unos meses-Me contesta en un tono totalmente gélido- Ahora la estoy revisando, pero creo que la voy a traducir para mandarla al extranjero, o igual la sacó directamente en digital. Es una literatura que no está hecha para el gran público. No es para todo el mundo, como la tuya.


Ya estamos con los concursos de quien mea más lejos. Asiento con diplomacia, le deseo suerte y calculo la distancia que hay hasta las escaleras mecánicas. Igual si doy la espantada puedo huir antes de que se recupere de la sorpresa. Imposible, tuve que aguantar media hora eterna sobre las injusticias del mundo editorial y lo incompetente (o ruin) que es esta industria. La amarga lucha del artista contra el sistema opresor y mercantilista. Que me vas a contar


-Tú has sido más lista. Has escrito lo primero que te ha venido a la cabeza y te ha salido bien.


-Si, soy un genio del marketing-Contesto sin entusiasmo


¿Colará si la mato y alego defensa propia? Como no estoy segura, me despido y me largo. Ya no quiero comprar libros, ahora prefiero averiguar cuantas frases soeces puedo construir sin repetir adjetivos. Os aseguro que muchas


Nunca he estado dispuesta a entrar en juegos de roces y envidias, de celos infundados y todo lo que acarrean. No me creo en condiciones de mirar por encima del hombro a nadie y menos a raíz de lo que cada cual pueda considerar como “literatura digna” o aun peor “arte”. Si quiere jugar a la artista maltratada me parece perfecto, toda actitud es respetable, pero que me deje al margen. Hay mucha otra gente mejor dispuesta a entrar en estos eternos debates, que por otra parte son como vaciar el mar con un cubito; entretienen hasta que te das cuenta de que no vas a ninguna parte.


Tal vez mañana una editorial decida hacer justicia cósmica y publique su obra, entonces podrá volver a mirarme desde la cumbre de su excelencia y yo me quedaré exactamente donde estoy. Ambas seremos más felices, se restablecerá el orden del universo. Ella luchando duramente con las arduas metas de la “alta literatura” y yo en mi casa echándole horas al ordenador sin más pretensión que acabar mis historias y tener la inmensa suerte de haya quien las lea. Que perduren o no. Que sean éxitos o fracasos. Eso ya escapa de mis manos. Solo espero que no llegue el día en que necesite compararme con nadie para sentirme “artista”. Si llega, por mi propio bien, matadme.

lunes, 13 de junio de 2011

Señores de godos

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Ponerte a escribir tu primera novela nunca es fácil. Pero para decidir que vas a escribir tu primera novela, que va a ser una novela histórica y que encima vas escribir sobre la hispana visigoda (un periodo histórico que no es que esté precisamente bien documentado) hace falta tener valor. Hay tanto ejemplo de mala novela histórica medieval o pseudo medieval que no me voy a molestar ni en citarlos, seguro que a todos se os ocurren al menos tres muy malas novelas de ese periodo. Lo difícil es dar con las buenas y no deja de ser paradójico que precisamente una época tan interesante, tan rica y que ofrece tantas buenas posibilidades para todo se desperdicie tanto. Aunque esto tiene explicación: suelen ser novelas mal documentadas en las que el autor acaba por hacer ciertas concesiones, normalmente innecesarias, a favor de la historia y que terminan convirtiéndose en pastiches difíciles de creer. Es mucho más raro, aunque también los hay, lo que son tan firmemente fieles a los datos que al final son casi ensayos históricos. Muy rigurosos, eso nadie lo niega, y también muy aburridos. Encontrar el equilibrio entre rigor histórico y entretenimiento es complicado.

Juan Antonio Caro Cals decidió que iba a escribir una novela histórica, situada en el reinado de Atanagildo (551-567). Periodo que a mí en la universidad me fascinó y también me hizo sudar tinta porque no es que sobren las fuentes documentales. Bueno yo siempre digo que la gente que se pone a estudiar ingeniería o arquitectura estan todos un poco locos y él es arquitecto así que... El caso es que se lió la manta a la cabeza, se pasó un par de años documentándose y luego se puso a escribir su primera novela. Con dos cojones. Conozco a poca gente capaz de hacer eso. “Señores de godos” está MUY bien documentada, tiene las concesiones justas y sobre todo engancha. Empecé a leerla una noche en la que estaba saturada de corregirme a mi misma. El plan era leerme solo las primeras páginas para ver como pintaba. Esa noche me acosté a las cuatro de la mañana. Me leí la primera parte del tirón porque sencillamente no podía parar. En una semana me la había terminado las casi quinientas paginas.

Me gusta como escribe, el lenguaje y la corrección de los diálogos te ponen en situación sin esfuerzo. Está llena de pequeños detalles que logran que te acerques a la narración y tiene algunos personajes a los que llegas a coger cariño ( y dos de ellos a los que terminas odiando profundamente, pero bueno, para eso están) además tiene buenas escenas de acción, muy épicas. Ya sabéis que a mi me gusta mucho una cuchillada en el momento oportuno.

Brándila de Ravena es un ostrogodo(casi dos ostrogodos)un pelín picto superviviente de la invasión de Italia por parte del ejército bizantino de Justiniano. Un tanto bruto a ratos y a ratos sorprendentemente divertido. Brándila es un tipo complejo y muy, muy humano que un poco por rencor, un poco por amor y otro poco porque no le tiene mucho cariño a la vida se acaba convirtiéndose en una pieza clave para frenar el avance de las tropas de Justiniano en Hispania. Pero “Señores de godos” no es solo su aventura. Otros personajes se verán arrastrados por su estela y gracias a sus andanzas pasearemos por una península en la que el recuerdo del imperio romano se desmorona. Una época se ha terminado y otra no acaba de cuajar.

jueves, 2 de junio de 2011

Crónicas de Dracontrand: El guerrero elfo

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Parecer ser que en las altas esferas literarias alguien decidió hace tiempo que la literatura fantástica se constituía por textos de baja calidad y argumentos pueriles, decidió que su temática estaba agotada y que, atendiendo a estos hechos irrefutables, su destino era el publico infantil, como si precisamente este público fuese poca cosa.Me gustaría que algún día uno de esos misteriosos gurús que deciden que es literatura digna y que no lo es tropezara con “El Guerrero elfo”. Posiblemente se tragaría sus palabras.

“Las crónicas de Dracontrand: El guerrero elfo” Es un titulo de esos que hace que los listillos levanten una ceja y piensen “Vale, ya estamos con los tópicos de siempre” pero su autor, Francisco Paula Pérez de la Parte (bonito nombre para un caballero del Siglo de Oro), ganó el año pasado el concurso de narrativa juvenil de Jaén y su libro está editado por Random House, que no es moco de pavo. Solo por eso ya merece la pena dejarse los prejuicios en casa y echarle un vistazo. Y si lees las primeras paginas, que son preciosas y muy tiernas nos damos cuenta que estamos lejos de un libro típico. Puede que tenga que los elementos del genero de espada y brujería: elfos, enanos, dragones…pero “El Guerrero elfo” va más allá. Elán es un gran personaje, nada que ver con los héroes solitarios y altivos que ni sienten ni padece. Es un tipo entrañable que se preocupa por los que lo rodean con un gran realismo de sentimientos, podemos comprender sus motivaciones. No es un caudillo épico sino un buen chico desbordado por los acontecimientos que quiere volver a su casa, que quiere a los hacen bien y no llega a odiar a los que le hacen mal. Es bondadoso pero no tonto. La verdad, acabas por cogerle mucho cariño.

El libro está además bien escrito, siempre me alegro de encontrar un libro que se pueda disfrutar a cualquier edad. El lenguaje, las descripciones, la creación de los personajes son impecables. Todo encaja, no hay más cabos sueltos que los necesarios. Quizás echo de menos un poco más de impacto en las escenas de acción pero ya sabéis que yo soy un poco carnicera para estas cosas. En resumen: se acercan las vacaciones y querréis leer cosas entretenidas ¿Qué puede ser mejor para evadirse de los calores que una dragona de nombre complicado y aliento gélido?