jueves, 27 de septiembre de 2012

Que todos los días sean días de boda


El sábado veintidós de Septiembre se casó una de mis mejores amigas y la muy incauta me pidió que dijese algunas palabras en su boda. Seguramente no os lo creeréis pero lo de hablar en público no es lo mío.  Una cosa es charlar sobre libros, que es un tema que manejo y otra muy distinta arruinar una boda delante de un montón de desconocidos…Además estaba el problema de pensar que decir. Me pasé casi un mes dándole vueltas, desechando borradores. Al final escribí esto varias horas antes de la ceremonia, hay palabras que no deben pensarse demasiado porque viven con nosotros, son sinceras, son honestas y no necesitan adornos.

No creo que lo supieran cuando eligieron su fecha de boda pero coincide con una de las celebraciones más importantes de calendario celta: el Mabon, la fiesta de la cosecha (y con el cumpleaños de Bilbo Bolsón, si alguien se hace invisible en mitad de la fiesta, que nadie se extrañe)
El caso es que los celtas celebraban esta fecha por todo lo alto, es el momento de disfrutar de lo que se ha sembrado durante el verano. Es una fecha de buena fortuna, una fecha propicia. Tampoco es que importe mucho porque ellos no necesitan buenos augurios, basta con conocerlos un poco para saber que es una de esas parejas que envejecerán juntas. Porque se cosecha lo que se siembra y ellos han sembrado bien.
No puedo deciros gran cosa, estoy convencida de que ni siquiera deberíais haberme escogido para hablar en una boda. Porque todos esperan que en estas ocasiones de hable del amor, se digan cosas sentimentales y se hagan halagos de la pareja. Y yo del amor sé que muy pocas cosas, sé lo que no es. Que no os mientan los poetas ni las canciones románticas: las mariposas en el estomago no duran, los fuegos se doman, los años pasan, la rutina es el enemigo. Pero vosotros eso ya lo sabéis, sabéis que el amor está al volver a casa día tras día y saber que tu casa no son las cuatro paredes que te acogen, si no la persona que vive contigo. Ese el amor que habéis sembrado. Esa es vuestra cosecha, y lo será año tras año. Cuando os miréis a los ojos y veáis vuestro hogar en ellos.
No es hoy el día de vuestra primera cosecha, pero será la que más recordéis. Y os darán calor si el invierno acecha en vuestras vidas.
No voy a desearos que seáis muy felices porque no hace falta. Ya lo sois. Y lo seguiréis siendo.
Solo voy a desearos que tengáis muchos años por delante para disfrutarlos.

Y yo, que no tengo casa, que ando sin rumbo ni cosecha admiro lo que habéis logrado.