Quiero dejar testimonio para que nadie digo que no les advertí:
Señores, escribir no es sano. Si alguna vez tenéis algún familiar o conocido (alguien cercano a quien apreciéis realmente, a los demás que les den candela) os dice que pretende meterse seriamente en el mundo de las letras, por piedad hacía su persona lo mejor que podéis hacer es soltarle un chorro de matarratas en la sopa para dejar que se reúna con el olvido entre horribles dolores y, a ser posible, maldiciendo vuestro nombre y el de la madre que os parió. Porque escribir es una santa mierda; para empezar nunca estas del todo feliz con el resultado y crías todo tipo de inseguridades, no importa cuanta gente os diga que lo estáis pariendo en letras es cojonudo, hay ocasiones que quieres romperlo todo y dedicar tu vida al tetris. Luego vendrán los momentos en los que solo puedes pensar en lo que estas escribiendo, piensas mientras friegas los platos, mientras te duchas, cuando duermes (o cuando directamente no puedes dormir) y escribes. Escribes porque lo necesitas, porque tienes algo en tu cabeza que quiere salir y le importa un carajo si para hacerlo se te lleva por delante.
Pensadlo bien antes de intentarlo; tantas y tantas horas de tu vida que podrías usar en otra cosa, tantísimo esfuerzo que quizás se quede en nada porque que te guste escribir no implica que tengas talento y que tengas talento no asegura que tu obra llegue jamás a ningún lado. Pensad en autores como Howard o Kennedy Toole, que se suicidaron convencidos de que su amor a las letras no era correspondido. Que si, que tras la muerte el tiempo los puso en su sitio, pero para entonces las malvas que criaron estaban a su vez criando malvas. ¿Por qué digo esto?¿Quiero desmoralizaros? No, quiero advertiros. Esto engancha más que respirar, no puedes evitar hacerlo. No importa lo negras que os cargue las tintas, si os gusta escribir, escribiréis. Hacedlo solo por eso, no esperéis recompensas, no os pongáis más meta que encadenar palabras y tal vez logréis un momento de calma, ese que os da el tener en vuestras manos un párrafo perfecto y saber que es vuestro, total y completamente vuestro.
Tal vez ni eso os libre de meteros un tiro entre las cejas, pero al menos moriréis con una sonrisa en los labios.