De vez en cuando voy a jornadas o congresos literarios. Lo primero que suelo hacer es mirar el programa con lupa, porque es lo que va a determinar si hago la
maleta o me quedo en casa. Pero de vez
en cuando me dejo arrastrar por el entusiasmo y voy a los sitios sin saber donde me meto.
Error.
Las buenas costumbres no deben perderse y los programas se
miran sí o sí, porque si no te encuentras sorpresas desagradables y
conferencias infumables. De todas estas las que más odio, sin duda, son las charlas
de género y literatura. Estoy harta,
estoy cansada de encontrar cosas con
títulos como: “mujeres que escriben” “escritoras y personajes femeninos” “ellas
también escriben” “ellas se miran la vulva con un espejito” (fijaos que he
dicho vulva, este fin de semana me han aconsejado que modere mi lenguaje).
Es que siempre se dice lo mismo: que si las mujeres tienen
una sensibilidad especial para describir sentimientos, que si les resulta más
fácil crear personajes femeninos creíbles, que si no escribe igual una mujer
que un hombre. Y, por supuesto, se acaba hablando de discriminación en el
sector editorial. ¿Pero a estas alturas de la película esto se lo cree alguien?
El 95% de las agencias editoriales las llevan mujeres. Jefes de prensa,
comerciales, editoras… todas son mujeres. En este país el mundo editorial es
femenino. Y no sé si hay más escritores que escritoras, ni me importa. Porque
se trata de leerte un libro no de llevártelo al huerto.
De hecho hay géneros en los que difícilmente verás publicado
a un hombre. Las editoriales piensan que solo las mujeres pueden escribir
novela romántica, argumentan que si se pone en las estanterías una novela romántica
escrita por un hombre nadie la comprará. Tal vez porque no tienen esa
“sensibilidad innata” que se precisa para llenar páginas y páginas almibaradas, llenas de dramas emocionales y escenas de sexo
absurdo y tórridamente explicito. Habría que recordarles que algunos de los
super ventas de este género son hombres: Nicholas Sparks, Federico Moccia y
Blue Jeans, por citar solo tres. Bueno y si no siempre se puede usar
pseudónimo. Algo curioso, porque eso de tirar de pseudónimo para poder publicar
fue lo que tuvieron que hacer durante mucho tiempo las mujeres que deseaban
dedicarse a escribir. También está de
moda la novela fantástica escrita por mujeres, siguiendo la estela de J.K
Rowling y Laura Gallego. No estoy diciendo que si un escritor presenta una obra
de este palo no se la vayan a coger, digo que, en este caso, hoy por hoy tiene
más posibilidades de acabar impreso si está escrita por una mujer. Alguien
piensa que en las portadas luce más un nombre femenino. Pero esto rara vez se
menciona y si se hace salen a la palestra las dos palabras más asquerosas que
lo políticamente correcto haya parido jamás: discriminación positiva. No jodamos, la discriminación no puede ser
positiva, son dos términos antagónicos, como el chocolate ligth.
De machismo hay que hablar cuando realmente toca, no puede ser el saco de los topicazos para rellenar tiempo muerto en un congreso, porque nos hace un flaco favor a todos. Usamos las mismas palabras muertas, los mismo conceptos vacios y falsos de los que echan mano los políticos para ir de progres. Puede que a principios del siglo pasado estos debates fueran necesarios, pero a día de hoy, al menos aquí, en España, esto debería estar superado. Ya está bien, no será porque no hay debates interesantes. No, las mujeres no tenemos nada especial que nos distinga de los hombres a la hora de escribir. O al menos yo creo que no. Somos personas, no importa lo que tengamos entre las piernas, que escribimos.
Si tengo que volver a escuchar en una charla que nosotras desarrollamos ciertas aéreas del cerebro distintas a las que desarrollan ellos, o el rollazo de que los grandes personajes femeninos en la novela son siempre mujeres reprimidas como la Regenta o Madame Bovary, me tiro por la ventana del congreso aunque esté en un bajo. Hablar de personajes femeninos en la novela poniendo de ejemplo obras del s.XIX y además, que casualidad, hablando siempre de estas dos es como si dijésemos que todos los grandes personajes masculinos de la literatura están como cabras y citásemos al Quijote y al capitán Ahab. Y eso si la mesa transcurre más o menos con normalidad, si la cosa se desbarra acabas oyendo hablar de la teoría de Andrew Dalby de que Homero pudo ser una mujer…
El mundo editorial es duro y exigente, seas del sexo que seas
publicar no es fácil. Hay que enfrentarse a un montón de reglas absurdas,
exigencias del mercado, etiquetas. Es un
negocio, que sinceramente, no creo que nos discrimine a nosotras más que a
ellos. Lo hizo en su momento, pero eso es agua pasada. Hoy tendríamos que
defender el derecho de que cualquiera puede escribir lo que sea y tener
exactamente las mismas oportunidades para publicarlo en base a su talento y no
a unas dudosas leyes de mercado.(Ya lo sé, soy una ingenua)
Así que sí, me desesperan las mesas sobre escritura en femenino. Si hicieran una con
el tema “hombres que escriben lo que le sale de las pelotas” se les tacharía de
machistas. Existen cursos de escritura exclusivos para mujeres, di ahora que
vas a hacer lo mismo solo para hombres y verás la que se monta. ¿Por qué se
puede hace un “solo para ellas” pero lo contrario nos huele a campo de nabos? Me
van a perdonar ustedes pero a mí la concentración de genitales de un solo
bando, sea el que sea, me da mala espina. Debe ser que mi memoria genética me
previene contra los ghettos.