El sábado veintidós de Septiembre se casó una de mis mejores
amigas y la muy incauta me pidió que dijese algunas palabras en su boda.
Seguramente no os lo creeréis pero lo de hablar en público no es lo mío. Una cosa es charlar sobre libros, que es un
tema que manejo y otra muy distinta arruinar una boda delante de un montón de
desconocidos…Además estaba el problema de pensar que decir. Me pasé casi un mes
dándole vueltas, desechando borradores. Al final escribí esto varias horas
antes de la ceremonia, hay palabras que no deben pensarse demasiado porque
viven con nosotros, son sinceras, son honestas y no necesitan adornos.
No creo que lo
supieran cuando eligieron su fecha de boda pero coincide con una de las
celebraciones más importantes de calendario celta: el Mabon, la fiesta de la
cosecha (y con el cumpleaños de Bilbo Bolsón, si alguien se hace invisible en
mitad de la fiesta, que nadie se extrañe)
El caso es que los
celtas celebraban esta fecha por todo lo alto, es el momento de disfrutar de lo
que se ha sembrado durante el verano. Es una fecha de buena fortuna, una fecha
propicia. Tampoco es que importe mucho porque ellos no necesitan buenos
augurios, basta con conocerlos un poco para saber que es una de esas parejas
que envejecerán juntas. Porque se cosecha lo que se siembra y ellos han sembrado
bien.
No puedo deciros gran
cosa, estoy convencida de que ni siquiera deberíais haberme escogido para
hablar en una boda. Porque todos esperan que en estas ocasiones de hable del
amor, se digan cosas sentimentales y se hagan halagos de la pareja. Y yo del
amor sé que muy pocas cosas, sé lo que no es. Que no os mientan los poetas ni
las canciones románticas: las mariposas en el estomago no duran, los fuegos se
doman, los años pasan, la rutina es el enemigo. Pero vosotros eso ya lo sabéis,
sabéis que el amor está al volver a casa día tras día y saber que tu casa no
son las cuatro paredes que te acogen, si no la persona que vive contigo. Ese el
amor que habéis sembrado. Esa es vuestra cosecha, y lo será año tras año.
Cuando os miréis a los ojos y veáis vuestro hogar en ellos.
No es hoy el día de
vuestra primera cosecha, pero será la que más recordéis. Y os darán calor si el
invierno acecha en vuestras vidas.
No voy a desearos que
seáis muy felices porque no hace falta. Ya lo sois. Y lo seguiréis siendo.
Solo voy a desearos
que tengáis muchos años por delante para disfrutarlos.
Y yo, que no tengo casa, que ando sin rumbo ni cosecha admiro
lo que habéis logrado.