martes, 16 de febrero de 2010

El corazón del herrero

Último cuento de San Valentin, dedicado a una pareja de amigos a los que añoro...Espero con impaciencia ese libro sobre narvales



A blacksmith courted me nine long months and better,
He stole my heart away, wrote to me a letter,
His hammer all in his hand he looked so brave and clever,
And if I was with my love, I would live forever.

"Blacksmith" Loreena McKennit


Era uno de esos días de invierno en los que el sol brilla sin fuerza tras una fina cortina de nubes grises, el viento soplaba en rachas frías a ras de suelo, acariciando la hierba húmeda. Con semejante clima lo normal sería que el jardín del santuario estuviese desierto, pero a Yirkash el nublado no lograba desanimarlo, alguien le había prestado un grueso abrigo de lana que le estaba enorme para que pudiese salir a dar su ineludible paseo matinal. Se había sentado al pie de un álamo, sobre un lecho de hojas caídas, de cara al sol. Allí acurrucado debía parecer una extraña criatura lanuda pero la verdad es que no su aspecto no le preocupaba demasiado. Allí sentado, sintiendo los débiles rayos del sol en la cara era momentáneamente feliz. Para el herrero, el sol y el viento habían sido unos maravillosos descubrimientos, él rara vez había salido de la Ciudad de Piedra y desde luego nunca de día. La luz aun le molestaba en los ojos pero estaba dispuesto a acostumbrarse y la brisa, incluso la más helada, era tan distinta del soplo débil y húmedo que solía correr en el aire viciado de las cuevas que le resultaba increíble que pudiese arrastrar tantos olores, cada ráfaga de viento era distinta. Los árboles nunca parecían susurrar dos veces las mismas cosas. Allí fuera todo era nuevo y el goblin sentía que le quedaban miles de cosas por descubrir, en esos momentos de paz comprendía perfectamente porqué los primeros nockers se habían marchado de la Ciudad de Piedra y lo que debían haber sentido en sus primeros días en la superficie. Sus heridas se curaban lentamente y aun se sentía débil y enfermo pero a al mismo tiempo le parecía que nunca había estado tan vivo. No necesitaba beber, antes bebía para no pensar de más pero ahora le parecía que no había nada que lo preocupase tanto como para no querer pensarlo, pese a que en aquel momento tenía mas problemas de los que podía contar, por primera vez se sentía con fuerza para afrontarlos, solo necesitaba encontrar el modo de hacerlo.

Para empezar se había convertido en un paria entre los goblins, realmente no era algo que le molestará demasiado, estaba decidido a no volver jamás a ninguna de las Ciudades de Piedra, pero ahora tendrá que ser prudente, la traición se castigaba con la muerte, cualquier duende que lo encontrase tenía el deber de matarlo y no tenía manera de saber si habían puesto precio a su cabeza ni si la noticia se había extendido mucho. La única solución era evitar a los goblins, considerando que tenía prohibida la entrada en casi todas ciudades importantes y que dudaba mucho que le diesen la bienvenida en alguna aldea la soledad parecía ser su futuro más probable a largo plazo. Sabía que no podría quedarse en el Santuario de Fuegovivo, allí la mayoría de las hadas lo miraban con cierta hostilidad y estaba claro que en cuanto estuviese curado lo invitarían a marcharse. No podía culparlos, al parecer los goblin atacaron duramente aquellos bosques durante la guerra, aun así no podía evitar que la desconfianza le doliese, él estaba profundamente agradecido a aquella gente, que pese a no apreciarlo, cuidaban de sus heridas y le daban refugio, quería encontrar el modo de expresar su gratitud pero a nadie parecía interesarle demasiado su agradecimiento, de hecho nadie se molestaba en escucharlo ni en hablarle, era demasiado parecido a su vida anterior, le resultaría mas sencillo de soportar si alguien le diese al menos noticias de Nanyalín, pero nadie lo hacía. No sabía si seguía viva, si estaba en el santuario, no sabía nada. Cuando preguntaba por su hermana las miradas se volvían especialmente hostiles. “Creen que yo le hice esas cosas horribles” ¿Si lo hice para que querría traerla aquí? ¿Qué clase de monstruo creen que soy?”Al pensarlo la rabia y la impotencia hacían que se le revolviese el estomago. Tenía que averiguar algo sobre ella antes de salir allí fuese como fuese.



Un trueno resonó a la lejos, Yirkash abandonó sus pensamientos y abrió los ojos sobresaltado. Al descubrirse asustado como un crío por semejante tontería estuvo a punto de echarse a reír, estaba demasiado nervioso. Las emociones de los últimos días le habían dejado más huella de la que quería reconocer. Se puso en pie torpemente, empezaba a sentirse algo entumecido y decidió muy a su pesar que lo mejor sería regresar al santuario. La perspectiva de una tarde larga y desocupada arrancó un suspiro desganado de los labios del herrero, si al menos pudiese trabajar aunque solo fuese para matar el rato. No veía el momento de quitarse las vendas de las manos y poder librarse del cabestrillo, quizás así pudiese demostrar que era útil.

Emprendió el camino de regreso a paso lento, arrastrando los pies como si la desgana los volviese pesados. A pesar del frío prefirió dar un rodeo enorme, la tarde anterior había descubierto un rinconcillo donde el río hacía una especie de poza profunda, se había propuesto ir a visitarla a menudo por si tenía suerte y podía ver algún animal que fuese a beber. Yirkash conocía muy poco de la fauna del exterior, le ilusionaba la posibilidad de ver cualquier cosa que no fuese una rata o un murciélago.

La poza estaba rodeada por unos espesos arbustos espinosos, el invierno los había dejado convertidos en una maraña de ramas quebradizas y punzantes de color castaño, salpicadas aquí y allá por unas pequeñas hojas redondas manchadas de amarillo. Parecían totalmente imposibles de atravesar, por eso le sorprendió mucho ver a Rizel agachada junto al borde de la poza. Yirkash se ocultó tras un tronco sin saber exactamente cual el motivo de su alarma. No podía ver que estaba haciendo la dríade allí y no estaba muy seguro de si debía saludarla. Rizel era la única en todo el santuario que hablaba amablemente con él aunque lo cierto era que el hada era extremadamente sociable y hablaba con todo el mundo, Era un hada extraña y Yirkash no sabía cual era su función en el santuario, donde todos se dedicaban a alguna rama de la medicina o a la fabricación de pociones y ungüentos curativos, menos ella, cuyo único interés real parecía ser dibujar.

Cuando Yirksha recuperó el conocimiento y se descubrió en una habitación desconocida, solo y desnudo tuvo tal ataque de pánico que se puso de pie desvariando, acosado por algún tipo de amenaza invisible. Fue una idea nefasta, no estaba en condiciones de hacer nada, la herida del hombro se le abrió y se desplomó en el suelo dándose un terrible golpe en la cabeza. Alguien debió decir que no era buena idea dejarlo solo y en su siguiente despertar descubrió a Rizel sentada cerca de su cama, totalmente enfrascada en su pequeña libreta. El herrero sospechaba que había aceptado la tarea porque mientras él dormía ella podía dedicarse por completo a emborronar su libreta sin que nadie la molestase. Las dríades no necesitan dormir, en cambio aquellos primeros días Yirkash apenas hizo otra cosa, eso dejaba a su enfermera mucho tiempo libre. En cuanto estuvo un poco mejor, y después de asegurarle que nadie pensaba entregarlo a la reina y que ejecutarlo no estaba en los planes del santuario se atrevió a salir de su habitación. Aun no era capaz de dar paseos largos y por eso cogió la costumbre de sentarse a observar como el hada ultimaba los detalles del gran mural que estaba pintando en el recibidor de Fuegovivo. Representaba un enorme dragón rojo con las fauces abiertas, luchando contra el abrazo de un enredadera. Al herrero le entretenía ver como se iba desarrollando el trabajo y cuando el hada se detenía a descansar se sentaba a su lada a charlar un rato. El goblin odiaba cada vez mas los ratos de trabajo de su única amiga. Ahora que ya estaba bastante mejor prefería salir al jardín mientras ella estaba ocupada. Pero seguían compartiendo los descansos, no se los perdería por nada.

-¡Yirkash¡- Lo saludó la driade al descubrirlo- ¿Qué haces ahí detrás?

Los arbusto se separaron para dejar paso a Rizel, como era común entre las suyas el hada no usaba ningún tipo de ropa, solo una enredadera de hiedra que abrazaba su cuerpo. Yirkash no sabía que las driades cambian de color con las estaciones, ahora su piel era de un verde amarillento algo apagado y su pelo tenía un color ciruela muy oscuro, casi negro. No era su mejor estación. En primavera se volvía de un verde brillante y se llenaba de delicadas flores rosa pálido, entonces su pelo se aclaraba y toda ella era una sinfonía de colores, un canto ilusionado a la vida. Eso el herrero no lo sabía y no le importaba, incluso con sus tonos invernales le parecía tremendamente hermosa y su mirada inteligente lo acobardaba un poco. A su lado se sentía muy poca cosa.

-Perdona- Contestó con una sonrisa avergonzada-No sé si estas trabajando, no quería molestarte.

Rizel se acercó, llevaba un cuenco de madera en la mano y los brazos embadurnados hasta los codos de arcilla roja.

-Esa arcilla es estupenda para hacer color ocre- Dijo enseñándole el cuenco lleno de barro rojizo-Mi dragón es hijo de esta poza. ¿Qué haces tan lejos del santuario?

-Estaba dando un paseo.

La pintora le ofreció su brazo para volver juntos. Yirkash sintió algo muy parecido a un calambre de felicidad al aceptar el ofrecimiento, volvieron al sendero uno junto al otro. No demasiado lejos otro trueno hizo temblar el jardín. La dríade se estremeció.

-No me gustan los rayos-Reconoció temblando-Cuanto antes volvamos mejor.

-Me parece buena idea, aunque si llueve mucho voy a pasar una tarde muy aburrida.

-Hoy acabaré un poco antes de trabajar y empezaré a enseñarte a hablar algo que no sean esos gruñidos goblin, fuera del santuario lo vas a necesitar y a juzgar por lo rápido que te estas curando te iras muy pronto.

La driade dejó escapar un suspiro suave y apoyó la cabeza en el hombro del herrero. Yirkash sintió como se le plantaba en la cara la sonrisa más idiota del mundo.

-Tal vez deberías intentar no parecer tan sano…fingir un poco. Por aquí el invierno es duro, y además aun no sabes nada de tu amiga.

-Es más que una amiga, yo la considero mi hermana.

El herrero acarició disimuladamente la mano de Rizel, era como una corteza de madera lisa, tenía una extraña suavidad y a la vez un ligero tacto rugoso. Nanyalín no era la única razón por que la que no quería dejar el santuario. Estaba harto de la soledad, no recordaba la última vez que había sentido el calor de otro cuerpo contra el suyo. Miles de frases cruzaron por su cabeza y murieron aterradas en su lengua. Temía decir cualquier cosa que pudiese hacer que la driade se alejase de él.

-Intentaré hablar con el anciano para que te deje quedarte hasta que Nanyalín esté bien. Así pasarás el invierno aquí.

-¿Sabes algo de ella?

Rizel negó con la cabeza.

-No he logrado enterarme de nada, pero la vi al llegar. Estaba muy grave, tardará mucho mas que tu en recuperarte. Así los dos pasareis el invierno aquí. Dentro de nada empezaré otro mural. Creo que está vez dibujare algo que no tenga escamas. Un narval tal vez.

-¿Qué es un narval?-Preguntó Yirkash imaginándose toda clase de monstruos horribles

-Tendrás que ver el dibujo para averiguarlo. Tendrás que quedarte todo el invierno. Hablaré con el maestro.-Respondió decidida el hada.

-No quiero que te metas en líos…No hables por mi. Siempre he sabido apañármelas solo, estaré bien.

-¿Y si quiero hacerlo por mi y no por ti?

Yirkash se detuvo casi al mismo tiempo que otro trueno llenaba el aire y contempló a Rizel, el hada lo miraba de un modo que no era capaz de descifrar. Una gota de agua helada cayó sobre la frente del herrero y le recorrió la nariz. Tras esa cayó otra y otra y otra de repente los dos se vieron en mitad de un inesperado aguacero.

-¿Qué has querido decir con eso?-preguntó confuso el herrero-No entiendo que tienes que ver tu con mi marcha.

La driade se acercó a él y busco refugio entre los pliegues de su abrigo.

-¿Todos los goblisn sois así de idiotas? ¿O tú eres un caso particular?

El goblin no pudo evitar la tentación de rodearle la cintura. Hacía tanto desde la última vez que alguien se había acercado de ese modo a él, recordaba unos ojos azules y una larga trenza blanca bailando bajo la luz de una vidriera. La driade se dejó abrazar, el herrero encontró una mirada que hablaba por si sola bajo un flequillo empapado, olía a arcilla y tenia una mancha ocre que se deshacía sobre la mejilla derecha. Yirkash agarró el rostro de Rizel por la barbilla y lo contempló. No quería decir nada. No se le ocurría nada que pudiese decir para estar a la altura de sus sentimientos. Rizel se puso de puntillas y sus labios se encontraron como si llevasen siglos buscándose.
Un trueno retumbó sin que ninguno de los dos lo escuchara, y la lluvia parecía haber dejado de caer y el jardín dejó de existir. Solo estaban ellos dos.

-Si te vas, me iré contigo-Dijo Rizel y volvió a ponerse de puntillas

10 comentarios:

Rizelmine dijo...

Me ha hecho mucha gracia lo del narval!! XDDDD

Se lo enseñaré a Dani cuando venga!

Nicasia dijo...

Eso a ver si el amo del asfalto se anima!!!

Lyris dijo...

¡Ay! ¡cuánto amorhs y yo sufriendo de caries!

En San Valentín es lo que toca... jo, qué potito... me he emocionado y todo... (¡pero no te vayas a chivar, que tengo una reputación que mantener!) Yirkash no será un George Clooney, pero tiene muy buen corazón... ya era hora de que alguien se fijara en eso y no en la mata de pelos que le sale de las orejas. Aparte de Nanyalin, claro XD

Encuanto al resto de la historia... me vas a matar de un ataque al corazón XD. Aún no se sabe nada de Dujal ni de si Nicasia tendrá que hacerse una silla de ruedas a lo Stephen Hawking...

Muchísimas gracias por el regalito!. A mí por lo menos, me ha encantado ^^.

Nos leemos!

Leticia Morgado Rodríguez dijo...

Ohhhhhhh q bonitoooooo conxaaaa!
me encanta es un regalito preciosos para todos tus lectores.me gusta cada vez mas yirkash,es un ser entrañable y tierno en el fondo,me gusta...y q bonito es el amor verdad? cuantas barreras son capaces e romper...y q feliz hace a las gente.
me gusta q al fin haya encontrado a una amada.^^

Nicasia dijo...

Yirkash es un personaje entrañable, es que hay que quererlo, coñe!!!Y ya era hora de que alguien en esta maldita historia fuese feliz!!!

Kao-chan dijo...

Me ha gustado mucho! a mi también me gusta cada vez más Yirkash >///<

Anónimo dijo...

Lo dicho, me ha encantado, y me muero por leer la continuación.

Quizás debería leer los textos anteriores sobre los goblins.

Y por qué goblins? acaso su rey se parece al Bowie? ay, que te he pillado...

El abominable arquitecto de las nieves

Nicasia dijo...

Pues lee, pequeño constructor, lee. Por cierto un placer tenerte por aqui

Syney dijo...

¡Que potitooooooo! T ^ T *sniffffffffffff*

Me ha encantado la entrada *_*

Er-Murazor dijo...

Ooooooh, ¡qué bonito y qué bien que Yirkash vaya encontrando su lugar fuera de la montaña!