domingo, 14 de febrero de 2010

El duelo

Este es mi regalo de San Valentin para todos vosotros. El amor romantico está bien, pero hay muchos otros tipos de amor y también merecen ser contados. De todos modos mañana colgare otras dos cositas para completar el regalillo de San Valentin

En la Carbonería era costumbre que los empleados se tomasen de descanso un día de cada cinco jornadas de trabajo. La idea se le había ocurrido a Costurina, al acabar la guerra el negocio empezó a prosperar poco a poco, el refugio se fue convirtiendo en posada a medida que la ciudad empezaba a rehacerse y dejaba a tras un largo periodo de miserias. Siguieron visitando la Carbonería pero ahora pagaban sus almuerzos, agradecidos por la ayuda inestimable que la boggan les había prestado en tiempos de necesidad. Casi sin darse cuenta Costurina se vio al frente de una cantina que cada vez tenía mas clientes, su fama como cocinera, su sonrisa infatigable y unos bonitos ojos azules ayudaron bastante en el proceso. Entonces no se permitió ni un minuto de descanso, si trabajaba de sol a sol era más por la necesidad que tenía de mantener la cabeza ocupada que por el deseo de hacer prosperar el negocio. Nicasia la dejó hacer, ella ocupó el sótano y empezó a trabajar en su taller. Ambas hadas tenían demasiadas cosas en las que no querían pensar, demasiados recuerdos que preferían dejar en un rincón y usaron el trabajo para cerrar sus heridas. Ninguna de las dos interfería en los asuntos de la otra a no ser que alguna solicitase ayuda, cosa que rara vez pasaba. Impusieron sus reglas: la ingeniera tendría total libertad en su reino subterráneo, sobre que el nunca se le harían preguntas ni se le impondrían condiciones, a cambio ella dejaría que la boggan ocupase el resto del enorme edificio para lo que quisiera. No se molestarían la una a la otra bajo ninguna circunstancia. Era un trato mas que razonable y además ella no tenía ningun otro sitio al que ir. La huraña nocker nunca podría sustituir a su familia, ni lo pretendía, pero era la única que se había preocupado por ella. Costurina le estaba agradecida y no pensaba dejar sola a su protectora que por otro lado era un total desastre con las tareas domesticas mas sencillas y necesitaba una mano invisible que la ayudase a vivir con cierta decencia. Así fue como comenzaron a convivir, la cantina pasó a ser posada cuando se habilitaron dormitorios en los inmensos corredores vacíos. Los viajeros no tardaron en aclamar la Carbonería como la mejor posada de la Corte y ni siquiera el hecho de que se pusiera a raya a los alborotadores trabuco en mano, consiguió empañar su reputación.
Fue entonces cuando pudo contratar a otros camareros, estableció las jornadas de descanso y comenzó a buscarse ratos libres a lo largo del día. Se aficionó a leer y le dedicó tiempo a perfeccionar unas dotes de repostera que la habían hecho famosa en toda la región, hasta el punto de que incluso en palacio solicitaban sus dulces con bastante frecuencia. La felicidad había vuelto a su vida y los recuerdos ya no le dolían tanto.
Así que aquel día le tocaba descansar, no se había levantado temprano y en lugar de desayunar en su habitación como hacía la mayoría de las veces se había dado un buen baño y había salido de la posada dispuesta a compartir la hora del desayuno con una buena amiga.
Alcanzar al aldabón de la puerta verde era una tarea imposible incluso para el más alto de los boggan, una vez había intentado ponerse de puntillas y alcanzarlo con la punta de los dedos, pero solo logró sentirse ridícula. Estaba fuera de su alcance, así que dio un par de enérgicos tirones de la cadena que hacia repicar la campanilla dorada, al hacerlo pensó que lo mas seguro es que su amiga aun estuviese en la cama. No era ninguna madrugadora cuando tenía que trabajar, cuando decidía darse un descanso podía darle la hora del almuerzo en brazos del sueño. Una sonrisa traviesa acudió a los labios de Costurina, iba a ser muy divertido…
La mirilla de la puerta se descorrió con un crujido de madera mal engrasada
-¿Quién es?-Preguntó la voz adormilada de Rashid
-Aquí abajo- Exclamó Costurina alejándose de la puerta unos pasos para que el muchacho pudiese verla- Hola Rashid.
-Hola Costurina…¿Vienes a preguntar por alguien? Creo que Mesalina está durmiendo.
-Me están esperando. ¿Me dejas pasar?
Rashid cerró la mirilla y abrió la puerta, el muchacho iba vestido con una sencilla tunica blanca que se notaba que se había puesto a toda prisa y trataba de espantarse el sueño de los ojos, frotándose la cara sin mucho empeño. Costurina pasó al patio de Marsias , no se veía ni un alma, todo eran ventanas cerradas y silencio.
-Ya va siendo hora de estar en pie ¿no crees?
Rashid sonrió y se frotó la cabeza con un gesto perezoso
-No para este tipo de negocio-Contestó el muchacho ahogando un bostezo al tiempo que arqueaba la espalda y estiraba los brazos con un movimiento lento y perezoso.
La boggan abrió la cesta que llevaba colgada del brazo y le puso una magdalena en la mano al chico.
-Anda ve desayunando, a ver si te espabilas. Voy a sacar a Mesalina de sus dominios.
-Ve sin miedo, está en su habitación-Le contestó Rashid antes de morder la magdalena.
Costurina conocía el camino y se alejó despidiéndose con la mano.
En casa de Marsias todo era bastante caótico, a pesar de ser un burdel no tenía demasiadas habitaciones porque preferían tender carpas de tul entre los árboles. Era habitual que tanto a clientes como al personal les sorprendiese el día aun en sus labores. A primera hora de la mañana parecía que sobre el jardín hubiese caído una lluvia de cuerpos desnudos. Hadas de todas las razas y posición dormían placidamente, juntas entre los árboles. La boggan se fue directamente a las habitaciones sin poder evitar un suspiro de desaprobación. El negocio del sátiro no la escandalizaba, pero no dormir en una buena cama le parecía una costumbre muy poco saludable.
Marsias y Mesalina eran los únicos del personal que usaban sus aposentos privados con regularidad, ambos tenían unas reglas muy similares. No trabajaban en sus respectivas habitaciones y las visitas, salvo contadas y selectas excepciones, no eran bienvenidas. Ambos sátiros tenían unas ideas muy curiosas sobre la intimidad, eran muy reservados para cosas que el resto de las hadas consideraría terriblemente normales. Apenas nadie sabía que Marsias coleccionaba libros, al perecer tenía una nutrida biblioteca. Costurina sabía que debía ser cierto, Nicasia solía regalarle libros con frecuencia y Mesalina se lo había mencionado alguna vez, pero ni ella ni nadie habían visto al patacabra leer una línea. Por su parte Mesalina jamás dormía con los clientes, ni la suma mas jugosa conseguía hacerla cambiar de idea. En cuanto empezaba a amanecer se marchaba del jardín y se iba a su cama sola. “Hay que conservar parte del misterio” le había confesado una vez “recién levantada es muy difícil parecer encantadora”.
Costurina llamó a la puerta del dormitorio de su amiga, no contestó nadie, ni siquiera cuando volvió a llamar con más energía. Giró el picaporte y para su sorpresa, la llave no estaba echada y la puerta se abrió con un suave crujido. En ciertos cuentos, las habitaciones de las cortesanas son estancias fastuosas y esplendidas, llenas de lujo y exotismo. Mesalina no cumplía con este tópico poético. Era cierto que su habitación era amplia y daba a una gran terraza, pero las paredes estaban pintadas con un tosco color albero, y el techo dejaba las vigas al descubierto. El desorden reinaba por la habitación como si un pequeño torbellino se hubiese dedicado a abrir todos los armarios para esparcir su contenido. Justo ante la puerta había un discreto tocador casi sepultado entre ropa abandonada, joyas y tarritos de contenido misterioso, la pequeña banqueta que reposaba ante el mueble no corría mejor suerte. Sobre el suelo, reposaban algunas de las carísimas prendas del ajuar de trabajo de la sátira, placidamente olvidadas junto a otras mucho más modestas.
La responsable de aquel desastre dormía a pierna suelta protegida por un sencillo dosel de tul carmesí, que colgaba de una de las vigas y caía sobre la cama ocultando en parte a su ocupante. Al verla Costurina entendió porque Mesalina ponía tanto empeño en mantener la privacidad de sus horas de sueño. Pese a que dormía desnuda, no era precisamente una visión de ensueño, estaba tumbada boca arriba con las manos sobre el estomago y las piernas separadas, roncando feliz como una criatura. La boggan no pudo contener la risa, acababa de descubrir un dato desconocido de su amiga. Se acercó a la cama con paso decidido y tiró de las sabanas. Mesalina se tumbó de costado con un sonoro resoplido y la ignoró totalmente. La camarera no quería ser brusca, pensó un momento y sonriendo se acercó a la oreja de su amiga.
-Dujal acaba de llegar- Le susurró.
Mesalina abrió los ojos de golpe y se incorporó con torpeza mientras su cabeza trataba de asimilar la noticia. Tardó unos segundos en fijar la vista en Costurina y darse cuenta de su presencia.
-¿Qué haces aquí?-Le preguntó ahogando un bostezo
-Es mi día libre y decidí hacerte una visita.
La patacabra se desplomó sobre el colchón y se tapó la cara con las manos.
-Sabes que aquí siempre eres bienvenida ¿pero tenias que venir tan temprano? Anda se buena y vuelve a la hora de almorzar, invito yo.
-Eso supondría pasar la mañana sola y desperdiciar la mitad de mi día libre.
Mesalina se tapó la cara con la almohada y ahogó un gruñido
-¡Don del sol¡ Tienes suerte de que me toquen unos días de descanso…sino ahora mismo te tiraba por la terraza.
-No creo que lo lograrás-Replicó Costurina divertida
-Lo averiguaremos en otra ocasión, cuando esté algo mas despejada- La sátira se enrolló las sabanas alrededor de la cintura, estiro el cuerpo con la lenta pereza de los gatos y finalmente se puso en pie sin demasiadas ganas-Vale, yo voy a asearme un poco, tú mientras ve poniendo la mesa, a ver que apañamos de desayuno.
La sátira desapareció tras una mesa y dejó a su amiga totalmente desconcertada. Paseó los ojos por aquel intolerable desorden ¿Dónde iba a poner la mesa? No había ni un solo mueble, que no estuviese totalmente cubierto de trapos y trastos, para Costurina aquello era como la antesala del infierno. Tras mucho dudar despejó una pequeña mesa que encontró abandonada en un rincón, totalmente cubierta de frascos de cristal vacíos que aun desprendían sospechosos aromas. Costurina los dejó todos en el suelo y sacó la mesa a la terraza, para poder desayunar al sol. La boggan gruñó al contemplar la mesa a la luz del día, la superficie estaba intolerablemente sucia. Tras buscar un poco recogió del suelo lo que parecía un trapo usado, y tras invocar una suave lluvia sobre el mueble se puso a secarlo concienzudamente. El grito horrorizado de la sátira evitó que dejase el mueble inmaculadamente limpio.
-¡Don del sol¡! Esa tunica es de raso y además de muy cara, es el regalo de un cliente muy importante ¡
-¿De que tunica hablas? –preguntó la posadera
-¡De la que tienes en la mano¡
Costurina contempló el trapo y lo estiró con gestó asombrado. Era una tunica pero la tela era tan escasa y el corte tan inverosímil que costaba creer que realmente fuese una prenda de ropa.
-¿Qué se supone que tapa esto?
-Nada- Contestó la sátira mirando desolada la prenda- Ahí está la gracia… en que no tapa nada.
-Oh pues si todo su encanto es ese…yo puedo prestarte unas enaguas mias y te quedaran tan ridículas como esto.
Las dos amigas se miraron un instante. Costurina desafiante con la tunica que Mesalina contemplaba perdida en sus propios pensamientos. Las dos hadas se miraron a los ojos un instante y la misma idea les pasó por la cabeza. Ambas dejaron escapar una sonora carcajada.
-¿Me imaginas?
-Creo que el único modo de que te tapasen algo sería que las usases de sombrero.
Fiel a su idea de que la mejor manera de empezar el día era con el estomago satisfecho, Costurina había traído en la cesta suficientes magdalenas como para alimentar a todo el burdel, de todas las clases y texturas. Además de una jarra llena de chocolate, media bizcocho de manzanas y nueces, un barra de pan, mantequilla y dos tipos de mermelada. El tamaño de la boggan era inverso a su apetito, la pequeña hada parecía ser toda estomago. Comía de un modo lento, haciendo galas de unos estupendos modales pero ella sola dio buena cuenta de una bandeja de magdalenas entera y dos tazas de chocolate. Mesalina ya no podía más cuando Costurina tras haber devorado un par de tostadas decidió que le apetecía probar el bizcocho.
-¿Cómo es posible que aun tengas hambre?-Preguntó la sátira dejando su servilleta sobre la mesa. Ella ni siquiera tenía costumbre de desayunar, solía tomar un almuerzo ligero que por las horas casi era una merienda. El apetito de su amiga era algo que la fascinaba.
-Nos espera un día duro, es mejor coger energías- Respondió tras apartar su plato con gesto satisfecho.
-¿Cómo que un día duro? ¿Es que no vamos a dar una vuelta por el mercado como hacemos siempre?
-Nada de eso, me apetece romper un poco la rutina y salir de la Corte para variar. He pensado que podríamos hacer una excursión. Me gustaría coger flores para decorar el comedor de la posada.
Mesalina contempló de reojo la colección de frascos vacíos que reposaban sobre el suelo.
-Bueno estoy en mi descanso del ciclo y la verdad es que no me vendría mal ir a recoger algunos ingredientes, me saldría mas barato que ir al herbolario. ¿Cómo vamos a ir? Porque si tú idea es ir andando ahora mismo vuelvo a la cama.
-¡No¡ Tengo que enseñarte algo estupendo. ¡Vamos a la puerta¡
Lo que Costurina quería enseñarle esperaba tranquilamente a la puerta del burdel, se trataba de un carro verde de paseo, de dos ruedas, llevaba al tiro a un pony robusto de color paja, con las crines cortas que esperaba tranquilamente comiéndose la hiedra de la pared. La boggan se acercó al animal resplandeciente de felicidad y le palmeó la cabeza.
-¿Te gusta? Me lo ha regalado Nicasia.
-¿Ella? –Mesalina torció la boca sin tratar de disimular su desagrado-No la hacía tan generosa
-No se te ocurra hablar mal de Nicasia delante mía-Advirtió la boggan en un tono repentinamente seco-Nunca he entendido que tienes contra ella, puede que no tenga un carácter fácil, pero es buena a su manera. Tu solo has visto la fachada.
La sátira resopló y se mordió los labios para no hablar. Detestaba el modo en que la ingeniera trataba a Marsias. No se le escapaba como la miraba el sátiro, miradas encendidas que desbordaban cariño. No le cabía la menos duda de que sátiro amaba a la peliblanco como no había amado a nadie jamás, se daba cuenta en los pequeños gesto cariñosos que tenía con ella. Pero Nicasia era otra historia, en sus ojos solo había hielo, jamás se encendían, jamás demostraban nada, jamás hacia un gesto de acercamiento. Parecía que en su corazón no había sitio para los sentimientos y Mesalina la odiaba porque estaba seguro de que a Marsias aquella frialdad le hacía dañó. Le costaba mucho trabajo creer que la ingeniera albergase esos buenos sentimientos de los que hablaba Costurina, pero sabia que una mala réplica podía echar el día a perder y prefirió guardarse las palabras.
-¿Hay algún motivo para el regalo o siempre es así de desprendida?-pregunto tratando de sus palabras no sonasen demasiado venenosas.
-Fue el aniversario de mi primer día de sol- Respondió sin dejarle de hacerle cariños al pony-Ya sabes que siempre me regala algo.
-Pensé que solían ser cacharros mecánicos, muñecas y cachivaches de los que hace ella.
-Normalmente lo son, pero dice que a ver si empiezo a salir de la Corte. Y bueno…¿Nos vamos de excursión o no?
-Nos vamos- Contestó con una sonrisa-Voy a coger un par de cosas y vuelvo ahora mismo.
Mesalina volvió a entrar en el burdel y al cabo de un rato salió con un viejo capazo de mimbre y un paquete bastante grande metido en una funda de cuero relucientemente nueva
-¿Y eso?-La boggan estiró el cuello sin poder reprimir su curiosidad.
-Ya lo sabrás-Contestó la sátira metiendo las cosas en el carro-Venga coge la riendas y vamos a ponernos en marcha.
Tardaron muy poco en salir de la Corte, hacía un perfecto día de sol. Tras consultar la lista de ingredientes de Mesalina decidieron acercarse al bosque, estaban en temporada para recoger unas setas llamadas “uñas de troll” que la sátira necesitaba para sus potingues. Solían crecer bajo las piedras, cerca de los arroyos. A Costurina el sitio le daba igual mientras hubiese flores. Aprovecharon buena parte del trayecto para ponerse al día de los cotilleos de la Corte. Solía competir por ver cual de las dos conocía la noticia más jugosa, posadas y burdeles son lugares excelentes para soltar la lengua, aunque Mesalina casi siempre llevaba las de ganar y esta vez no era ninguna excepción. Finalmente llegaron al arroyo. Costurina dejó suelto al pony para que pastase a sus anchas y las dos cogieron sus respectivos capazos.
Decidieron parar cerca del molino, en aquella zona aun había bastante ajetreo ce carros y viajeros y no sería necesario adentrarse demasiado en el bosque. No era buena idea hacerlo, el invierno había sido duro y había vuelto audaces a los lobos, que por primera vez en años habían bajado de la montaña hasta el mismo valle. Por si los lobos pareciesen poca amenaza, otros habitantes del bosque también habían pasado hambre y estos últimos tenían menos escrúpulos que los lobos. De todos modos el paisaje allí era perfecto para una pequeña acampada; bajo unos densos almendros cuajados de flores blancas el arroyo ensanchaba su cauce y saltaba alegre entre las ruedas del molino salpicando con el agua del deshielo los primeros narcisos, que ya doblaban sus tallos bajo el peso de sus elegantes cabezas amarillas. Las hadas cogieron sus capazos y empezaron con su tarea. Al cabo de un rato Costurina tenía Narcisos de sobra para alfombrar varias habitaciones y se prefirió coger algunas varas de almendro, Mesalina no parecía tener la misma suerte, bajo las piedras solo encontró musgo y al levantar un tronco muerto, un montón de niscalos la saludaron temblorosos. Las “uñas de troll” brillaban por su ausencia.
-Bueno-Gruñó cortando las setas- Al menos esta noche podremos hacernos una tortilla. No entiendo que ha pasado, el año pasado este sitio estaba lleno.
-Tal vez se te han adelantado-Aventuró Costurina dejando su capazo rebosante de flores en el suelo.
-Lo dudo, esas setas no se comen y para aprovechar sus propiedades afrodisiacas hace falta un proceso de destilación muy largo. No sé para que iba a quererlas nadie. Lo que pasa es que la última vez vine a buscarlas con Dujal, ni te imaginas como se agradece un buen olfato para ciertas cosas.
-Si que me imagino, respecto a Dujal soy capaz de imaginarme muchas cosas –Respondió atando un haz de varas de almendro.
Mesalina se mordió los labios, había elegido un mal tema de conversación.
-Costurina…si te molesta que Dujal venga a buscarme, le diré de deje de hacerlo…No me gustaría que el gato nos distanciara.
La boggan dejó sus labores y se arrojó a los brazos de la sátira con tal ímpetu que ambas hadas rodaron por el suelo, la sátira se vio de repente metida en un torbellino de besos y flores aplastadas faltó muy poco para que las dos acabasen en el agua.
-¿Qué esto de besuquearme gratis?-Digo la sátira medio ahogada por la risa-Señorita yo para el cuerpo a cuerpo tengo una tarifa.
-Espero que el almuerzo que he traído sea paga suficiente, porque el monedero me lo he dejado en casa.
Los giros habían desecho las trenzas de la posadera. Para las jornadas de trabajo solía recogerse el pelo con única trenza, gruesa y larga, porque era mas cómodo para el trabajo, pero los días de descanso, en un pequeño gesto de coquetería se hacía dos. Ahora una cascada de pelo rubio la cubría por completo, salpicada de hojas, briznas de hierba y pétalos amarillos. Mesalina se quedó muda de asombro. Nunca había visto la melena de Costurina suelta, la cubría por completo, como un traje dorado. La boggan se pasaba los dedos entre los cabellos tratando de quitarse todo lo que se le había quedado enredado. Tratando inútilmente de arreglar aquel desastre
-¡Don del sol¡ ¿Cuánto hace que no te cortas el pelo?-preguntó la sátira cuando se recuperó del asombro
-Desde que murieron mis padres, nosotros, los boggans, hacemos el luto así-Dijo agobiada, sus ojos azules temblaron a punto de desbordarse en lágrimas.
-Desde la guerra…pero eras una cría…dios cunado lo llevas recogido no parece tan largo.
-Uso un hechizo-Gimió Costurina tirándose del pelo-Por eso me hago las trenzas. Tengo unas horquillas especiales y así no me arrastra por el suelo, ni pesa. No te imaginas lo molesto que es esto.
-¡Deja de darte tirones!
Mesalina fue el carro y volvió con su bolsita de viaje, tras hurgar un poco en su interior sacó peine de hueso con un gesto de triunfo.
-Vamos a arreglar este desastre-Dijo cogiendo un mechón de pelo de su amiga-¿Por qué no te lo cortas aunque sea un poco? Tus padres no te lo tendrían en cuenta.
La boggan se secó los ojos.
-No es por solo por mis padres, los he echado de menos cada día. Nicasia no es una persona fácil, el cariño no es lo suyo.
-¿De verdad?-Mesalina sacó una ramita seca de entre un montón de cabello rubio-¿Por que será que no me sorprende?
-No seas cruel, lo intenta. Siempre se acuerda de mis “días del sol”, se preocupó de que no me faltase nada, nada material. Pero nunca me ha dado un abrazo. Cuando tenía pesadillas se quedaba sentada al borde de mi cama y me decía que no me asustase pero ni me tocaba. A veces me leía cosas hasta que me dormía, pero me leía lo primero que pillaba. Una vez me leyó un tratado de magia geomántica. No sé como viviría antes de la guerra pero siempre he tenido muy claro que dentro de Nicasia hay algo terriblemente roto, y lo de Manx no la ayudó nada.
Pero me acostumbré ¿sabes? Me acostumbré y salí adelante. Y cuando creía que podía cortarme el pelo y empezar a vivir por apareció Dujal y me enamoré como una idiota-Costurina dio un respingo-¡Hey eso duele¡
-Lo siento-Se disculpó la sátira concentrada en sus labores de peinado-Menudo enredo tienes aquí. ¿Y que tiene que ver Dujal con tu pelo?
-Que Dujal me dio dos besos y yo me creí que estaba enamorado. Él me advirtió que no me hiciese ideas equivocadas pero creí- la boggan sollozó-Creí que con el tiempo el también me amaría, creí que al final se quedaría conmigo. Lo metí en mi cama como una tonta. Y Dujal es Dujal. Solo se quiere a si mismo. Cuando se fue me dí cuanta de que aun echaba de menos que alguien me quisiera, aun necesito que alguien me quiera. No puedo cortarme el pelo. No estoy lista para olvidar.
-Te advirtió- Dijo Mesalina tras un suspiro de resignación-Sé que no es excusa, pero si te sirve de consuelo no creo que actúe de mala fe. Tampoco quiero excusarlo, simplemente no está en su naturaleza atarse a la cama de nadie.
-¿Ni siquiera a la tuya?-Preguntó Costurina secándose los ojos
-¡Los hados me libren! No te voy a decir que no me gusta para un rato - La patacabra dividió la melena de su amiga en dos y empezó a trenzar una de las mitades- Pero él y yo nos parecemos demasiados, él no quiere arrimarse a nadie demasiado tiempo y a mi no me apetece tener a nadie pegado a mis faldas
-Dicho así parecéis la pareja ideal.
-Nada de eso, somos demasiado iguales. Acabaría en fracaso y no me gusta fracasar en nada.
Mesalina necesitó un buen rato para acabar de trenzar la interminable melena rubia y aun así cuando terminó descubrió desolada que las trenzas arrastraban por el suelo. Costurina se limitó a encogerse de hombros con resignación y ha enrollarse parte de las trenzas formaban dos curiosos moños que le daban un curioso aire de princesa de tiempos remotos.
-No creo que encontremos tus horquillas entre las flores ¿no te pesa la cabeza?
-Estoy acostumbrada-La boggan había perdido todo el buen humor de golpe, intentaba parecer tan feliz como antes, pero hablaba en un forzado tono monocorde y hasta los ojos se le habían apagado.
La sátira no quería llevarse la tristeza de vuelta a casa, se fue hasta el carro y sacó el bulto envuelto en cuero. Conocía demasiado bien a su amiga como para no saber que la curiosidad sería mucho más fuerte que sus ganas de lamentarse. No se equivocó, Costurina le lanzó una mirada fugaz, encendida de curiosidad y luego trató de disimular su interés fingiendo que buscaba sus desaparecidas horquillas entre la hierba. Mesalina ocultó una sonrisa de satisfacción y le tendió el paquete a la posadera.
-Mi regalo de tu “día del sol”-Dijo mientras le tendía el paquete
La boggan la miró sorprendida. Era un paquete alargado, no demasiado grueso, por la forma le resultaba imposible hacerse una idea de que podía ser.
-La mejor manera de que lo averigües es abriéndolo-Fue su respuesta
Costurina no se hizo de rogar, soltó los dos pequeños cierres de madera y desenrolló el cuero, tan finamente curtido y tan suave que parecía una tela oscura. Algún artesano especialmente hábil había perfumado la piel con un discreto toque a sándalo. Cuando desenrolló el paquete salió a la luz un precioso arco corto, tallado en una única pieza de hueso gris y pulido hasta conseguir arrancarle al material un precioso brillo. Era un arma esplendida, ligera y calibrada, con un discreto tallado en las puntas. Un carcaj con veinte flechas completaban el regalo. La posadera necesito un momento para reaccionar, salvo los cuchillos de su cocina nunca había sostenido un arma en sus manos, no entendía el porqué de un regalo como aquel.
-¿A que viene esto?-Acariciaba el hueso con la punta de los dedos, tan fascinada como extrañada.
-Es un hueso hecho con parte de la costilla de un leviatán-Aclaró Mesalina-Me lo regaló un marinero hace mucho tiempo y nunca lo he usado, creo que a ti te hará mejor servicio que mi.
-¿A mi?-Costurina no entendía nada-No veo como…
-Porque eres demasiado inofensiva. No te lo tomes a mal pero nosotras necesitamos dientes y garras más que cualquier macho, el mundo es cruel para nuestro sexo.
-¿Crees que esto me dará mas seguridad en mi misma?
-Creo que te divertirá. Necesitas algo que te saque de tus cacerolas y tus labores domesticas. Algo más contundente que recoger flores.
-Me gusta recoger flores-Protestó la boggan.
-Y no seré yo quien te lo impida, pero nunca está de más tener otras vías de escape…
Costurina meditó un segundo las palabras de su amiga. Una enorme sonrisa le iluminó la cara
-¿Me enseñas?
-¿Yo? No soy ningún portento y tú tienes una experta en casa.
-No creo que Nicasia tenga tiempo ni paciencia para enseñarme…
-Nunca llegué a probar ese arco…busquemos algo que sirva de diana- Mesalina no estaba por la labor de hacerse rogar.
Eligieron el tronco seco de un chopo como blanco de sus prácticas de tiro, estaba lo bastante lejos del camino como para no tener que preocuparse por las flechas perdidas, pero sin adentrarse demasiado en el bosque. Mesalina era buena tiradora, era habitual que los niños de Fuegovivo hiciesen competiciones de de tiro, poner la flecha contra la cuerda y sentir la tensión de la cuerda en los dedos le trajo buenos recuerdos. La flecha silbó al salir disparada y acertó casi en el centro de la diana, después le pasó el arma a su amiga y tras explicarle la postura básica y los trucos imprescindibles para no hacerse daño, la dejó tirar. Los primeros intentos acabaron con el proyectil tristemente caído a sus pies, cuando por fin logró disparar algunos se perdieron entre los árboles pasando de largo la diana. La boggan no se dejó llevar por desaliento, pasaron bastante rato practicando, comieron bajo los árboles. El tiempo, que siempre se pone en contra de los que se divierten, pasó volando y muy a su pesar las dos amigas tuvieron que emprender el regreso mucho antes de lo que les hubiese gustado.
De vuelta a su cocina, Costurina dejo el capazo lleno de flores sobre la mesa con desgana, aquella mañana, mientras preparaba la comida para la excursión, pensaba en lo estupendo que sería dedicar las ultimas horas de día a hacer pequeños ramos de flores. Pero ahora la idea ya no le parecía tan atractiva, volvió a sacar el arco de su funda y lo contempló encantada. Le dolían los dedos y estaba bastante segura de que acabarían por salirle ampollas, aunque la verdad es que no le importaba demasiado. Recordó que en un rincón de la despensa había una vieja diana de madera, muy machacada por el uso. Seguramente sería de Nicasia, pero hacia siglos que nadie la usaba y la boggan estaba bastante segura de que a la ingeniera no le importaría que la usase. Fue a recogerla y la colgó de la pared del patio. Aun quedaba algo de tiempo antes de que oscureciese por completo.
Las dos primeras flechas chocaron contra la pared, la tercera estuvo a punto de clavarse en el borde de la diana, Costurina dio un pequeño saltito de triunfo, recogió la flecha, respiró hondo y se concentró en el maltratado disco de madera, mirando el circulo de pintura desconchada que ocupase en el centro como si no hubiese otra cosa en el mundo. Soltó la cuerda, la flecha silbó cortando el aire y se clavó en la diana, muy cerca del centro.
A sus espaldas sonó un aplauso. La posadera se dio la vuelta tan sobresaltada e inquieta como si la hubiesen pillado desnuda en la bañera. Nicasia aplaudía, llevaba puesto su mandil de cuero y la camisa remangada hasta los codos. Costurina no tenía ni idea de cuanto tiempo podía llevar mirando, se había centrado tanto que lo demás simplemente había desaparecido, y ahora bajo la gélida mirada de su tutora, con el arco en la mano se sentía estupida, totalmente fuera de lugar.
-Excelente disparo- Nicasia solo ponía énfasis a sus palabras cuando estaba enfadada, era imposible saber si hablaba en serio o se burlaba de ella.
-Estas de broma-Dijo asombrada, involuntariamente escondió el arma a sus espaldas.
La ingeniera se acercó y la boggan no pudo dejar de asombrarse, ¿Cómo era posible que antes no hubiese escuchado el tap, tap metálico de sus pasos?¿Tan concentrada estaba?
-No era broma.¿Me dejas el arco?
Costurina se lo tendió con un mano temblorosa, sin comprender porque estaba tan nerviosa. Nicasia lo admiró en silencio un segundo, con esa sonrisa discreta que sus labios rojos dibujaban cuando algo le gustaba. Puso una flecha contra la cuerda y el disparo acertó con tal certeza en el blando que la posadera se sintió profundamente humillada, parecía tan sencillo cuando lo hacía la peliblanco.
-Un arma excelente-Murmuró Nicasia casi como si hablase sola, después subió el tono-¿Sabes que esa diana era de tu padre? Él me enseñó a disparar.
Los ojos de la boggan se abrieron como platos.
-¿Mi padre era arquero?-Preguntó asombrada-No lo sabía
-Tu padre era el mejor tirador de la Corte ¿A que te crees que fue a la guerra?¿a hacer pan?
-Bueno era panadero-murmuró confusa-Nunca hablaba de la guerra.
La nocker la contempló un momento, pareció a punto de decir algo, pero la frase murió en sus labios. En lugar se hablar volvió a tenderle el arco.
-Vuelve a intentarlo.
Costurina obedeció, la ingeniera se colocó a sus espaldas y le agarró el brazo izquierdo. Parecía que tenía las manos hechas de cuero viejo y tenia los dedos fríos. A la boggan el corazón le dio un vuelco.
-Mantén firme este brazo-Le aconsejó Nicasia- No aflojes el codo en ningún momento.
La flecha no acertó el centro de la diana pero se quedo a muy poco. La boggan soltó una carcajada y Nicasia volvió a aplaudir.
-Ya está muy oscuro para seguir con esto, pero si quieres otro día podemos seguir practicando.
-¿De verdad me enseñarías?-Preguntó Costurina casi no se podía creer lo que estaba oyendo.
-¿Por qué cojones no iba a hacerlo? A tu padre le hubiese gustado-Respondió Nicasia volviendo a su habitual tono brusco ¿Me necesitas para algo mas? Si no me necesitas me voy a mi cuarto.

-No, no vete. Guardaré la diana hasta el próximo día.

Nicasia se marchó sin decir nada mas y la posadera descolgó la diana de la pared. Había pertenecido a su padre, acarició las cicatrices que las prácticas de tiro habían dejado sobre la madera, algunas de aquellas marcas eran de su padre, que era algo más que un simple panadero. Su padre que tenía bajo su mando un batallón de arqueros, su padre que murió y la dejó sola. Dejo la diana en la pared.
Tal vez no tan sola
Costurina llamó delicadamente a la puerta de Nicasia y asomó la cabeza con cierto reparo. La ingeniera estaba sentada tras su mesa, garabateando unas cuentas.
-¿Podrías hacerme un favor?
-¿Qué ocurre?-Preguntó sin levantar la vista.
La posadera se pasó la lengua por los labios con un gesto nervioso, se quedó en silencio un segundo y por fin reunió valor. La decisión estaba tomada y tenía la certeza de no estar equivocándose, le daba algo de miedo como pudiese reaccionar su tutora, pero si se quedaba callada nunca lo sabría.
-¿Podrías cortarme un poco el pelo?- La voz le tembló al hacer la pregunta.
Nicasia alzó la vista del cuaderno y le lanzó una larga mirada inquisitiva, en la que no faltaba cierta sombra de sorpresa.
-¿Estas segura?
-Solo un poco, creo que va siendo hora. Pero solo podré si lo haces tu.
Nicasia se le señaló una banqueta.
-Súbete ahí y vete soltando el pelo. Voy a por un peine y unas tijeras.
Ninguna de las dos dijo nada. En la habitación solo se escuchaba el chasquido de las tijeras. Al terminar Costurina se rehizo las trenzas, el pelo ya no le arrastraba y al recogerlo se le quedó a un palmo del suelo. La boggan se acercó a su tutora y le puso un grueso mechon dorado en la mano.
-Es un regalo para ti-Le dijo
Nicasia acarició el regaló y se rascó la coronilla con ese curioso gesto incomodo que solía hacer cuando no sabía que decir. Costurina sonrió y sin pensarselo dos veces le soltó un beso en la mejilla. La peliblanca se quedó inmóvil un momento, tensa como si ella misma fuera la cuerda de arco a punto de romperse. Despues abrazó a la boggan.
-Me alegro por ti- Le dijo.
-¿Y tu? ¿Te dejaras crecer el pelo algún día?
Nicasia negó con la cabeza.
-Aun no-Contestó con la voz rota mientras apretaba un poco mas el abrazo sobre su protegida

6 comentarios:

Kao-chan dijo...

Ohhhh, me ha gustado mucho >/////< se me han puesto los pelillos de punta.
Una cosilla, no dejes que el pony coma hiedra a no ser que lo quieras muerto xDDDD

Lyris dijo...

¡Por fin empiezo a saber un poquito más sobre Costurina! *O*

Si es que es tierna, abrazable y achuchable. Me la comía con patatas XD

Respecto a Nicasia, cuesta pillarla, pero siempre se le acaba notando algún gesto tien-no... aunque lo demuestre leyendo un tratado de magia geomántica... (apassssionanteeee...)

¡Muchísimas gracias por este regalito de San Valentín! -estoy deseando leer el resto ^^-

Sonia dijo...

Creo que es hiedra feerica, que no es tóxica para los ponys, Kao XD, pero ahora entiendo porque nunca he visto a un caballo comerla.

A mi también me ha puesto los pelillos de punta. Cada vez me gusta más Nicasia. Algún día la pillaremos in fraganti y descubriremos que tiene corazón ^_^

Isa dijo...

¡Qué bonitooooo! ¡Qué bonito! ¡Me ha encantado! ¡Qué tierno!
Me ha gustado todo. Costurina viendo el cuarto de Mesalina como "la antesala del infierno", juas. El carrito verde de tiro con el pony (jo, qué rebonito).

Se me hizo una parte un poco brusca... que Costurina se arroje sobre Mesalina para hacerle a entender en plan amigo que no le importa lo de Dujal, lo entiendo. Luego cuando se pone a abrir su corazón... ha sido un poco rápido, aunque en su situación se comprende.

Me ha gustado un montón por el ambientazo que tiene todo, es que parecía que estábamos allí de día libre, con el sol, los narcisos y el pony.

Y otra cosa que gusta mucho es que nos has metido dentro de la cabeza de Costurina, estamos viendo el mundo como ella. Así que ve los restos de la orgía y lo desaprueba... porque es más sano dormir en cama.

La relación entre los personajes está genialmente trabajada. Se etiende perfectamente por qué Mesalina odia a Nicasia, y por qué Costurina la quiere. Y la parte final ha sido preciosa preciosa.

Me ha encantado, estoy deseando leer el próximo.

Pero "atrás" es una sola palabra :-) y ese "a" que has puesto con hache me ha escocido... Pero eso es lo de menos. Lo de más es que la historia es preciosa y llega. Y tiene un ambientazo.

Una cosa... El día del sol es el cumpleaños, pero ¿por qué jura Mesalina por el Don del Sol?

Nicasia dijo...

Respondo preguntas:
-Señora Ampara veterinaria: Los ponys faericos pueden comer hiedra, y lo único qu les pasa es que se tiran pedos malva. Que no aquí no tenemos estudios (lo cambiaré, gracias por el dato)
-Señorito Filóloga: "El día del sol" o "el primer día de sol" son los cumpleaños, en efecto. Y Mesalina jura por el "don de sol" porque ella pertenece al culto del "Fuego del corazón". Decir "Don del sol" para ellos es como decir "Dios mio"ç
Pedazo de falta de ortografía, la busco y la quito del tirón.
Me alegro que os haya gustado. Mi intención era dar a conocer a Costurina que pese a que es un personaje muy secundario, le tengo muco cariño y tiene una historia muy elaborada a sus espaldas y una complicada relación de cariño con la tutora menos convencional del mundo

Leticia Morgado Rodríguez dijo...

Costurina me gusta..tan dulce y tan inocente..pero a la vez alegre,es adorable ^^
Es tu nena rubia y pecosita verdad? q linda...
Y Nicasia,lo ultimo ha sido precioso..por muy dura q aparente ser ella en el fondo es un ser fragil.Todos keremos a Nicasia! la adoramos!
y Nicasia con sus cabellos largos y rizados debia ser preciosa...y lo será.
ya puedo imaginarla...me encanta^^