jueves, 24 de junio de 2010

El señor de los Cuervos de Invierno

Las que mantos de escarlata
lucen con regio donaire,
y las que hienden el aire
con su varita de plata.
Rubén Darío


El mediodía se coló sin ninguna compasión por la ventana del dormitorio, obligando a Willhem a abrir los ojos. Tardó un momento en reconocer al mozo que aun dormía a su lado, un chico que parecía mucho más guapo la noche anterior, con el pelo no tan rubio como había llegado a creer y unas bastas manos de campesino que, de repente, no quería recordar recorriendo su cuerpo. Se pasó la lengua por los labios, espesa y torpe, a juzgar por el sabor era como si se le hubiese muerto dentro de la boca. Se sentó en el borde de la cama y se restregó la cara con las manos intentando que su cerebro despertase al mismo tiempo que su cuerpo, era difícil, tenía la sensación de que sus pensamientos nadaban a duras penas en un puré muy espeso. Quizás fuese un acto de misericordia, no estaba muy seguro de querer recordar lo que había pasado la noche anterior.
Se puso de pié, la habitación giró violentamente y le puso el estomago del revés, tuvo que sentarse de nuevo. No estaría en aquella situación de haber tenido algunas monedas en la bolsa, entonces habría pasado el rato en cualquier burdel decente, no tendría que haberse llevado la compañía a casa y desde luego no se habría conformado con el pésimo vino que servían en las tabernas cercanas a la Puerta de Poniente. Aunque no podía negar que pasear por aquellas callejas tenía un cierto encanto primario, jugar a las cartas con los viajeros y los comerciantes, buscar una compañía fugaz, mezclarse con gente que lo miraba con reserva e incluso con cierto miedo. Entre los gentiles ciertas cosas eran más fáciles y si no lo eran bastaba con sacar la espada, normalmente la chusma de las tabernas no quería problemas con una casa noble.
Recordaba haber salido sin más dinero que unas cuantas lanzas de bronce en los bolsillos, pobre y con demasiadas ganas de juerga había acabado en una casa de juego, apostando a los dados. La fortuna no solía sonreírle y aquella vez no fue una excepción, al poco rato había perdido todo lo que tenía. La noche se presentaba terriblemente decepcionante hasta que entró en el local aquel pooka, un muchachito inquieto con unas nerviosas orejas de ratoncillo campestre, un simple con la bolsa llena que pisaba la Corte por primera vez y que quería celebrar la exitosa venta de dos vacas. Willhem, bastante achispado ya y con muy pocas ganas de volver a palacio no pudo dejar pasar la oportunidad que se le presentaba. Fue fácil ganarse su confianza, fue fácil seducirle y aun mas fácil desvalijarle. Con oro en las manos los dados fueron más emocionantes y el vino más aceptable. Eso había sido su perdición, de no haber mejorado la calidad del vino nunca habría bebido hasta el punto de llevar a aquel palurdo a sus estancias. Palurdo al que encima le debía al menos unas diez lanzas de oro.
Se enrolló las sabanas a la cintura y volvió a ponerse de pie, esta vez la habitación se quedo en su sitio y pudo acercarse hasta el aguamanil de mármol que reposaba junto a la ventana, lo lleno hasta arriba y metió dentro la cabeza esperando que aquello le despejase las ideas, casi al momento el agua comenzó a escarcharse. Cogió la toalla, se secó y derritió los pequeños copos de nieves que se le habían formado en el pelo. El espejo le devolvió la imagen de un joven de una palidez extrema, con un ligerísimo toque azul en los labios que le daba el aspecto de vivir congelado. Todo en él trasmitía frío; el pelo azul claro, los ojos como trozos de cielo helado, la piel de nieve… Pero no era solo por su aspecto, su propia mirada era glacial fija e impasible. Willhem era como un paisaje invernal, engañosamente tranquilo.

Algo mas sereno, se puso unos sencillos pantalones de lana negros y empezó a pensar que hacer. Sería muy difícil sacar al pooka de allí discretamente. No le importaba que otros nobles o incluso la nube de cortesano que pululaba por palacio, tuviesen noticia de otros de sus deslices. Esos estirados hipócritas hacían exactamente lo mismo que él, solo que ellos lavaban mucho mejor sus trapos sucios y creían que eso les daba derecho a hablar. Tal vez desconocían que en el Palacio de Cristal de su majestad Silvania todos eran tan trasparentes como algunos de sus muros. Apenas ninguna de sus escandalosas conductas eran capaces de escapar de la red de espías y cotillas, lo que los diferenciaba era que él sus opiniones le preocupaban realmente poco, lo único que le impedía llevar su estilo de vida de cara al público era su padre. El señor de TocaEstrellas no toleraba que nada manchase el honor de su casa, aunque su hijo consideraba que o bien su padre tenía la memoria muy corta en la referente a sus propios actos o lo del honor intachable solo afectaba a sus hijos. “Tal vez mi señor padre considere que su comportamiento en la guerra fue intachable, debería hablar con los otros Señores del Alto Consejo, a ver que opinan ellos al respecto. Seguro que si supiese lo que sé yo se sorprendería bastante” Pero Willhem no tenía tiempo para rencores familiares. Esos los resolvería a su debido tiempo, ahora la prioridad estaba en deshacerse de aquel tipo sin demasiado escándalo. Estaba claro que no podría hacerlo solo y al pensarlo sintió que lo invadía una enorme apatía.

El pooka dormía placidamente acunado por el vino, era bastante obvio que no estaba acostumbrado a beber y que si lo dejaban dormiría un rato más. Si le pasara una daga afiliada por el cuello el desdichado ni siquiera se enteraría del momento en que dejó de respirar, podría dejar el cuerpo en la cama hasta la noche y quitárselo de encima mucho mas tranquilamente cuando todos durmiesen, tras haberse ocupado de todos sus compromisos. Desgraciadamente siempre existía la posibilidad de que lo descubriesen y las consecuencias por un asesinato siempre eran peores que las de un simple desliz con un gentil. Solía decirse que desde que la reina gobernaba los gentiles habían ganado ciertos derechos elementales pero la realidad era que los nobles habían perdido privilegios. En los viejos tiempos antes de la guerra, nadie se habría preocupado por la suerte de un labriego y él no tendría que estar allí malgastando diplomacia con alguien tan vulgar. De nada valía pensar en eso ahora, los viejos tiempos eran solo un montón de historietas que ciertos ancianos recordaban con una mezcla de nostalgia e indignación. Willhem pertenecía a otro momento, el presente, y tenía obligaciones, así que no le quedaba que mas remedio que afrontar sus problemas. Se sentó en el borde de la cama y paseó su dedo corazón, helado como un carámbano, delicadamente por la espalda del pooka. El hada se estremeció y abrió los ojos. El elfo adoraba la expresión de ese momento; la inocencia que ronda en los rostros el instante antes de regresar a los recuerdos le transmitían una extraña serenidad, un deseo terrible de olvidar él también, de dejarlo todo atrás y empezar otra vez.

-Señor-Murmuró el pooka con una sonrisa avergonzada

“Que joven suena su voz” Pensó obligándose a tensar los labios en una sonrisa amable.

-Dulce despertar, querido- Le respondió recostándose a su lado-Me temo que ambos hemos holgazaneado mas de lo debido.

-Perdonadme mi señor, nunca duermo hasta tan tarde pero no estoy acostumbrado al vino-El hada se incorporó de golpe, mirando a su alrededor con la inquietud propia de los ratones. Movió los delgados bigotillos con un gesto nervioso.

-No te disculpes soy tan culpable como tú, creo que yo estoy menos acostumbrado al vino de lo que esperaba.- Acercó su rostro al del pooka con un gesto cómplice y le acarició el pelo-Además quien querría salir de la cama en tan buena compañía.

El ratoncilló bajó la cabeza con las mejillas encendidas.

-No creáis que suelo frecuentar las tabernas. Casi nunca entro en ninguna, pero esta vez no me arrepiento.

-Por supuesto, los buenos chicos como tu no entráis en esos sitios. Y menos a semejantes horas, simplemente anoche tuve suerte-Contestó encogiéndose de hombros- Pero toda suerte toca a su fin y tengo obligaciones de las que debo encargarme, igual que tu seguramente.

-La verdad es que debería volver a casa…-Reconoció cabizbajo- Pero no puedo volver sin el dinero, mi señor. Madre me mataría.

Willhem tiró de una cuerda plateada que había cerca de la puerta, a lo lejos se escuchó el repiqueteó de una campanilla.

-Por supuesto, es algo que tenemos que arreglar de inmediato. Yo tengo algo de prisa, pero voy a llamar a mi mayordomo, es mi mano derecha para estos asuntos, designado directamente por la reina.

El elfo empezó a vestirse apresuradamente. Se puso una camisa de algodón blanco y encima una sencilla túnica de terciopelo negro, si mas adorno que el emblema de la Casa de TocaEstrellas, una estrella solitaria en la cumbre de una montaña escarpada, bordada en plata sobre el pecho. Nunca se consideraba totalmente vestido hasta que no se ceñía el cinto de la espada y acariciaba la hebilla de metal negro. El pooka se apresuró por imitarle y recogió su ropa del suelo, incluida su bolsa vacía. Ambos estaban presentables cuando llamaron a la puerta.

-¿Podrías abrir querido?-Rogó mientras se calzaba una bota.-Es mi mayordomo, Dalendir.

Willhem estaba sentado en un escabel bajo y se giró para ver la expresión de Dalendir. No había mentido, el jovencito que se quedó clavado por la sorpresa ante la puerta era realmente su mayordomo y tal como había dicho había sido designado para ese honor por la misma reina como gesto de cortesía y afecto hacia su familia. Aunque el sidhe no entendía que honor había en tener a un mestizo con sangre goblin como criado. Dalendir tenía el pelo de un feo rubio verdoso del que asomaban orejas demasiado largas, y pese a que su piel era rosada y sus ojos no tenían el fondo negro de los duendes ni su repugnantes iris ambarinos, no podía evitar esa forma de mirar, inquisitiva y vagamente inquietante que caracterizaba al Pueblo de las Minas. Era pequeño y fibroso, de aspecto ágil. No podía negar lo que era, pese a su cara infantil y la belleza de sus rasgos elficos. “Alguien se divirtió con quien no debía” Pensaba siempre al verlo. El muchacho era bastardo de alguna casa noble y su padre, o tal vez su madre, lo trajo consigo tras la guerra. Los motivos que habían llevado a Silvania a aceptarlo bajo su protección eran una incógnita, aunque desde luego Willhem si sabía porque era su mayordomo. La reina lo cedió a su padre como pago por sus servicios a la corona, como ayudante para su heredero y estaba muy seguro de que la tarea de Dalendir era mas vigilarle que servirle.

El mayordomo superó con perfecta diplomacia la sorpresa de encontrar al pooka en los aposentos de su señor, a fin de cuentas aquel tipo de percances no eran del todo infrecuentes, entro en la habitación y se dobló en una perfecta reverencia.

-Ya puedes levantarte, querido Dalen.

-Gracias mi señor- Contestó en tono neutro al tiempo que se enderezaba

Willhem se dirigió a su escritorio, cogió la pluma y escribió "Escuchad su historia, dadle lo que pida", después estampó su sello y le entregó el pliego al pooka

-¿Qué es esto? –Pregunto el ratón manoseando el papel

-Una letra de cambio, lo que tienes entre manos es tu dinero. ¿Ves que llevas mi sello? Dalendir te indicará donde debes ir a cobrarlo.

Lo que el mayordomo no sabía es que aquel prestamista, un leprechaunt que vivía en una buena casa cerca de la Plaza del Mercado y Willhem tenían un trato: El prestamista se libraba de acreedores, habitualmente sin pagarles ni una miserable lanza de cobre. A cambio él solía ayudarle en sus negocios prestando su firma en los documentos de paso de mercancías, de este modo el mercader solía ahorrarse sustanciosas cantidades en impuestos. El leprechaunt agradecía muchos estos favores y era terriblemente eficaz librandolo de sus deudas. Mas de una vez habían aparecido flotando en el río hadas que insistían en recuperar su dinero-

-Pero señor…-El hada quiso protestar.

-No, no hace falta que digas nada. Dalendir, asegúrate que dan de comer a mi pequeño amigo, luego dale la dirección de mi prestamista y guíalo fuera de palacio.

-Es un placer estar a vuestro servicio-Respondió el pequeño Dalendir con una nueva reverencia, aunque el tono glacial de su voz no decía lo mismo.

El mestizo le hizo un gesto amable al pooka para indicarle la salida. Ante la puerta el pooka se giró y miró a Willhem con unos ojos que empezaban a entender su triste suerte.

-¿Os volveré a ver, mi señor?

-Por supuesto- Mintió con su sonrisa mas imperturbable- No lo dudes.

Cuando la pareja dejó la habitación se sintió extrañamente liberado, calculó el tiempo necesario para no tropezarse con ellos por los pasillos mientras terminaba de vestirse. Lo último que se ponía siempre era un colgante de plata blanca con forma de pluma, aquella era su enseña personal y confiaba que algún día sería el escudo de su casa. Rozó el adorno con los dedos y sopló sobre el una brisa gélida. Algún día los astros de TocaEstrellas se apagarían y sobre su cielo solo quedaría el planear de hermosas plumas de nieve.
Salio de sus aposentos. Las estancias de su familia incluían un pequeño torreón donde se cuidaba una de las más estimadas tradiciones de sus antepasados. Era una construcción sencilla, circular, con dos anillos de saeteras que no habían sido construidas para ninguna guerra sino para permitir entrar y salir a los enormes cuervos que reposaban en sus perchas. Los TocaEstrellas siempre habían criado estas aves, a ojos ajenos no tenían ningún propósito, ni mensajeros, ni aves de presa, los pájaros iban y venían a su antojo. A Willhem le habían explicado miles de veces que aquellos pájaros eran los herederos de la bandada de cuervos que salvo a la primera sidhe de TocaEstrellas, Alysse AlmaEscarcha en la batalla que la llevaría a conquistar las montañas que luego serían su hogar. Tal vez fuera cierto, tal vez no. Eran eso y mucho más. Él los adoraba, criarlos era una tarea que no encargaba a nadie, los alimentaba y cuidaba, incluso cuando estaban muy enfermos. Los conocía a todos y era capaz de diferenciarlos con un solo vistazo. Hizo bocina con las manos e imitó perfectamente un graznido ronco, de su percha bajó una hembra gigantesca, totalmente blanca con los ojos como dos gotas de sangre y el pico gris, salteado de vetas oscuras como si fuera de roca. Ella y sus hijos eran orgullo de Willhem y el motivo por el que todos lo llamaban “El señor de los cuervos de invierno”. Cuando se posó sobre su hombro le dio un trozo de manzana seca.

-Hola Ventisca-Le dijo acariciándole el pecho

El pájaro graznó y le picoteó una oreja con fuerza. Ambos salieron de la torre, era día de consejo y fiel a su costumbre él se retrasaba. Lo que su padre llamaba “asuntos de estado” no eran mas que las pantomimas de alguien que no se daba cuenta que no tenía nada sobre lo que gobernar. Eran señores en el exilio y de la grandeza de la que tanto le gustaba hablar a su padre no quedaba más que lo que la cortesía de la reina les permitía conservar. Sin embargo el Alto Señor de TocaEstrellas, Gelión de los picos de Ondolir se aferraba a títulos y honores que no valían nada, a un ceremonial ridículo que solo servía para apaciguar su orgullo. Parte de este ceremonial incluía una reunión en la “Sala del Consejo” cada cinco días. Tal vez en sus buenos tiempos, allá en la vieja fortaleza de la reina, estas reuniones fueran algo imponente, con vasallos y consejeros llenando el salón del homenaje. Pero para Willhem aquello era historia antigua, él era hijo del exilio y solo había conocido la modesta sala de palacio donde se reunían unos pocos y ancianos nobles menores tan venidos a menos como ellos mismos, algunos consejeros fieles y un par de criados. Destellos del antiguo esplendor, normalmente se sentaba con cara de circunstancia junto a su padre y luchaba por no bostezar, casi nunca había abierto la boca en uno de aquellos consejos si no era para hacer un comentario hiriente.

Ese día la sala del consejo estaba vacía, su padre estaba sentado presidiendo la sala, pero no llevaba su armadura de ceremonia sino un sencillo caftán plateado con pequeñas estrellas bordadas y su única compañía eran su señora madre y su hermana mayor Arminta. Willhem sintió que un escalofrío le recorría la espalda, algo pasaba, las mujeres no tenían derecho a formar parte del consejo. Su padre seguía esa vieja regla a rajatabla al igual que otros nobles, pese a que al hacerlo desobedecían abiertamente a la reina. El sidhe contempló la escena, especialmente a Arminta. Su hermana era una belleza largamente celebrada en la Corte, siempre vestía de riguroso negro, guardando el luto que toda su familia debía llevar por sus tierras perdidas. Pese a ello se las arreglaba para estar deslumbrante, había aprendido a sortear con gracia el obstáculo de no poseer apenas joyas con las que arreglarse, lo remendaba con peinados extravagantes y una elegancia que había cosechado no pocas envidias en la Corte. Pero ni siquiera ella había tenido tiempo de arreglarse demasiado, llevaba su larguísima melena blanca suelta sobre los hombros le caía por la espalda hasta la cintura como un manto de nubes y su vestido cumplía demasiado las reglas del decoro. No era nada normal en ella. Lo único habitual era su mirad de rapaz, ávida y cruel. Los hermanos se miraron con estudiada hostilidad, Arminta era mayor que él, pero nunca poseería un titulo que él despreciaba. Alysse AlmaEscarcha habia sido la única señora de TocaEstrellas.
Su madre, una mujer menuda y discreta, parecía, como siempre, demasiado nerviosa. Desde hacía mucho tiempo hacía una vida retirada y tranquila “Ya luché mis batallas” solía decir, se escudaba en ese frase para no aceptar ninguna obligación desde hacía años y gracias a ella había podido desentenderse hasta de criar a sus hijos. Seguramente su presencia allí era meramente formal. Miraba a su alrededor con aquel eterno aire de indefensión suyo, como un gorrión rodeado de aves de presa, retorciéndose las manos sobre el regazo.

El elfo hizo una reverencia corta y formal, no le apetecía doblar el lomo ante su familia más de lo necesario.

-Señores padres, hermana.

Su padre lo miró con el disgusto de quien calibra una mercancía dudosa.

-Llegas tarde-Se limitó a decir mientras ocupaba su lugar en el sillón del consejo.

Willhem no pudo dejar de observar que su hermana había ocupado su asiento. “Puedes quedártelo si tanto lo quieres” Pensó. Se sentó junto en frente de su padre. De igual a igual y disfruto al ver la expresión contrariada de Arminta al ver que le pasaban por alto lo que en cualquier otra ocasión sería una impertinencia.

-Hoy podría ser un gran día para nuestra familia y te presentas tarde. Supongo que tus únicas prioridades son las tabernas.

-Las tabernas me gustan tanto como a cualquiera, padre, pero de saber que la familia iba a reunirse hoy, anoche me habría acostado temprano. Hace falta estar muy descansado para sobrellevar tanta dicha.

Su padre ignoró el comentario. Sentado en su imponente trono Gelión de
TocaEstrellas parecía pequeño, que no llevase la armadura, una pieza magnifica de plata adornada con pequeños cristales tallados que brillaban como el hielo bajo el sol, no le favorecía. Willhem recordaba a su padre en la guerra, montando un corcel enorme, con el mayal en la mano. Entonces era una estampa magnifica y terrible que sus enemigos aprendieron a temer, entonces aun no le había perdido el respeto. Hoy pese a que la estampa: alto, de hombros anchos, con el pelo blanco recogido con una simple diadema ceñida a las sienes y los unos feroces ojos grises era muy parecida a la de sus días de gloria algo había cambiado, el tiempo y las decepciones se cobran un precio, incluso en los elfos de la vieja sangre y con el paso de los años Gelión se fue volviendo cada vea menos imponente a ojos de su hijo, hasta que al final era solo el esqueleto de su vieja gloria.

-Padre- La voz de Arminta era un arroyo de miel deslizándose sobre el filo de una espada-¿A que se debe esta inusual reunión? Imagino que no nos has convocado a madre y mí para pedirnos nuestra opinión sino para anunciarnos algo. Supongo que hablo por las dos al decir que estamos deseosas por conocer cualquier noticia que tengas que compartir.


Willhem sonrió para sus adentros, su hermana temía que la noticia a revelar fuese la de su compromiso. Nada lo hubiese complacido más que verla encajar semejante impresión pero dudaba que se tratase de eso, no habría sido necesario esquivar a amigos y consejeros para tratar ese asunto

-Perdimos nuestras tierras ancestrales en la Guerra de las Tres Noches-Dijo Gelión contemplando a sus hijos-Antes de la Guerra de la Reina Durmiente, antes de que vosotros nacieseis. Desde entonces hemos rodado mucho, de corte en corte, dependiendo de la hospitalidad de otros, como si fuésemos señores menores, mientras los goblin infectaban lo que nos pertenecía.

El sidhe se tapo la boca con la mano y ahogó un bostezo. Conocía esa historia y le aburría hasta la desesperación. “Tu perdiste la guerra y las tierras, tu erraste, tu mendigaste, tu aceptas casarte con la heredera de una casa insignificante para tener al menos donde estar parado. Tú, no yo” Pensó hastiado, odiaba que su padre extendiese su vergüenza a toda la familia. Quizás no hubiese sido tan malo, recordaba su infancia en el diminuto feudo de su madre como un lejano y feliz periodo de su vida. La casa de AureaSombra era modesta y su castillo una simple torre del homenaje en mitad del bosque, era un lugar tranquilo, sin grandes sobresaltos ni obligaciones, lleno de gente simple y amable. Pero a Gelión no le bastaba aquello y sin escarmentar por haber perdido una guerra se metió en otra, y de nuevo no la ganó. Willhem siempre le había reprochado aquello en secreto. Las tierras de su madre, la existencia apacible, los gloriosos días a cielo abierto. Todo lo que perdieron por el orgullo herido de su padre.

-Eso lo sabemos, padre-Dijo cáustico mientras se servia una copa de agua con limón, le supo a rayos pero al menos dejo de sentir la lengua pastosa como un gusano muerto-Ahórranos la historia reciente.

-Hay historia aun más reciente que deberían hacerte callar a ti y mostrar un poco de respeto por tu padre. Al menos yo perdí mis guerras luchando, no intentando asesinatos por la espalda- Le respondió Gelión en un tono helado que no dejaba entrever ninguna emoción.

Arminta sonrió al escuchar aquello y Willhem se mordió el labio inferior.

-Siempre he sabido que recuperaríamos TocaEstrellas algún día, que volveríamos a nuestra grandeza, he esperado el momento y he vigilado. Tal vez no ha sido en vano, los cuervos dicen que hay piras fúnebres en los alrededores de la montaña, que los arroyos escupen cadáveres. Algo les ocurre a los goblin de la Ciudad de Piedra.

-Tal vez estén sufriendo alguna plaga-Dijo Arminta

-Los goblin no enferman fácilmente, tal vez los cuervos se equivocan…-Observo Willhem extrañado.

-Tal vez, pero ellos dieron la primera voz de alarma y después llegaron los informes a la mesa de la reina para confirmarlo.

Willhem tuvo que reunir fuerza de voluntad para mantenerse en silencio, no quería parecer demasiado interesado.

-Pensaba que nadie conocía la ubicación de la Ciudad de los goblin- Arminta no tenía ninguna intención de disimular su interés, ella siempre había querido recuperar su posición de gran dama.

-Saben que se esconden en las montañas, pero es casi lo mismo que no saber nada. Nunca se han podido encontrar las entradas. La ubicación exacta solo la conozco yo.

-Padre, conoces la ubicación del antiguo palacio, como la conocemos todos, pero esas entradas fueron selladas y hoy día nadie sabe como entrar, ni cuantos goblin hay, ni siquiera donde viven. Las montañas son enormes y unas cuantas hogueras no quieren decir nada.- Willhem apenas se podía creer lo que estaba oyendo

-No te corresponde a ti decidir si es importante o no, te corresponde averiguarlo. Quiero saber que si realmente ocurre algo TocaEstrellas, quiero saberlo antes que nadie y a tu serás quien me lo diga. Yo no puedo husmear demasiado lejos sin levantar sospechas, pero tú no haces otra cosa que vagabundear por los burdeles, nadie se extrañará de verte entrar y salir. Nunca has sido discreto.

-Gracias padre- Respondió-Supongo que es un halago.

-Siempre has sido una vergüenza para mí y para tu madre. Es la última oportunidad que te doy de demostrar lo contrario.

-Eres generoso, continuamente me estas ofreciendo oportunidades que no te pido. Supongo que es más fácil asumir mis fracasos que los propios.

Gelión se puso de pie y alzó la mano, Willhem no tuvo oportunidad de reaccionar, escuchó las palabras retumbando por la sala casi al tiempo que salía despedido varios metros, el sillon se hizo añicos a su alrededor y el rodó por el suelo en medio de una nube de madera astillada. Cuando abrió los ojos su padre estaba en pie y avanzaba hacía él, tenía las manos envueltas en luz azul y el rostro congestionado de odio. Aquel era el Señor de TocaEstrellas que él recordaba.

-¡Fuiste tu ¡! Tu y estupida altivez lo que desequilibró la balanza de la Guerra en nuestra contra! ¡Lo que hiciste nos obliga a ser mascotas de Silvania ¡!Tuvimos que abandonar las tierras de tu madre¡¿O tal vez quieres volver a las Puertas del Viento? Seguro que los Guardianes se alegran de verte.

El sidhe escuchó las palabras de su padre mientras la rabia le crispaba los puños. Se llevo una mano a las costillas, resentidas por el golpe y la otra a la espada.

-No te atreverás…-Gelión dicho aquello con un tono de desafió y casi una chispa de alegría en los ojos.

Willhen desenvainó la espada y al mismo tiempo la voz de su padre se alzó como el teñido de una campana. Pero no paso nada. Ninguno de los dos sidhe pudo moverse, estaban envueltos en luz dorada, extraños insectos atrapados en ámbar. La sombra de su madre se extendía desde sus pies hasta ellos, volviéndose espesa como la melaza. La dama tenía la mano izquierda sobre el corazón y la derecha alzada en un puño.

-Gelión no castigues a tu hijo-Rogó, la voz de su madre siempre parecía temblar de miedo- Has dicho que ibas a darle una oportunidad. Hazlo y después ya podrás actuar en consecuencia.

Gelión bajo la mano. Willhem tardó un poco más en volver a guardar la espada, pero en cuanto lo hizo la sombra los dejó libres.

-Dale las gracias a tu madre. Y ahora ve a hacer lo que te he pedido.

Willhem se dio la vuelta y salio de la sala sin mediar palabra. Camino por el pasillo con la misma tranquilidad que si volviese de rondar a una dama, saludo a cuantos se encontró por el camino con una suave sonrisa y al llegar a su habitación sacó la espada y atravesó con ella el respaldo de una silla. Fue consciente de aquel primer momento pero después la rabia lo cegó por completo, destrozó todo lo que puso a su paso casi sin darse cuenta. Arminta lo encontró en medio de un remolino de plumas provenientes del colchón, jadeando aun con la espada en la mano. La Dama miró a su alrededor.

-Tendrás que explicar que ha pasado en tu cuarto. Parece que se ha desencadenado una tormenta aquí.

-Lárgate-Le ordenó Willhem-Eres la última persona a la que me apetece ver.

-Pensé que ese sería padre.

Su hermano se giró hacia ella.

-Lárgate por tu propio pie ahora que aun puedes.

-No me das miedo, eres tu quien debería estar asustado. Aquí no está madre para salvarte.

Willhem se lanzó sobre su hermana, Arminta lo infravaloraba. Era más rápido y mas fuerte que ella. La cogió por el cuello y la colocó ante la ventana.

-Madre no me protege a mi, sino a padre.

-No me das miedo, eres patético hasta cuando te sales de tus casillas- Le dijo antes de escupirle.

Hubiese sido fácil lanzarla al vació, lo complicado sería dar explicaciones que nadie creería. La soltó y retrocedió dos pasos.

-¿Sabes que voy a hacer? Voy a devolveros a todos a esa montaña asquerosa, para que os peléis el culo de frío en las ruinas del palacio. Y tú date prisa en abrirte de piernas para algún noble no tan viejo como para darte un hijo. En cuanto tengas descendencia le daré a él el titulo de heredero que tanto deseas.

-Podrías dármelo a mí ahora, podrías hacer que padre te repudie.

-¿Y darte ese regalo? Jamás, No serás Señora de TocaEstrellas, tendrás que conformarte con ser esposa y madre. Nunca tendrías otra cosa.

-No quieres ese titulo.¿Qué te importa?

-Es verdad, no lo quiero- Willhem se subió al alfeizar-Pero me gusta demasiado humillarte.

Saltó al vació antes de escuchar la respuesta de su hermana, el silbido del aire en sus oídos ahogó los gritos, desde la ventana de su habitación había una buena caida. Rozó la pluma de plata y sintió a Ventisca volando hacía él, el pájaró se colocó a su espalda con un graznido, sintió sus garras arañarle la espalda y después aquella tensión familiar en los omoplatos, el rasgar de la ropa. El cuervo blanco había desaparecido y Willhem planeaba sobre la Corte con dos hermosas alas blancas.

14 comentarios:

Lyris dijo...

Pero qué remal me cae este tío, joé XD. Eso sí, toda la familia tiene su puntito atrayente porque son malos malísimo pero están wenos, wenísimos (evitando la explicación psicológica-freudiana que es muy larga y esta noche estoy en plan perro)
Pasando al tema del señor Will: mmm... ¿ahora se va a ir de vacaciones a la ciudad de Piedra también? Los pobres -sic- goblins van a acabar poniendo cartelitos por todos lados de "prohibido visitantes indeseables". Aunque tampoco creo que les queden demasiados efectivos para ponerlos después de la carnicería que armó el tío majo de Patrick.

PD: ¿el Pooka acabará "recuperando" su dinero o más bien con el gañote cortado en algún callejón oscuro?

PD2: ¡las enfermas yaoistas exigén más y más detalladas escenas de Will pasándose por la stone a inocentes haditos! ¿Y ya sabes que el público manda, beibe! XDDDDDDD

Nicasia dijo...

A ver Willhem no fue un personaje pensado para caer bien, la verdad. Así que bueno me alegra mucho que te caiga mal.
¿Pero que te hace pensar que willhem va a TocaEstrellas my friend? Bueno piensa lo que quieras, ya sabes que yo luego hago lo que me da la gana.

En cuanto a las yaoi fan, conmigo lo tenéis duro. Porque no soy muy de poner sexo solo poner...ademas ya tenéis miles de fics donde desfogaros por ahí, no me necesitáis mi torpe narrativa para esas cosas

Sonia dijo...

A mi me siguen encantando tus descripciones y sobre todo los hechizos. Caray, leyendo como los efectuan casi me parece posible intentarlo. Lo de las alas al final ha sido glorioso.

Pues hombre, el problema con Whilem es que si nos sacas su triste historia con familia indeseable e infancia infeliz al final conseguirás que hasta nos caiga bien y todo así que más vale que empieces a darnos motivos para odiarlo, que yo en este momento creo que haría un genocidio completo de la casta de los TocaEstrellas con la posible excepción de la madre... Pero ya veremos, ya veremos...

Anónimo dijo...

Pues yo te diré... que me encanta el título, ea, ya está, que lo he visto y he pensado... cojonudo! no sé qué es lo que es, pero me encanta.
Al igual que me gusta leerte condená! Te escribí un comentario en tu anterior entrada (que me parece que no se publicó)diciendo que yo admiro a los que pueden escribir literatura fantástica, pues yo soy totalmente incapaz de hacerlo, realmente no es fácil inventarse un mundo y describirlo y hacer creer a los demás, por un momento que ese mundo podría ser posible. Realmente lo que haces es admirable.

Nicasia dijo...

Pues te agradezco ese cumplido muchísimo. Me pones colorada, supongo que eso depende de la persona, a mi me cuesta mucho escribir historias reales y cotidianas. Admira a la gente que es capaz de escribirlas y conseguir que sean interesantes.
Supongo que lo de "a cada uno lo suyo" se aplica en la literatura como en cualquier otra parte.
Por cierto ¿Quien eres?

lola dijo...

uich, se me olvidaba presentarme... soy la lola de marras.
Ah! y yo no quiero sexo homosexual porque sí (ni homosexual ni del heterosexual) que soy muy puritana y me escandalizo!

Nicasia dijo...

hola Lola, no te preocupes, aquí tu castidad y tu honra están a salvo (creo)

Leticia Morgado Rodríguez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Leticia Morgado Rodríguez dijo...

jajjajajajjaj Me ha encantado concha! jejejjeje creo q wilhem va a empezar a tener mas fans eh? por lo menos de mi XD pero pobrecito el pooka, dejalo vivir malvada!

Tus hombres siempre tienen un atractivo misterioso q me encanta...desde el guadian de las puertas del cielo tan romantico...hasta los malignos wilhem e ismail jjjejejee oohh q hombres! wilhem empieza a dar morbillo eh?
Bueno concha sabes? te contare un secreto jajajaj esq siempre me suelo enamorar de los malos ,esos q siempre son incomprendidos , y hacen las cosas malas ,pero que luego muy muy en el fondo tienen algo de corazoncillo...
jajjaja y la escenita yaoi... umm... sexo sexo!jjaja ha estado bien ^^(ya entiendo el porke de tu nick del mesenger d dias XD)
Bueno ya nos dejas con la miel en los labios maligna! keremos mas!
mas y mas! escribe! o sacare el latigo! escribe maligna!
besos!

Isa dijo...

Los Tocap....as deberían llamarse, serán guapísimos pero dan ganas de arrearles de tortas a todos... Buena parte del asco que da Wilhelm es que con dos pinceladas has conseguido describir al pooka, y que le tengamos cariño, o al menos penita y compasión.

Dicho esto, capítulo muy bien escrito, Wilhelm muy bien presentado como el gilipollas decadente y trepa que es... Aunque me molaría que algún día aprendieras a escribir los nombres de tus personajes, que lo llevas llamando Willhelm todo el capítulo, Wil-helm, "casco" de Will :-)

Dicho esto: genial el detalle de que el agua se escarche cuando mete la cabeza. Genial el detalle de que Wilhelm de verdad se llega a plantear qué "fácil" sería degollar al pooka, y todo por ahorrarse el "esfuerzo" de soltar tres frases amables. Tendrás que explicar muy bien qué poderes tienen los nobles para seguir gobernando, porque tal y como los describes es que no se salva ni medio.

Muy bien descritos física y psicológicamente los Tocaestrellas. Arminta es muy interesante, pero ya podría contestarle mejor a Wilhelm. El padre de Wilhelm es tonto, con un hijo así, yo le habría desheredado en favor de la chica hace años (de hecho, no estaría de más que se planteara u ocurriera).

Una cosa: si Arminta es "elegante", no debe llevar peinados "extravagantes", eso va reñido con la elegancia. Di que lleva peinados bellamente elaborados, me la imagino con lindas trenzas, lazos y flores, todo muy entrelazado y detallista, no con un peinado raroncho y llamativo. Vamos, que si es elegante debe de llevar variaciones lindas de algo así:

http://www.dreamweaverbraiding.com/braid_examples/braid_examples_classics.htm

Algo como éso, pero con parte del pelo suelto, y flores o lazos, pero no mucho, o sea, elegante sin ser cantosa, que es de lo que va ya que lleva luto perenne por las tierras perdidas. Pero "extravagante" no puede ser:
http://www.google.com/images?hl=es&source=imghp&q=peinado+extravagante&gbv=2&aq=f&aqi=g1&aql=&oq=&gs_rfai=

O es elegante o extravagante, las dos cosas no se puede (anda que no me pongo puntillosa, te quejarás de crítica, que ésta va hasta con fuentes contrastables :-).

Sigue escribiendo, que todos queremos saber cómo continúa la historia... Ya sé que estás en una parte difícil, pero sigue en cuanto puedas, que verás como cuando te quites eso de encima sólo queda lo mejor (o eso espero...)

Syney dijo...

Sí señor!, una familia la mar de unida, a cada cual más buena persona...pero como son elfos se les perdona todo *x*

Me ha gustado leer sobre Wilhem y conocerlo un poco más(y de paso saber que Azlon no es el unico elfo arruinado del mundo XD), lo cierto es que aunque no me cae bien es un personaje muy interesante

Sir Eduard Goldwing dijo...

Ohhh... y mas personajes a la historia... y enredando mas el mundo de la corte... !Me encanta!!!!
Sobre los personajes, lo siento por las féminas del blog.. pero a mi Willhelm me cae faltal.. Es un pijo mimado y desgraciado, que muerde la mano que le da de comer.
Con el comentario de Isa he llegado a imaginarme a Arminta con el peinado de Ami Winehouse XDDD... por favor lilith aclara el peinado de la elfa porque es que desde entonces no puedo dormir sin imaginármela XDDD
Y sobre la entrada del blog en general... me ha encantado. Has metido a una familia con mas posibilidades que los simpson jejeje... estoy ansioso de ver como se suceden los acontecimientos a partir de ahora...
Y como siempre digo..
Sigue escribiendo!!! que no nos puedes dejar así mucho tiempo... que nos tienes mal acostumbrados XDD

Nicasia dijo...

Me alegras que la familia de TocaEstrellas os guste (o no). A mi Will tampoco me cae demasiado bien, lo tengo por una especie de Ricardito Bofill elfico. Pero es que todos los personajes no pueden ser maravillosos, sino menudo rollo

Er-Murazor dijo...

Caramba, aquí hay más violencia que en el capítulo publicado en papel. Eso o estoy perdiendo la memoria, no recuerdo así el encuentro entre Gelión y su hijo.

Si lo que pretendías es que cayeran mal, por cierto, ya te digo que conmigo lo conseguiste.