sábado, 28 de agosto de 2010
Diez años no son nada
Conozco a mucha gente que piensa que el amor es una farsa, que no dura y que eso de las relaciones monogamas de larga duración son solo una convención social desfasada e hipócrita. Esta gente me puede besar el culo. A ver, respeto todas las formas de relaciones personales o sexuales siempre que sean mutuamente consentidas, pero tampoco voy a negar que me jode que alguien me mire por encima del hombro porque ella se considera moderna y liberada. No actuo por ningún motivo moral o religioso, quizás las cosas fuesen muy distintas de no haber dado con la persona correcta. Es fácil de entender: simplemente no necesito nada más, no me apetece experimentar. Cuando uno come bien en casa, no le hace falta visitar un Burger King, sobre todo cuando ya has probado las hamburguesas…
No hay modo fácil de resumir diez años de relación sin correr el riesgo de ponerme sentimental, o aun peor cursi, y la verdad es que no creo que os apetezca leer mis chorradas amorosas. Os libraré de eso. De todos modos no hay manera satisfactoria de resumir estos años, no puedo contaros las risas (es lo que mas me viene a la cabeza, lo mucho que nos reímos juntos), la complicidad, el cariño y ese necesidad de llegar a casa y preguntar “¿Qué tal el día?”.
No tengo el modo de contaros lo que han sido estos diez años con el friki que vive conmigo (más sorprendente aun, que pretende seguir viviendo conmigo) Solo puedo deciros que estoy sorprendida, que entiendo muy bien la canción de Paul McCartney, porque me siento así, sorprendida de necesitar a alguien de este modo, sorprendida de la capacidad que aun tiene un pequeño gesto suyo para subirme la moral, para alegrarme el día, sorprendida porque digan lo que digan el amor perdura si sabes cuidarlo.
Bueno tenéis que perdonarme, no me explico demasiado bien, aun me queda mucho por aprender, quizás pueda hacerlo algo mejor dentro de otros diez años.
viernes, 6 de agosto de 2010
Fantasmas y sombras
Lo palpo todo:
hierros, urnas, altares,
una antigua vasija, retratos carcomidos por la lluvia,
citas sagradas, nombres,
anillos de latón, sucias coronas, horribles
poesías...
Quiero ser familiar con todo esto.
Goytisolo
Rashid solía visitarlo cada tres días, se presentaba en cuanto cerraban el burdel, tan temprano que las calles apenas empezaban a animarse. Así que los primos compartían un desayuno muy madrugador mientras el muchacho le contaba entre bostezos las novedades del burdel, estos informes habían sido en su mayoría anodinos; Mesalina había regresado a la Corte vistiendo los colores del luto y tras unos días había vuelto a abrir las puertas de la casa, aunque ella se limitaba a organizar el día a día de su negocio alegando que no estaba de humor para ofrecer sus servicios. Rashid no creía que la cortesana estuviese fingiendo su tristeza, Mesalina apenas se dejaba ver y no se arreglaba demasiado, además si alguien paseaba por los jardines privados de Marsias era fácil verla asomada en su balcón con la vista fija en el horizonte.
-Una vez la vi llorar- Le contó mientras daba buena cuenta de un cuenco de dátiles-Me hubiese gustado abrazarla.
Isma´il sonrió, envidiaba la candidez de su primo, en su momento a él también le hubiese gustado consolar entre sus brazos a cualquier damisela bien dispuesta. Rashid aun podía permitirle ver las cosas bajo la hermosa luz de la inocencia, era un lujo que él ya no podía darse, su deber era revisar la información con un enfoque más práctico.
-Es lógico que llore a su tío-El nigromante comprendía los sentimientos de la sátira- La crió casi desde que tiene memoria. Pero si Marsias ha muerto ¿Por qué sigue escribiendo a Fuegovivo tan a menudo?
-Tendrá más parientes…
-Solo Tiresias, pero él está ahora mismo aquí en la Corte y no en el santuario. Y según me has dicho escribe a Fuegovivo muy a menudo.
-Casi todos los días- Corroboró el chico
El ciego mordisqueó un dátil distraídamente.
-Es raro…¿Y ha visto a Tiresias?
-No ha recibido ninguna visita, ni ha salido del burdel, eso te lo puedo decir casi seguro.
Las lágrimas de Mesalina interesaban poco al nigromante, él tenía sus propias penas y no pensaba preocuparse de las ajenas. La correspondencia era otro asunto, se preguntaba si habría alguna información interesante en aquellas cartas, si merecería la pena correr el riesgo de interceptar alguna aunque solo fuera para sentir que hacía algo útil. Le había resultado imposible encontrar a la misteriosa sluagh de la cara cortada, tal vez ella y sus secuaces habían salido de la ciudad y en ese caso podían estar cualquier parte convirtiéndose en una pista imposible de seguir. Esa idea ocupaba su cabeza, le quitaba el sueño y hacía que hasta la comida tuviese un sabor amargo, tenía la sensación de estar masticando su propia rabia a todas horas, como si le hubiesen llenado la boca de arena. Estar en un callejón sin salida lo desesperaba y cada vez le costaba mas trabajo ser prudente, tal vez su plan estaba fracasado antes de empezar. Para no pensar más de la cuenta había decidido buscar otras pistas. Primero deshizo paso por paso el último día de su abuelo sin encontrar nada extraño ni en sus horarios, ni en sus visitas, en los días anteriores a su muerte no recordaba ningún cambio significativo en sus costumbres. En vida Eleazar fue un animal de costumbres, la rutina era sagrada, sobre todo a medida que envejecía. Por supuesto registró minuciosamente la casa, poniendo especial cuidado a la habitación de su abuelo y a su pequeño despacho, Farfara lo ayudó pero todo parecía estar en un orden perfecto “No vinieron a robar” se dijo tras hacer que la marioneta volviese a revisar los cajones por ultima vez, eso descartaba casi seguro que fuese un asunto relacionado con los Ibn Bahar, la caravana y sus negocios quedaban fuera de la ecuación y dejaba abierta una vía mucho mas siniestra; que lo hubiesen asesinado por algo relacionado con la cancillería de palacio, sabía que era muy poco lo que podía hacer por ese camino, pero no tenía nada mejor y necesitaba
mantenerse ocupado si no quería volverse loco.
En su calidad de mensajero real no era difícil entrar en palacio, que lo dejasen pasar a las estancias del secretario de su majestad era algo muy distinto. En aquellos momentos había un feroz pulso entre las distintas casas nobles por recuperar un puesto que tradicionalmente había estado en manos de los sidhe. Tras la guerra, que la reina hubiese elegido a un gentil para ocupar el puesto se había considerado un insulto y una provocación, por suerte en plenas capitulaciones los nobles tenían asuntos más apremiantes de los que ocuparse, algunos de ellos estaban más preocupados por conservar sus privilegios, sus tierras y hasta su pellejo. “Los Ibn Bahar han sido aliados fieles a mi causa y se merecen esta recompensa” zanjó la reina. Desde entones Eleazar Ibn Baahr se convirtió en su fiel secretario y desde luego la caravana había sabido aprovechar la oportunidad convirtiéndose en una autentica y prospera ciudad andante. Ahora el puesto volvía a estar vacante y en los pasillos de palacio la tensión era palpable, ni siquiera el hecho de ser pariente directo del antiguo secretario consiguió que el guardia apostado ante la puerta, un troll gigantesco que olía a limaduras de hierro y cuya voz sonaba con un cerrojo oxidado, cediese lo mas mínimo. El ciego apretó las manos en torno de su baston con tanta fuerza que se hizo daño en las palmas, a duras penas logró mantener a rayas el tentador impulso de hacerle una referencia poco cortés a la honra de su madre. Por supuesto había modos mas expeditivos de quitar al troll de en medio, en otras circunstancias ni se lo hubiese pensando, aquí debía contenerse, agredir a un miembro de la Guardia Real dentro del propio palacio suponía correr una serie de riesgos que en aquel momento no podía permitirse. Era el momento de retirarse, se prometió a si mismo que algún día ajustaría las cuentas con aquel perro guardián, eso le hizo sentirse mejor y le permitió cambiar de estrategia. Se alejó de la puerta con meditada calma y sacó de su faltriquera un desgastado cordón del que colgaba una piedra vulgar que frotó entre las manos mientras murmuraba un nombre, no tuvo que esperar. El amuleto se le escapó de las manos y tiró de él con el entusiasme de un potrillo, el ciego se dejó guiar entre pasillos, caminando sin preocuparse demasiado por averiguar a donde se dirigía, no buscaba un sitio en particular y sabía que encontrar su destino podía llevarle algo de tiempo. La paciencia era primordial para este tipo de búsquedas. Por supuesto no la escuchó llegar, Isma´il era capaz de oír deslizarse a los peces de un estanque, pocas cosa escapaban de sus oídos y ella era una de las pocas que lo lograba. Tal vez no podía sentir el rumor de sus pasos pero si su olor, un suave perfume de flores imposibles que hacía pensar en esas noches extrañas en las que puede pasar cualquier cosa. Una mano se posó sobre su hombro, ligera como un pájaro.
-Bien hallada DamaMirlo- Isma´il se giró hacia ella para hacer una reverencia
-Mis saludos Isma´il Ibn Bahar-Dijo una voz cortes- Lamento tus pérdidas e imagino a que vienes.
-Vengo a recoger algunos efectos personales que mi abuelo tenía en sus estancias de palacio.
Y no se me ha permitido entrar en ellas.
Damamirlo lo agarró del brazo y apoyó la cabeza en su hombro, sus cabellos se desparramaron sobre él como flecos de seda.
-Mi buen Isma´il después de tantos años de leal servicio a la corona no es necesario que me mintáis, sé de sobra que no estáis buscando un viejo juego de plumas. Deberíamos haber charlado antes, error mío me temo. Hay un asiento tres pasos a sus espaldas, por favor, póneos cómodo, hablemos. ¿Puedo ofrecerle algo?
-Con el asiento es suficiente.
Al sentarse Isma´il se dio cuenta de que su asiento era un banco de piedra revestido de cojines al que la pared desnuda servia de respaldo. DamaMirlo se sentó a su lado, la sentía mover los brazos y le parecía oír un extraño roce que no era capaz de identificar.
-Trabajo en unos bordados-Aclaró ella- Me relaja dedicar algún tiempo a mis labores con el bastidor , me ayuda a pensar.
-Hay poco que pensar en este asunto, Dama. Quiero recuperar los enseres de mi abuelo, tengo legitimo derecho a ellos como único heredero, solo pido que se me permita recogerlos.
-¿Y ya sabéis que es lo que buscáis?-Preguntó con un discreto tono burlón que le resulto intolerablemente molesto.
-Debo insistir, no busco más que lo que me pertenece.
El chasquido de unas tijeras desgarro un corto silencio.
-Es obvio que no lo sabéis. Con vuestro permiso os lo diré yo, así no serán necesarias más pantomimas: buscáis algo que de sentido a la muerte de Eleazar. Ambos queremos lo mismo aunque tengamos objetivos distintos.
El nigromante acarició la escultura de su bastón, la bordadora no lo cogía por sorpresa, siempre parecía saberlo todo. En la Corte nada ocurría sin que ella se enterase.
-¿Entonces sabéis…
-….Qué Eleazar fue asesinado? –Preguntó DamaMirlo-Lo sospechaba, tu abuelo murió solo un día después de recibir una carta de Manx, que casualmente fue asesinada tres días antes por la misma hada, alguien de la Hueste, como yo.
-Una sluagh con la cara cortada-Dijo en tono sombrío Isma´il
-Si, eso dicen mis informes. Usa un veneno muy curioso: el digitalís. Dicen que causa una muerte rápida, una agonía corta y desagradable.
Isma´il asintió con rabia, él conocía los efectos del digitalis. Manx le había enseñado una larga lista venenos, sabía como prepararlos y conocía de sobra sus efectos. Se extraía de una flor muy común llamada dedalera, era un veneno barato, fácil de preparar y terriblemente eficaz. Empezaba a imaginarse como habían sido los últimos momentos de su abuelo , una revelación que no le ayudaba a mantener la cabeza fría. No tenía ni idea de a donde quería llegar DamaMirlo aunque tenía bastante claro que si esperaba que algún tipo de reacción sentimental le hiciese revelar sus cartas esta vez la bordadora se había equivocado.
-Vuestros informes son mejores que los míos, me temo que yo en poco puedo ayudaros.
DamaMirlo se inclinó hacia él para susurrarle al oído, podía sentir su respiración, el perfume que la envolvía, casi el calor de sus labios.
-No son tan buenos, me faltan ciertos detalles. Por eso necesito ayuda ¿Me la negareis cuando tenemos tanto en común?
Se puso en pie para alejarse de ella y se alejó unos pasos del banco sin Fárfara a su lado y en una habitación desconocida, estaba totalmente a merced de la sluagh. Empezaba a tener ganas de poder coger las riendas de la situación de algún modo.
-Antes de negar o conceder nada debería saber de que estamos hablando.
-Me parece justo- Un toque de decepción inundó las palabras de DamaMirlo-La noche que murió Manx yo estaba en el bosque. Hacía una redada buscando a los cuatreros que se llevan a los potros de los centauros, conmigo venían a varios guardabosques de su majestad y un par de soldados de la guardia. No me fue muy bien, empezó a llover y aunque supuse que no se alegraría de vernos el refugio mas cercano era la cabaña de Manx.
-Es difícil alegrarse de ver a alguien que no dudó un instante en condenarte a muerte.
-Eso es agua pasada, un buen gobernante no puede tener rencores, nublan el sentido común.
En este punto el ciego estaba totalmente de acuerdo con ella, cuando juegas con intrigas los sentimientos personales no tienen lugar. Era el único motivo que lo llevaba a aguantar aquella charla con educación, conteniendo el desprecio y la impaciencia.
-El caso es que cuando llegamos encontramos un espectáculo muy desagradable, Manx llevaba al menos un día muerta, su hija había desaparecido y Dujal deliraba en el suelo. Lo habían apuñalado con una hoja envenenada. Creo que no es necesario que os diga de que veneno se trataba. Tuvimos que regresar a la Corte de inmediato para que lo atendiesen, por suerte Nicasia pudo ocuparse de él. Como siempre.
-Recuerdo a Dujal en La Carbonería, parecía encontrarse bastante bien.
-Bueno siempre se ha dicho que Manx tuvo dos alumnos, pero la verdad es que tuvo tres. Aunque Nicasia fue algo mas que una alumna avanzada. Al parecer aprendieron mucho uno de la otra.
-Con todo el respeto, Dama, no creo que estemos aquí para cotillear de líos de faldas, y menos de unos tan viejos. Aun no sé a donde pretendéis llegar.
-La misma gente que mató a Manx asesinó unos días después a Eleazar, eso lo tengo confirmado pero me falta un pequeño detalle, el mismo que te falta a ti: el motivo. Podéis buscar en el despacho de tu abuelo si ese es vuestro deseo, ordenaré que os permitan el paso libremente pero ya os advierto que no encontrareis nada. He buscado personalmente.
No tenía la menor duda al respecto, seguramente la bordadora había husmeado a fondo entre las posesiones y los documentos de su abuelo y estaba convencido de que si hubiese encontrado algo no se habría molestado en hablar con él. DamaMirlo no era conocida por su amor a las charlas banales. Ella nunca hacía nada sin motivo y tampoco era dada a compartir pistas, de hecho apenas le había contado nada que Isma´il no supiese de antemano. Se había limitado a darle un enfoque distinto al suyo añadiendo un pequeño detalle que a él se le había pasado por alto: relacionar la muerte de Manx con la de su abuelo. Ahora le parecía un error de principiante, ambos mantenían una correspondencia regular y aunque en teoría su antigua maestra no podía pisar ninguna ciudad del reino, en varias ocasiones había realizados trabajos peligrosos para los Ibn Bahar. Parecía bastante evidente que Manx había podido averiguar algo que le había costado la vida. Un secreto por el que merecía la pena matar, un secreto que había arrastrado a Eleazar, sin embargo algunos detalles no acababan de cuadrar, aun no era el momento de entusiasmarse.
-Es sin duda una historia muy interesante pero me temo que falla en un punto crucial. Dos días después del rescate de Dujal recibí la orden de entregar un mensaje a los centauros y mientras yo estaba fuera, alguien aprovechó mi oportuna ausencia para asesinar a mi abuelo…Vos me ordenasteis ir a entregar ese mensaje.
-Lo que insinuáis es insultante, aunque entiendo que las sospechas están justificadas. Dadas las circunstancias no solo voy a pasar por alto vuestra acusación, sino que os daré un par de explicaciones, algo que no suelo hacer-La voz de la Dama se había vuelto cortante y fría
-Os quedaré francamente agradecido- Respondió con su mejor sonrisa.
-Hace ya un tiempo que los potrillos empezaron a desaparecer, me avergüenza reconocer que ignoramos los dos primeros casos. Los centauros no viven en un bosque idílico, entre esos árboles hay cosas peores que los lobos, después desapareció otro más y envié partidas de caza convencida de que se trataba de alguna fiera. Cuando también desaparecieron varios niños en otras aldeas, algunas bastante alejadas entre ellas no me quedó mas remedio que aceptar que no se trataba de mantícoras ni de dipsas. Los centauros además estaban a punto de perder la paciencia y amenazaban con atacar a los viajeros si nadie les ayudaba. Tuve que intervenir personalmente y en ello estaba hasta que murió Manx. Entonces mis prioridades cambiaron. A veces tengo que delegar responsabilidades.
-Y no hubo nadie dispuesto a encargarse de esa tarea-Adivinó el ciego. Conocía demasiado bien las dinámicas de palacio para extrañarse.
-No voluntariamente. Decidí mandar un mensaje a los centauros para pedirles paciencia y demostrarles que no los olvidábamos.
-Aunque era exactamente lo que hacíais.
-Ni mucho menos. Ofrecí a los centauros una buena baza para negociar.
“Le ofrecistes a Marsias como rehén” Pensó al tiempo que los sucesos empezaban a tener sentido. La patrulla no fue la única que apareció por la cabaña, bien porque escucharon la pelea, bien por cualquier otra razón, el caso era que los centauros acudieron y se encontraron con un grupo de cazadores de su majestad. Seguramente para apaciguarlos DamaMirlo les aseguró que si se llevaban al sátiro alguien iría a buscarlo, alguien dispuesto a todo por recuperarlo. Nicasia resultó el peón perfecto para aquella jugada.
-Y desde entonces habéis buscado al grupo de mercenarios sin demasiado éxito.
-Me avergüenza reconocerlo pero así es. La sucesión en el cargo de vuestro abuelo esta causando muchas tensiones, si encima se supiese lo de su asesinato…el trono de su majestad depende de demasiada gente, que haya concordia entre las casas nobles o al menos civilizada convivencia es algo vital para la paz del reino. No puedo investigar con discreción. Me arriesgo a que me descubran.
-Pero yo si puedo-Esta vez Isma´il no necesitó forzar la sonrisa.
-Exacto, tendréis mi apoyo en la medida de lo posible.
-¿Su majestad está al tanto?
-Yo lo estoy y con eso debe bastaros. Si tenéis éxito la recompensa no se limitará al agradecimiento de nuestra reina. La corona sabe ser generosa. Pero no necesito decir que si fracasáis o tenéis algún desliz…
-Estaré solo-Concluyó el nigromante.
-Lamento tener que decirlo así.
-Me estáis convirtiendo en un corsario- Le dijo maravillado por su propio cinismo.
DamaMirlo dejó escapar una risilla mientras se acercaba hasta el ciego. El borde de su vestido rozo los pies descalzos de Isma´il y una mano le acarició la mejilla.
-Nunca habéis sido otra cosa- Le contestó una voz que se perdía en la nada.
El ciego se había quedado solo. Pero por primera vez en mucho tiempo empezaba a sentirse capaz de manejar la situación, al menos ahora las cartas estaban sobre la mesa y su posición no era muy distinta a la de tantas otras ocasiones, solo que esta vez no le preocupaban las recompensas ni los honores. Su premio sería presentar el corazón de una asesina ante el consejo de los Ibn Bahar.
En la Corte de los Espejos los mercenarios eran algo habitual, muchos comerciantes, viajeros e incluso algunos nobles contrataban sus servicios. La mayoría de ellos eran antiguos soldados de la Guerra de la Reina Durmiente. Hadas que tras acabar la guerra se encontraron incapaces de volver a la vida civil o que habían descubierto vivir de las armas era relativamente fácil y estaba bien pagado. Contratarlos dentro de las murallas era una mera cuestión de dinero, si tenías la bolsa lo bastante abultada podías acudir a alguna de las casas de contratación, sitios elegantes con cortinas de terciopelo donde uno podía comprar los servicios de un par de honrados y curtidos soldados que desde luego no harían nada que fuese en contra de la paz del reino ni de las leyes de su majestad. Había sitios menos decentes, casi todos estaban en el mercado, algunos contaban con la inigualable ventaja de permitirte comprar una cesta de manzanas al mismo tiempo que conseguías que un par de matones poco amistosos convenciesen a tu vecino para que te devolviese esas lanzas de plata que te debía. Isma´il había pasado días preguntando en todos aquellos lugares, desde los mas respetables hasta los puestos callejeros mas dudosos sabiendo de antemano que era muy probable que ni los soldados a sueldo ni los matones de poca monta supiesen nada realmente interesante. El tipo de gente que el buscaba no podía contratarse en la respetable capital del reino, era necesario atravesar las murallas y buscar en otros sitios. En el desfiladero de Tajagargantas, donde la diferencia entre Invernales y Estivales se difuminaba y las hadas se mezclaban con los duendes de todas las maneras posibles sin ningún pudor podían encontrarse a individuos dispuestos a acelerarle a cualquiera el paso al otro mundo a precios no demasiados módicos y mas allá, en las montañas de TocaEstrellas alguien que estuviese a liberarse de una buena cantidad de oro podía conseguir casi cualquier cosa, asesinos diestros y discretos, cuadrillas de sacatripas e incluso exóticos nigromantes tatuados que podían mandar al olvido un alma con la facilidad de quien apaga una vela. En la Ciudad de Piedra podía conseguirse todo eso y mucho más. Pero si pocos eran los que conocían como entrar en la fortaleza goblin, menos aun eran los invitados a hacerlo. Aun así había unos pocos que tenían el privilegio de gozar de la confianza de los duendes y estos solían servir de intermediarios entre ellos y cualquiera con los pocos escrúpulos como para pagar.
Isma´il conocía dos intermediaros posibles con la Ciudad: uno era la caravana, su familia contactaba con los goblin mediante correo, los mensajes eran llevados por unos hechizos sumamente complejos que convertían el pergamino en un pequeño murciélago, solo cuando el animalito llegaba a su legítimo destino recuperaba su forma original y se dejaba leer. Pese a que los goblin y la caravana habían hecho muchos negocios, ningún Ibn Bahar había pisado nunca el interior de TocaEstrellas, además ellos ofrecían sus servicios, rara vez contrataban nada. Asi que por ese camino sabía que no lograría averiguar nada. El otro era un redcap escurridizo que se hacía llamar Bastión, era mercenario y si había que creerse todo lo que contaba también había dirigido caravanas, ejercido la piratería, y participado en la guerra, luchando en ambos bandos alternativamente. Era una sabandija pero no estaba exento de habilidades, de algún modo que el nigromante no lograba explicarse colarse en todas partes, incluso en la Corte, donde tenía tantos cargos en su contra que si alguna vez lograban pillarlo lo mas posible era que un troll de la guardia le partiese el cuello para no desperdiciar una soga con él. Isma´il no se llamaba a engaño; aquel tipo era demasiado escurridizo y demasiado listo para prepararle una encerrona, pero los dioses son bondadosos y dan un punto flaco a todo el mundo. Él creía conocer cual era el de Bastión y a falta de nada mejor había puesto en ella todas sus esperanzas. Por ello esperaba pacientemente los informes de su primo.
La mañana que Rashid llegó a su casa y le contó entre bostezos que un desconocido había enviado al burdel un fastuoso ramo de flores talladas en cristal y una bolsa llena de lanzas de oro para solicitar los servicios de Mesalina, Isma´il dejó sobre la mesa la rebanada de pan que se estaba comiendo y lo escuchó encantado.
-Lo trajo un tipo ridículo, decía que era el paje del señor de no se qué…-Rashid se sirvió un vaso de té y chasqueó la lengua encantado tras el primer sorbo.
-¿No recuerdas la casa a la que pertenecía? Te dije que prestaras atención a los detalles.
-Es lo de menos, ningún señor que se digne usa a un troll para enviarle regalos a una cortesana. Mandan bardos, o a mayordomos bien vestidos. Un gigante lleno de cicatrices que no cabe en su ropa es demasiado ridículo.
-Esta bien, conformémonos con lo que tenemos. ¿Mesalina vió los regalos?
Rashid mordió una pieza de fruta y contestó cuando aun se estaba tragando el trozo. Su primo sospechaba que el muchacho se aprovechaba de su ceguera para descuidar los modales en la mesa. Algo que Eleazar no le habría consentido.
-Se enfadó, se enfadó muchísimo. Dijo que había ser una bestia de cuadra para no respetar el luto de una dama, que su tío estaba muerto y que solo ella decidiría cuando volver al trabajo. Contestó que jamás tomaría por cliente a un palurdo de ese calibre, noble o no y le dijo al troll que le devolviese aquellas baratijas a su amo.
El ciego se echó a reír. Mesalina había seguido sus instrucciones al pie de la letra y estaba segura de que había interpretado su papel a la perfección. Ahora le tocaba a él mover pieza. Se levantó de la mesa y buscó en un pequeña arqueta que ocultaba tras el diván. Dentro había un puñal de bronce, una mascara de hueso sin rasgos ni hueco para los ojos y una brújula.
-Tienes que intentar esconder esto en la habitación de Mesalina- Le dijo a Rashid dándole la brújula-Si no puede ser dentro lo mas cerca que puedas. Cuanto antes lo hagas, mejor.
-¿Para qué?
-Cuando todo esto acabé te enseñaré algunos trucos, pero por ahora es mejor que no sepas nada.
-Dalo por hecho primo-Contestó dócilmente el muchacho.
-Y si estos días Mesalina te pregunta por mi hazte el tonto y dile que si quiere saber de mi que venga a verme o que me mande a buscar.
-Está bien seré tan buen actor como ella-Dijo seguro de si mismo-¡Todo es tan emocionante! ¡Vivir contigo es lo mejor que me pasará jamás¡
-No trates de engatusarme con halagos mocoso. Será mejor que te vayas a dormir, a partir de ahora quiero que pases las noches bien despierto.
Rashid le dio un beso en la mejilla antes de marcharse y el ciego empezó a pensar que no estaría tan mal que se quedase allí. Desgraciadamente sabía que era mejor que ninguno de los dos criase esperanzas, los padres del muchacho no permitirían que renunciase a su puesto en el consejo de la caravana para vivir con un hechicero inválido. Lo más práctico era ir acostumbrándose a la soledad y al silencio de la casa.
Los días pasaron desesperantemente lentos, DamaMirlo lo acusó en un par de ocasiones de no estar haciendo absolutamente nada mediante cartas escritas en un tono educado y estricto que a él le sonaba a amenaza velada. Empezaba a barajar la posibilidad de visitar la cabaña de Manx y rezar para encontrar algo allí, pero se imaginaba que era algo que la bordadora ya habría hecho mucho mejor que él y le disgustaba visitar otro de los lugares donde había sido feliz para encontrarlo vacío. La muerte de su maestra había sido una desgracia y si estaba en su mano tampoco la dejaría pasar.
La noche que saltaron las alarmas no estaba en su casa. Puesto a investigar las posibilidades mas peregrinas había ido a visitar el barrio de los constructores, el gremio nocker ocupaba un barrio entero, uno pegado a la muralla, cercano al río y dotado con su propio acueducto por lo frecuente de los incendios. Había decidido invitar a beber a uno de los desdichados que ayudaban en el taller de Nicasia cuando a la ingeniera se le amontonaba el trabajo, era una idea que le desagradaba, los aprendices de los constructores era tacaños y ruines, además de ir eternamente acompañados de un intranquilizador tufillo a sustancias químicas, inflamables o ambas cosas. Solían dedicar mucho tiempo a despotricar de sus jefes y en general de todos los demás. Pero tenían un sentimiento gremial casi feroz y rara vez un subalterno traicionaba los secretos realmente importantes de su maestro, daba igual que este se dedicara a usarlo de conejillo de indias para las piezas de artillería (cosa que al parecer Nicasia había hecho alguna vez) o que les dejará comer tarta cuando el taller hacía una buena venta (cosa que al parecer Nicasia no hacia nunca) , su aprendiz se mantendría fiel porque si lo descubrían quedaría expulsado del gremio de manera inmediata y de por vida. Ningún otro nocker volvería nunca a dirigirle la palabra. Esta muerte en vida les parecía a todos ellos una idea insoportable.
Isma´il se dirigía a una taberna muy apreciada por los jóvenes constructores llamada “el perno oxidado” pero a medio camino su bastón se clavó en el suelo y no lo dejó avanzar mas. El nigromante supo al momento que su trampa se había cerrado y que alguien estaba atrapado en ella, sacó la mascara del zurrón, se la puso y sin mas ceremonias se desvaneció en el aire. contra de lo que pensaban quienes la habían visto la mascara no le permitía recuperar la vista En. El nigromante desconocía quien había soltado ese bulo pero jamás se molestó en desmentirlo “la mascara vidente” como algunos la llamaban, en realidad le permitía aparecer en cualquier punto que conociese bien casi solo con pensarlo, o aun mejor, en cualquier lugar donde se encontrase la brújula que le había dado a Rashid.
Desvanecerse resultaba fácil, lo que lo desorientaba era volver aparecer, solía necesitar unos segundos para situarse, sobre todo si, como en aquel momento no sabía donde estaba. Era un lugar silencioso, con un ligero olor femenino, perfume y maquillaje. No corría brisa ni escuchaba ningún ruido que pudiese venir del exterior, así que estaba al menos en una habitación, aunque estaba demasiado tranquila para que fuese la de Mesalina. Si su trampa se había cerrado (y le constaba que si), tranquilidad era lo último que esperaba encontrar. A menos que hubiese fallado algo. Maldiciendo desenvainó el puñal de bronce y se pasó la hoja por la palma, no estaba demasiado afilada así que tuvo que apretar para conseguir hacerse un tajo luego solo tuvo que cerrar el puño y dejar que cayesen algunas gotas sobre su bastón. Era un cayado largo, lleno de tallas y rematado por un elefante con la trompa alzada, cuando la sangre cayó sobre el animal este bajó la trompa. Sintió como si le golpease un látigo de arena, los tatuajes le hormigueaban sobre la piel y la cabeza se le llenó de susurros, los susurros marchitos de cientos de almas cautivas.
Al ciego aquel rumor le daba confianza, con las voces como guía logró centrarse y pudo seguir el rastro de su trampa, una cierta vibración en el aire que se hacía mas fuerte a medida que la seguía, el aire se calentaba y se cargaba de ese inexplicable olor metálico que tiene la magia. Chocó contra una puerta pero para entonces las voces ya se había transformado en un aullido que le llenaba la cabeza, la abrió de una patada y una vahara de aire ardiendo, un tufo casi insoportable a cobre hirviendo le golpeó el rostro con tanta fuerza que lo hizo pararse en seco. Escuchó una voz masculina, seca y áspera, gritando y soltando las peores maldiciones que uno podía imaginarse, bajo ella el timbre mas agudo de la sátira añadía una nota de pánico que le hizo entender que su trampa efectivamente estaba cerrada. Extendió la palma de las manos hacía la fuente de los gritos y empujó fuera de si a todos sus inquilinos espectrales, el redcap emitió un gemido y luego un ruido gorgoteante se le escapó de la garganta. Que un ejército de fantasmas furiosos choque contra una mente desprevenida debía ser muy desagradable y la impresión bastaba para tumbar a cualquiera. Isma´il busco a tientas una pared y se apoyó contra ella, era una técnica agotadoramente eficaz.
-¡Don del sol, me está llenado de babas¡-Gimió Mesalina
El ciegó silbó y la cadena cayó al suelo convertida en un inofensivo collar. La sátira resopló y un cuerpo se desplomó en el suelo.
-¿Qué ha pasado?-Preguntó la cortesana en cuanto pudo recuperar el aliento-Dame una buena razón para no sacarte los ojos ahora mismo.
-Te daré dos, una que espero haber llegado a tiempo de impedir que te violasen aquí mismo y la otra es que sacarme los ojos sería trabajar en balde-Contestó Isma´il abanicándose con la mano-Pero si solo quieres hacerme daño, adelante. Así no pierdo otras partes más útiles.
Mesalina bufó como un gato al que acabaran de remojar con agua fría
-Tu no has salido de la nada solo para salvarme. ¿Conoces a este tipo?
-Ese tipo va a llevarnos de cabeza hasta los asesinos de Marsias.
El silencio de la cortesana se volvió tan elocuente que supo al instante que ya había olvidado todo lo demás.
-Tu no conoces a Bastión-Isma´il retomó la conversación-Has debido verlo alguna vez, solo que para ti es solo uno de los muchos a los que has rechazado. Pero él lleva años detrás tuya.
-¿Estas bromeando?- El asombro de la sátira parecía real.
-Creo que no te haces una idea del efecto que tienes sobre los demás. Eres el sueño de muchas hadas, para algunas de ellas eres un sueño totalmente inalcanzable porque tu nunca les dedicarás nada mas allá de unas palabras corteses de rechazo. Tu tío sabía que algunos estarían dispuestos a hacer locuras por pasar un rato húmedo contigo y por eso te tenía protegida como la princesita que a sus ojos eres.
-Sé defenderme sola.
-Claro que sabes, Marsias te enseñó, pero no tienes ni idea de a cuantos individuos desagradables ha persuadido él a lo largo de los años con metodos realmente desagradables para que no se te acerquen. ¿ Recuerdas el día que te vendiste por primera vez?
-Eso está fuera de lugar ahora.
-Te equivocas. Vendiste tu primera vez a espaldas de tu tío porque se negaba a permitir que siguieses sus pasos…Pero tu te las arreglaste para darle esquinazo. ¿Me vas a decir que no recuerdas quien ganó la puja?
Claro que lo recordaba, Mesalina nunca había logrado deshacerse del estremecimiento de asco y terror que la había sacudido cuando aquel redcap, con una armadura de remiendos de cuero y el pelo pegado con grumos de un escalofriante rojo tinto había puesto sobre la mesa de la posada una bolsa llena a rebosar de lanzas de oro. Tuvo que apelar a toda su sangre fría para no echarse a llorar allí mismo, sin embargo había dado su palabra y estaba dispuesta a demostrarle a Marsias que era perfectamente capaz de ser tan profesional como él. Aunque finalmente el redcap no apareció ella tembló toda la noche de alivio.
-La gano un redcap, es nuestro amigo aquí presente. Tu tío le pagó para que te diese un buen susto. Pero el planeaba quedarse con el dinero y contigo. Marsias lo descubrió cuando iba a la posada y le dio tal paliza que lo dejó sordo de un oído. No fue la única vez que lo intentó pero tu tío siempre lograba pararlo, la última vez lo soltó fuera de las murallas de la Corte mas muerto que vivo. Y no se le volvió a ver un pelo cerca de la ciudad
-¿Mi tío?¿Mi tío hizo eso?-Le resultaba muy difícil imaginárselo dándole palizas a nadie
-¿Recuerdas con quien te fuiste al final?
-Claro que si, con Traspies, fue divertido, ninguno de los dos teníamos mucha idea, así que pasamos mas tiempo bebiendo y riéndonos que otra cosa.
-¿Y no te parece raro que un simple mozo de posada tenga tanto dinero?
-Don del sol- Exclamó la cortesana mientras empezaba a juntar piezas en su cabeza.
-Cuando comprendió que era imposible pararte tu tío buscó a alguien agradable. Se preocupaba más por ti de lo que eres capaz de imaginar. Ha sido tu feroz guardián durante años y ahora no está.
Mesalina no dijo nada
-Creo que el pensaba que este tipo se habría olvidado de ti con los años-Isma´il se sentó en el suelo y siguió hablando-Pero yo sabía que se había ido obsesionando mas y mas. Cuando tu tío murió me aseguré de que la noticia cruzara las murallas de la ciudad. Esperaba que este idiota aun estuviese dispuesto a aprovechar la oportunidad. Y por suerte lo estaba.
La bofetada que le cruzó la cara apenas le pilló por sorpresa, esperaba una reacción de este tipo. Se limitó a agarrar el brazo de la cortesana para evitar nuevas muestras de indignación
-¡¡Me has usado de cebo!!-Grito indignada-Ese mastodonte salió de la nada cuando estaba volviendo a mi habitación y me arrastró al primer cuarto que encontró. Vas a pagarme una túnica de seda. En cuanto se me echó encima el collar que me enviaste con tu primo se estiró y nos dejó a los dos atados como si fuésemos un par de morcillas
-Es un hechizo sencillo, se llama “Atrapaesposos” , pensé que la conocerías. Al parecer es muy solicitado para descubrir infidelidades. Por eso te pedí que lo llevases siempre puesto. Yo podía suponer que ese tipo vendría por eso hice el hechizo pensando en él, lo que no podía saber era cuando actuaría. En fin al menos todo ha salido bien.
-¿Y ahora qué?-La sátira no parecía estar satisfecha con aquella explicación.
-Ahora voy a pedir un carruaje para llevarme a este muchacho a un sitio tranquilo, hablaremos y después me pondré a buscar a esa señorita a la que ambos debemos tanto.
-Así que ya no me necesitas…
-Eso parece, pero no sufras cumpliré mi parte del trato y te avisaré en cuanto la atrapé.
La sátira vaciló un segundo antes de contestar.
-No me interesa la venganza, me contento con saber que pasó. Pero yo te hecho un favor y ahora sería justo que tu me hicieses otro.
Aquello era una sorpresa y no la bofetada.
-¿De que estamos hablando? Pensé que habíamos acordado que te ayudaría a atrapar a los asesinos de Marsias.
-Si, pero olvidaste mencionar que existía la posibilidad de ser violada o algo peor por un antiguo admirador- Parecía que la cortesana había encontrado como sacar provecho a su pequeño incidente- Merezco una compensación…
No tenía tiempo ni ánimos para complacer caprichos, si no estuviese bastante seguro de que en alguna otra ocasión necesitaría volver a usar el burdel como base de operaciones, se habría marchado de allí sin molestarse en contestar. Desgraciadamente aun necesitaba echar mano de la cortesía.
-¿De que compensación hablamos?
-Quiero que me digas donde está Dujal.
De todas las peticiones posibles que Mesalina habría podido hacerle, aquella era con diferencia la ultima que habría llegado a imaginar. Y sin embargo le pareció que allí estaba la explicación de las cartas que Mesalina mandaba tan puntualmente a Fuegovivo. Andaba buscando a su amante favorito. Decir que Isma´il no sentía aprecio por Dujal era ser demasiado amable, había entre ellos una rivalidad muy poco saludable. Ambos habían sido alumnos de Manx y las comparaciones eran mas que odiosas entre los dos, aunque eso no le preocupaba demasiado al ciego que estaba totalmente seguro de aventajar ampliamente al gato. Sin embargo a él le faltaba el reconocimiento y la admiración de la que el pooka gozaba. Lo fácil hubiese sido decir que eso estaba fuera de alcance, sin embargo no podía dejar pasar la ocasion de congeniarse con la sátira.
-¿Y como quieres que yo lo sepa?
-Tu eres el hechicero ¿No puedes hablar con los espíritus o algo así?
-Creo que te confundes…en el mejor de los casos solo puedo decirte si sigue vivo.
-Me conformo con eso-Contestó Mesalina sin vacilar-¿Qué necesitas?
Isma´il no se podía creer que la fortuna le sonriese de esa manera. Le daban ganas de echarse a bailar.
-Hay un método para saberlo. Es rápido y puedo hacerlo aquí mismo. Pero necesito tu ayuda.¿Estas segura?
-Totalmente ¿Qué tengo que hacer?.
-Traer tres velas, dibujar un triangulo en el suelo y desnudarte- Contestó con calculada indiferencia.
En realidad Isma´il no necesitaba ni diagramas ni iluminación extra, hacía algún tiempo se había dado cuanta de que ese tipo de parafernalia tranquilizaba de algún modo a casi todo el mundo y hacía que la gente estuviese dispuesta a creerse cosas que de ningún otro modo aceptaría. Mesalina obedeció y el ciego le pidió que lo guiase hasta el centro de el triangulo. Mientras ella encendía las velas él se desnudó.
-Bonitos dibujos-Le dijo mientras le paseaba un dedo por el pecho- Siempre quise saber hasta donde te llegaban.
El ciego detuvo la mano de la cortesana.
-¿Estas segura de que quieres hacer esto? La verdad está sobrevalorada, no siempre nos hace felices.
-Eso es asunto mió.
-En todo caso es tu problema-Respondió él encogiéndose de hombros.
Se sentó en el suelo, se había quitado la venda de los ojos y las velas lo llenaban todo de una espesa niebla dorada. Frente a él la cortesana solo era un borrón pardo, una mancha casi sin forma. El nigromante se preguntó en que consistiría la proverbial belleza de la sátira, que era capaz de llevar a algunos a hacer cosas tan irracionales. Alargó el brazo hacia ella y le tocó el pelo, era tan suave como el metal bruñido, una marejada de rizos casi infinita. Le hubiese gustado poder contemplarla en lugar de tener que conformarse con indicios. Se sentó en el suelo con una extraña sensación de tristeza.
-Ven- Le dijo
-Siempre pensé que estas cosas eran más místicas-Comentó Mesalina decepcionada.
-Hay pocas cosas más místicas que esto. Tú deberías saberlo mejor que nadie.
La satira se sentó sobré él. Isma´il no era ningún novicio, los amores mercenarios no le eran desconocidos, ni los encuentros casuales. Es cierto que eran cosas espaciadas. En la caravana las marcas de la nigromancia despertaban demasiado temor y fuera era difícil. Siempre había otras prioridades, otros asuntos. Hacía mucho desde la última vea y cuando Mesalina se apretó contra su cuerpo, le sorprendió la calidez de su piel, toda curvas y calor como las dunas del desierto. Sintió sus pechos rozándole y tuvo que contener el deseo de acariciarlos, de calibrar su forma y su peso. El ciego imagino que tendrían el sabor salado del sudor. Ella se balanceó y el ciego se mordió los labios.
-No te muevas- Dijo con una rudeza innecesaria-No se trata de que tu hagas tu trabajo sino de que yo haga el mió. Cierra los ojos y respira hondo. Piensa en Dujal.
Puso las manos sobre las sienes de la sátira y se concentró. El familiar hormigueo de su piel le indicó que iba por buen camino.
-¡Tus tatuajes se mueven¡-Exclamo sorprendida la sátira
-Concéntrate.-Le ordenó
La niebla se deshizo, Isma´il se dio cuenta demasiado tarde de que algo iba mal. Como sospechaba la sátira estaba atada al gato, sus sentimientos le pertenecían, eso era algo con lo que contaba. Lo inesperado era la oscuridad, fue como tirarse al agua desde un acantiladado. Una sombra densa, una oscuridad más profunda que su propia ceguera lo envolvió y en cuestión de segundos parecía estar intentando inundarle el alma. Había una profunda y aterradora tristeza en aquella negrura. Empujó a la sátira lejos de él y volvió a la luz como si despertase de un mal sueño. El conocía aquellas sombras.
-Olvídate de Dujal-Le aconsejó a la cortesana aterrado.
hierros, urnas, altares,
una antigua vasija, retratos carcomidos por la lluvia,
citas sagradas, nombres,
anillos de latón, sucias coronas, horribles
poesías...
Quiero ser familiar con todo esto.
Goytisolo
Rashid solía visitarlo cada tres días, se presentaba en cuanto cerraban el burdel, tan temprano que las calles apenas empezaban a animarse. Así que los primos compartían un desayuno muy madrugador mientras el muchacho le contaba entre bostezos las novedades del burdel, estos informes habían sido en su mayoría anodinos; Mesalina había regresado a la Corte vistiendo los colores del luto y tras unos días había vuelto a abrir las puertas de la casa, aunque ella se limitaba a organizar el día a día de su negocio alegando que no estaba de humor para ofrecer sus servicios. Rashid no creía que la cortesana estuviese fingiendo su tristeza, Mesalina apenas se dejaba ver y no se arreglaba demasiado, además si alguien paseaba por los jardines privados de Marsias era fácil verla asomada en su balcón con la vista fija en el horizonte.
-Una vez la vi llorar- Le contó mientras daba buena cuenta de un cuenco de dátiles-Me hubiese gustado abrazarla.
Isma´il sonrió, envidiaba la candidez de su primo, en su momento a él también le hubiese gustado consolar entre sus brazos a cualquier damisela bien dispuesta. Rashid aun podía permitirle ver las cosas bajo la hermosa luz de la inocencia, era un lujo que él ya no podía darse, su deber era revisar la información con un enfoque más práctico.
-Es lógico que llore a su tío-El nigromante comprendía los sentimientos de la sátira- La crió casi desde que tiene memoria. Pero si Marsias ha muerto ¿Por qué sigue escribiendo a Fuegovivo tan a menudo?
-Tendrá más parientes…
-Solo Tiresias, pero él está ahora mismo aquí en la Corte y no en el santuario. Y según me has dicho escribe a Fuegovivo muy a menudo.
-Casi todos los días- Corroboró el chico
El ciego mordisqueó un dátil distraídamente.
-Es raro…¿Y ha visto a Tiresias?
-No ha recibido ninguna visita, ni ha salido del burdel, eso te lo puedo decir casi seguro.
Las lágrimas de Mesalina interesaban poco al nigromante, él tenía sus propias penas y no pensaba preocuparse de las ajenas. La correspondencia era otro asunto, se preguntaba si habría alguna información interesante en aquellas cartas, si merecería la pena correr el riesgo de interceptar alguna aunque solo fuera para sentir que hacía algo útil. Le había resultado imposible encontrar a la misteriosa sluagh de la cara cortada, tal vez ella y sus secuaces habían salido de la ciudad y en ese caso podían estar cualquier parte convirtiéndose en una pista imposible de seguir. Esa idea ocupaba su cabeza, le quitaba el sueño y hacía que hasta la comida tuviese un sabor amargo, tenía la sensación de estar masticando su propia rabia a todas horas, como si le hubiesen llenado la boca de arena. Estar en un callejón sin salida lo desesperaba y cada vez le costaba mas trabajo ser prudente, tal vez su plan estaba fracasado antes de empezar. Para no pensar más de la cuenta había decidido buscar otras pistas. Primero deshizo paso por paso el último día de su abuelo sin encontrar nada extraño ni en sus horarios, ni en sus visitas, en los días anteriores a su muerte no recordaba ningún cambio significativo en sus costumbres. En vida Eleazar fue un animal de costumbres, la rutina era sagrada, sobre todo a medida que envejecía. Por supuesto registró minuciosamente la casa, poniendo especial cuidado a la habitación de su abuelo y a su pequeño despacho, Farfara lo ayudó pero todo parecía estar en un orden perfecto “No vinieron a robar” se dijo tras hacer que la marioneta volviese a revisar los cajones por ultima vez, eso descartaba casi seguro que fuese un asunto relacionado con los Ibn Bahar, la caravana y sus negocios quedaban fuera de la ecuación y dejaba abierta una vía mucho mas siniestra; que lo hubiesen asesinado por algo relacionado con la cancillería de palacio, sabía que era muy poco lo que podía hacer por ese camino, pero no tenía nada mejor y necesitaba
mantenerse ocupado si no quería volverse loco.
En su calidad de mensajero real no era difícil entrar en palacio, que lo dejasen pasar a las estancias del secretario de su majestad era algo muy distinto. En aquellos momentos había un feroz pulso entre las distintas casas nobles por recuperar un puesto que tradicionalmente había estado en manos de los sidhe. Tras la guerra, que la reina hubiese elegido a un gentil para ocupar el puesto se había considerado un insulto y una provocación, por suerte en plenas capitulaciones los nobles tenían asuntos más apremiantes de los que ocuparse, algunos de ellos estaban más preocupados por conservar sus privilegios, sus tierras y hasta su pellejo. “Los Ibn Bahar han sido aliados fieles a mi causa y se merecen esta recompensa” zanjó la reina. Desde entones Eleazar Ibn Baahr se convirtió en su fiel secretario y desde luego la caravana había sabido aprovechar la oportunidad convirtiéndose en una autentica y prospera ciudad andante. Ahora el puesto volvía a estar vacante y en los pasillos de palacio la tensión era palpable, ni siquiera el hecho de ser pariente directo del antiguo secretario consiguió que el guardia apostado ante la puerta, un troll gigantesco que olía a limaduras de hierro y cuya voz sonaba con un cerrojo oxidado, cediese lo mas mínimo. El ciego apretó las manos en torno de su baston con tanta fuerza que se hizo daño en las palmas, a duras penas logró mantener a rayas el tentador impulso de hacerle una referencia poco cortés a la honra de su madre. Por supuesto había modos mas expeditivos de quitar al troll de en medio, en otras circunstancias ni se lo hubiese pensando, aquí debía contenerse, agredir a un miembro de la Guardia Real dentro del propio palacio suponía correr una serie de riesgos que en aquel momento no podía permitirse. Era el momento de retirarse, se prometió a si mismo que algún día ajustaría las cuentas con aquel perro guardián, eso le hizo sentirse mejor y le permitió cambiar de estrategia. Se alejó de la puerta con meditada calma y sacó de su faltriquera un desgastado cordón del que colgaba una piedra vulgar que frotó entre las manos mientras murmuraba un nombre, no tuvo que esperar. El amuleto se le escapó de las manos y tiró de él con el entusiasme de un potrillo, el ciego se dejó guiar entre pasillos, caminando sin preocuparse demasiado por averiguar a donde se dirigía, no buscaba un sitio en particular y sabía que encontrar su destino podía llevarle algo de tiempo. La paciencia era primordial para este tipo de búsquedas. Por supuesto no la escuchó llegar, Isma´il era capaz de oír deslizarse a los peces de un estanque, pocas cosa escapaban de sus oídos y ella era una de las pocas que lo lograba. Tal vez no podía sentir el rumor de sus pasos pero si su olor, un suave perfume de flores imposibles que hacía pensar en esas noches extrañas en las que puede pasar cualquier cosa. Una mano se posó sobre su hombro, ligera como un pájaro.
-Bien hallada DamaMirlo- Isma´il se giró hacia ella para hacer una reverencia
-Mis saludos Isma´il Ibn Bahar-Dijo una voz cortes- Lamento tus pérdidas e imagino a que vienes.
-Vengo a recoger algunos efectos personales que mi abuelo tenía en sus estancias de palacio.
Y no se me ha permitido entrar en ellas.
Damamirlo lo agarró del brazo y apoyó la cabeza en su hombro, sus cabellos se desparramaron sobre él como flecos de seda.
-Mi buen Isma´il después de tantos años de leal servicio a la corona no es necesario que me mintáis, sé de sobra que no estáis buscando un viejo juego de plumas. Deberíamos haber charlado antes, error mío me temo. Hay un asiento tres pasos a sus espaldas, por favor, póneos cómodo, hablemos. ¿Puedo ofrecerle algo?
-Con el asiento es suficiente.
Al sentarse Isma´il se dio cuenta de que su asiento era un banco de piedra revestido de cojines al que la pared desnuda servia de respaldo. DamaMirlo se sentó a su lado, la sentía mover los brazos y le parecía oír un extraño roce que no era capaz de identificar.
-Trabajo en unos bordados-Aclaró ella- Me relaja dedicar algún tiempo a mis labores con el bastidor , me ayuda a pensar.
-Hay poco que pensar en este asunto, Dama. Quiero recuperar los enseres de mi abuelo, tengo legitimo derecho a ellos como único heredero, solo pido que se me permita recogerlos.
-¿Y ya sabéis que es lo que buscáis?-Preguntó con un discreto tono burlón que le resulto intolerablemente molesto.
-Debo insistir, no busco más que lo que me pertenece.
El chasquido de unas tijeras desgarro un corto silencio.
-Es obvio que no lo sabéis. Con vuestro permiso os lo diré yo, así no serán necesarias más pantomimas: buscáis algo que de sentido a la muerte de Eleazar. Ambos queremos lo mismo aunque tengamos objetivos distintos.
El nigromante acarició la escultura de su bastón, la bordadora no lo cogía por sorpresa, siempre parecía saberlo todo. En la Corte nada ocurría sin que ella se enterase.
-¿Entonces sabéis…
-….Qué Eleazar fue asesinado? –Preguntó DamaMirlo-Lo sospechaba, tu abuelo murió solo un día después de recibir una carta de Manx, que casualmente fue asesinada tres días antes por la misma hada, alguien de la Hueste, como yo.
-Una sluagh con la cara cortada-Dijo en tono sombrío Isma´il
-Si, eso dicen mis informes. Usa un veneno muy curioso: el digitalís. Dicen que causa una muerte rápida, una agonía corta y desagradable.
Isma´il asintió con rabia, él conocía los efectos del digitalis. Manx le había enseñado una larga lista venenos, sabía como prepararlos y conocía de sobra sus efectos. Se extraía de una flor muy común llamada dedalera, era un veneno barato, fácil de preparar y terriblemente eficaz. Empezaba a imaginarse como habían sido los últimos momentos de su abuelo , una revelación que no le ayudaba a mantener la cabeza fría. No tenía ni idea de a donde quería llegar DamaMirlo aunque tenía bastante claro que si esperaba que algún tipo de reacción sentimental le hiciese revelar sus cartas esta vez la bordadora se había equivocado.
-Vuestros informes son mejores que los míos, me temo que yo en poco puedo ayudaros.
DamaMirlo se inclinó hacia él para susurrarle al oído, podía sentir su respiración, el perfume que la envolvía, casi el calor de sus labios.
-No son tan buenos, me faltan ciertos detalles. Por eso necesito ayuda ¿Me la negareis cuando tenemos tanto en común?
Se puso en pie para alejarse de ella y se alejó unos pasos del banco sin Fárfara a su lado y en una habitación desconocida, estaba totalmente a merced de la sluagh. Empezaba a tener ganas de poder coger las riendas de la situación de algún modo.
-Antes de negar o conceder nada debería saber de que estamos hablando.
-Me parece justo- Un toque de decepción inundó las palabras de DamaMirlo-La noche que murió Manx yo estaba en el bosque. Hacía una redada buscando a los cuatreros que se llevan a los potros de los centauros, conmigo venían a varios guardabosques de su majestad y un par de soldados de la guardia. No me fue muy bien, empezó a llover y aunque supuse que no se alegraría de vernos el refugio mas cercano era la cabaña de Manx.
-Es difícil alegrarse de ver a alguien que no dudó un instante en condenarte a muerte.
-Eso es agua pasada, un buen gobernante no puede tener rencores, nublan el sentido común.
En este punto el ciego estaba totalmente de acuerdo con ella, cuando juegas con intrigas los sentimientos personales no tienen lugar. Era el único motivo que lo llevaba a aguantar aquella charla con educación, conteniendo el desprecio y la impaciencia.
-El caso es que cuando llegamos encontramos un espectáculo muy desagradable, Manx llevaba al menos un día muerta, su hija había desaparecido y Dujal deliraba en el suelo. Lo habían apuñalado con una hoja envenenada. Creo que no es necesario que os diga de que veneno se trataba. Tuvimos que regresar a la Corte de inmediato para que lo atendiesen, por suerte Nicasia pudo ocuparse de él. Como siempre.
-Recuerdo a Dujal en La Carbonería, parecía encontrarse bastante bien.
-Bueno siempre se ha dicho que Manx tuvo dos alumnos, pero la verdad es que tuvo tres. Aunque Nicasia fue algo mas que una alumna avanzada. Al parecer aprendieron mucho uno de la otra.
-Con todo el respeto, Dama, no creo que estemos aquí para cotillear de líos de faldas, y menos de unos tan viejos. Aun no sé a donde pretendéis llegar.
-La misma gente que mató a Manx asesinó unos días después a Eleazar, eso lo tengo confirmado pero me falta un pequeño detalle, el mismo que te falta a ti: el motivo. Podéis buscar en el despacho de tu abuelo si ese es vuestro deseo, ordenaré que os permitan el paso libremente pero ya os advierto que no encontrareis nada. He buscado personalmente.
No tenía la menor duda al respecto, seguramente la bordadora había husmeado a fondo entre las posesiones y los documentos de su abuelo y estaba convencido de que si hubiese encontrado algo no se habría molestado en hablar con él. DamaMirlo no era conocida por su amor a las charlas banales. Ella nunca hacía nada sin motivo y tampoco era dada a compartir pistas, de hecho apenas le había contado nada que Isma´il no supiese de antemano. Se había limitado a darle un enfoque distinto al suyo añadiendo un pequeño detalle que a él se le había pasado por alto: relacionar la muerte de Manx con la de su abuelo. Ahora le parecía un error de principiante, ambos mantenían una correspondencia regular y aunque en teoría su antigua maestra no podía pisar ninguna ciudad del reino, en varias ocasiones había realizados trabajos peligrosos para los Ibn Bahar. Parecía bastante evidente que Manx había podido averiguar algo que le había costado la vida. Un secreto por el que merecía la pena matar, un secreto que había arrastrado a Eleazar, sin embargo algunos detalles no acababan de cuadrar, aun no era el momento de entusiasmarse.
-Es sin duda una historia muy interesante pero me temo que falla en un punto crucial. Dos días después del rescate de Dujal recibí la orden de entregar un mensaje a los centauros y mientras yo estaba fuera, alguien aprovechó mi oportuna ausencia para asesinar a mi abuelo…Vos me ordenasteis ir a entregar ese mensaje.
-Lo que insinuáis es insultante, aunque entiendo que las sospechas están justificadas. Dadas las circunstancias no solo voy a pasar por alto vuestra acusación, sino que os daré un par de explicaciones, algo que no suelo hacer-La voz de la Dama se había vuelto cortante y fría
-Os quedaré francamente agradecido- Respondió con su mejor sonrisa.
-Hace ya un tiempo que los potrillos empezaron a desaparecer, me avergüenza reconocer que ignoramos los dos primeros casos. Los centauros no viven en un bosque idílico, entre esos árboles hay cosas peores que los lobos, después desapareció otro más y envié partidas de caza convencida de que se trataba de alguna fiera. Cuando también desaparecieron varios niños en otras aldeas, algunas bastante alejadas entre ellas no me quedó mas remedio que aceptar que no se trataba de mantícoras ni de dipsas. Los centauros además estaban a punto de perder la paciencia y amenazaban con atacar a los viajeros si nadie les ayudaba. Tuve que intervenir personalmente y en ello estaba hasta que murió Manx. Entonces mis prioridades cambiaron. A veces tengo que delegar responsabilidades.
-Y no hubo nadie dispuesto a encargarse de esa tarea-Adivinó el ciego. Conocía demasiado bien las dinámicas de palacio para extrañarse.
-No voluntariamente. Decidí mandar un mensaje a los centauros para pedirles paciencia y demostrarles que no los olvidábamos.
-Aunque era exactamente lo que hacíais.
-Ni mucho menos. Ofrecí a los centauros una buena baza para negociar.
“Le ofrecistes a Marsias como rehén” Pensó al tiempo que los sucesos empezaban a tener sentido. La patrulla no fue la única que apareció por la cabaña, bien porque escucharon la pelea, bien por cualquier otra razón, el caso era que los centauros acudieron y se encontraron con un grupo de cazadores de su majestad. Seguramente para apaciguarlos DamaMirlo les aseguró que si se llevaban al sátiro alguien iría a buscarlo, alguien dispuesto a todo por recuperarlo. Nicasia resultó el peón perfecto para aquella jugada.
-Y desde entonces habéis buscado al grupo de mercenarios sin demasiado éxito.
-Me avergüenza reconocerlo pero así es. La sucesión en el cargo de vuestro abuelo esta causando muchas tensiones, si encima se supiese lo de su asesinato…el trono de su majestad depende de demasiada gente, que haya concordia entre las casas nobles o al menos civilizada convivencia es algo vital para la paz del reino. No puedo investigar con discreción. Me arriesgo a que me descubran.
-Pero yo si puedo-Esta vez Isma´il no necesitó forzar la sonrisa.
-Exacto, tendréis mi apoyo en la medida de lo posible.
-¿Su majestad está al tanto?
-Yo lo estoy y con eso debe bastaros. Si tenéis éxito la recompensa no se limitará al agradecimiento de nuestra reina. La corona sabe ser generosa. Pero no necesito decir que si fracasáis o tenéis algún desliz…
-Estaré solo-Concluyó el nigromante.
-Lamento tener que decirlo así.
-Me estáis convirtiendo en un corsario- Le dijo maravillado por su propio cinismo.
DamaMirlo dejó escapar una risilla mientras se acercaba hasta el ciego. El borde de su vestido rozo los pies descalzos de Isma´il y una mano le acarició la mejilla.
-Nunca habéis sido otra cosa- Le contestó una voz que se perdía en la nada.
El ciego se había quedado solo. Pero por primera vez en mucho tiempo empezaba a sentirse capaz de manejar la situación, al menos ahora las cartas estaban sobre la mesa y su posición no era muy distinta a la de tantas otras ocasiones, solo que esta vez no le preocupaban las recompensas ni los honores. Su premio sería presentar el corazón de una asesina ante el consejo de los Ibn Bahar.
En la Corte de los Espejos los mercenarios eran algo habitual, muchos comerciantes, viajeros e incluso algunos nobles contrataban sus servicios. La mayoría de ellos eran antiguos soldados de la Guerra de la Reina Durmiente. Hadas que tras acabar la guerra se encontraron incapaces de volver a la vida civil o que habían descubierto vivir de las armas era relativamente fácil y estaba bien pagado. Contratarlos dentro de las murallas era una mera cuestión de dinero, si tenías la bolsa lo bastante abultada podías acudir a alguna de las casas de contratación, sitios elegantes con cortinas de terciopelo donde uno podía comprar los servicios de un par de honrados y curtidos soldados que desde luego no harían nada que fuese en contra de la paz del reino ni de las leyes de su majestad. Había sitios menos decentes, casi todos estaban en el mercado, algunos contaban con la inigualable ventaja de permitirte comprar una cesta de manzanas al mismo tiempo que conseguías que un par de matones poco amistosos convenciesen a tu vecino para que te devolviese esas lanzas de plata que te debía. Isma´il había pasado días preguntando en todos aquellos lugares, desde los mas respetables hasta los puestos callejeros mas dudosos sabiendo de antemano que era muy probable que ni los soldados a sueldo ni los matones de poca monta supiesen nada realmente interesante. El tipo de gente que el buscaba no podía contratarse en la respetable capital del reino, era necesario atravesar las murallas y buscar en otros sitios. En el desfiladero de Tajagargantas, donde la diferencia entre Invernales y Estivales se difuminaba y las hadas se mezclaban con los duendes de todas las maneras posibles sin ningún pudor podían encontrarse a individuos dispuestos a acelerarle a cualquiera el paso al otro mundo a precios no demasiados módicos y mas allá, en las montañas de TocaEstrellas alguien que estuviese a liberarse de una buena cantidad de oro podía conseguir casi cualquier cosa, asesinos diestros y discretos, cuadrillas de sacatripas e incluso exóticos nigromantes tatuados que podían mandar al olvido un alma con la facilidad de quien apaga una vela. En la Ciudad de Piedra podía conseguirse todo eso y mucho más. Pero si pocos eran los que conocían como entrar en la fortaleza goblin, menos aun eran los invitados a hacerlo. Aun así había unos pocos que tenían el privilegio de gozar de la confianza de los duendes y estos solían servir de intermediarios entre ellos y cualquiera con los pocos escrúpulos como para pagar.
Isma´il conocía dos intermediaros posibles con la Ciudad: uno era la caravana, su familia contactaba con los goblin mediante correo, los mensajes eran llevados por unos hechizos sumamente complejos que convertían el pergamino en un pequeño murciélago, solo cuando el animalito llegaba a su legítimo destino recuperaba su forma original y se dejaba leer. Pese a que los goblin y la caravana habían hecho muchos negocios, ningún Ibn Bahar había pisado nunca el interior de TocaEstrellas, además ellos ofrecían sus servicios, rara vez contrataban nada. Asi que por ese camino sabía que no lograría averiguar nada. El otro era un redcap escurridizo que se hacía llamar Bastión, era mercenario y si había que creerse todo lo que contaba también había dirigido caravanas, ejercido la piratería, y participado en la guerra, luchando en ambos bandos alternativamente. Era una sabandija pero no estaba exento de habilidades, de algún modo que el nigromante no lograba explicarse colarse en todas partes, incluso en la Corte, donde tenía tantos cargos en su contra que si alguna vez lograban pillarlo lo mas posible era que un troll de la guardia le partiese el cuello para no desperdiciar una soga con él. Isma´il no se llamaba a engaño; aquel tipo era demasiado escurridizo y demasiado listo para prepararle una encerrona, pero los dioses son bondadosos y dan un punto flaco a todo el mundo. Él creía conocer cual era el de Bastión y a falta de nada mejor había puesto en ella todas sus esperanzas. Por ello esperaba pacientemente los informes de su primo.
La mañana que Rashid llegó a su casa y le contó entre bostezos que un desconocido había enviado al burdel un fastuoso ramo de flores talladas en cristal y una bolsa llena de lanzas de oro para solicitar los servicios de Mesalina, Isma´il dejó sobre la mesa la rebanada de pan que se estaba comiendo y lo escuchó encantado.
-Lo trajo un tipo ridículo, decía que era el paje del señor de no se qué…-Rashid se sirvió un vaso de té y chasqueó la lengua encantado tras el primer sorbo.
-¿No recuerdas la casa a la que pertenecía? Te dije que prestaras atención a los detalles.
-Es lo de menos, ningún señor que se digne usa a un troll para enviarle regalos a una cortesana. Mandan bardos, o a mayordomos bien vestidos. Un gigante lleno de cicatrices que no cabe en su ropa es demasiado ridículo.
-Esta bien, conformémonos con lo que tenemos. ¿Mesalina vió los regalos?
Rashid mordió una pieza de fruta y contestó cuando aun se estaba tragando el trozo. Su primo sospechaba que el muchacho se aprovechaba de su ceguera para descuidar los modales en la mesa. Algo que Eleazar no le habría consentido.
-Se enfadó, se enfadó muchísimo. Dijo que había ser una bestia de cuadra para no respetar el luto de una dama, que su tío estaba muerto y que solo ella decidiría cuando volver al trabajo. Contestó que jamás tomaría por cliente a un palurdo de ese calibre, noble o no y le dijo al troll que le devolviese aquellas baratijas a su amo.
El ciego se echó a reír. Mesalina había seguido sus instrucciones al pie de la letra y estaba segura de que había interpretado su papel a la perfección. Ahora le tocaba a él mover pieza. Se levantó de la mesa y buscó en un pequeña arqueta que ocultaba tras el diván. Dentro había un puñal de bronce, una mascara de hueso sin rasgos ni hueco para los ojos y una brújula.
-Tienes que intentar esconder esto en la habitación de Mesalina- Le dijo a Rashid dándole la brújula-Si no puede ser dentro lo mas cerca que puedas. Cuanto antes lo hagas, mejor.
-¿Para qué?
-Cuando todo esto acabé te enseñaré algunos trucos, pero por ahora es mejor que no sepas nada.
-Dalo por hecho primo-Contestó dócilmente el muchacho.
-Y si estos días Mesalina te pregunta por mi hazte el tonto y dile que si quiere saber de mi que venga a verme o que me mande a buscar.
-Está bien seré tan buen actor como ella-Dijo seguro de si mismo-¡Todo es tan emocionante! ¡Vivir contigo es lo mejor que me pasará jamás¡
-No trates de engatusarme con halagos mocoso. Será mejor que te vayas a dormir, a partir de ahora quiero que pases las noches bien despierto.
Rashid le dio un beso en la mejilla antes de marcharse y el ciego empezó a pensar que no estaría tan mal que se quedase allí. Desgraciadamente sabía que era mejor que ninguno de los dos criase esperanzas, los padres del muchacho no permitirían que renunciase a su puesto en el consejo de la caravana para vivir con un hechicero inválido. Lo más práctico era ir acostumbrándose a la soledad y al silencio de la casa.
Los días pasaron desesperantemente lentos, DamaMirlo lo acusó en un par de ocasiones de no estar haciendo absolutamente nada mediante cartas escritas en un tono educado y estricto que a él le sonaba a amenaza velada. Empezaba a barajar la posibilidad de visitar la cabaña de Manx y rezar para encontrar algo allí, pero se imaginaba que era algo que la bordadora ya habría hecho mucho mejor que él y le disgustaba visitar otro de los lugares donde había sido feliz para encontrarlo vacío. La muerte de su maestra había sido una desgracia y si estaba en su mano tampoco la dejaría pasar.
La noche que saltaron las alarmas no estaba en su casa. Puesto a investigar las posibilidades mas peregrinas había ido a visitar el barrio de los constructores, el gremio nocker ocupaba un barrio entero, uno pegado a la muralla, cercano al río y dotado con su propio acueducto por lo frecuente de los incendios. Había decidido invitar a beber a uno de los desdichados que ayudaban en el taller de Nicasia cuando a la ingeniera se le amontonaba el trabajo, era una idea que le desagradaba, los aprendices de los constructores era tacaños y ruines, además de ir eternamente acompañados de un intranquilizador tufillo a sustancias químicas, inflamables o ambas cosas. Solían dedicar mucho tiempo a despotricar de sus jefes y en general de todos los demás. Pero tenían un sentimiento gremial casi feroz y rara vez un subalterno traicionaba los secretos realmente importantes de su maestro, daba igual que este se dedicara a usarlo de conejillo de indias para las piezas de artillería (cosa que al parecer Nicasia había hecho alguna vez) o que les dejará comer tarta cuando el taller hacía una buena venta (cosa que al parecer Nicasia no hacia nunca) , su aprendiz se mantendría fiel porque si lo descubrían quedaría expulsado del gremio de manera inmediata y de por vida. Ningún otro nocker volvería nunca a dirigirle la palabra. Esta muerte en vida les parecía a todos ellos una idea insoportable.
Isma´il se dirigía a una taberna muy apreciada por los jóvenes constructores llamada “el perno oxidado” pero a medio camino su bastón se clavó en el suelo y no lo dejó avanzar mas. El nigromante supo al momento que su trampa se había cerrado y que alguien estaba atrapado en ella, sacó la mascara del zurrón, se la puso y sin mas ceremonias se desvaneció en el aire. contra de lo que pensaban quienes la habían visto la mascara no le permitía recuperar la vista En. El nigromante desconocía quien había soltado ese bulo pero jamás se molestó en desmentirlo “la mascara vidente” como algunos la llamaban, en realidad le permitía aparecer en cualquier punto que conociese bien casi solo con pensarlo, o aun mejor, en cualquier lugar donde se encontrase la brújula que le había dado a Rashid.
Desvanecerse resultaba fácil, lo que lo desorientaba era volver aparecer, solía necesitar unos segundos para situarse, sobre todo si, como en aquel momento no sabía donde estaba. Era un lugar silencioso, con un ligero olor femenino, perfume y maquillaje. No corría brisa ni escuchaba ningún ruido que pudiese venir del exterior, así que estaba al menos en una habitación, aunque estaba demasiado tranquila para que fuese la de Mesalina. Si su trampa se había cerrado (y le constaba que si), tranquilidad era lo último que esperaba encontrar. A menos que hubiese fallado algo. Maldiciendo desenvainó el puñal de bronce y se pasó la hoja por la palma, no estaba demasiado afilada así que tuvo que apretar para conseguir hacerse un tajo luego solo tuvo que cerrar el puño y dejar que cayesen algunas gotas sobre su bastón. Era un cayado largo, lleno de tallas y rematado por un elefante con la trompa alzada, cuando la sangre cayó sobre el animal este bajó la trompa. Sintió como si le golpease un látigo de arena, los tatuajes le hormigueaban sobre la piel y la cabeza se le llenó de susurros, los susurros marchitos de cientos de almas cautivas.
Al ciego aquel rumor le daba confianza, con las voces como guía logró centrarse y pudo seguir el rastro de su trampa, una cierta vibración en el aire que se hacía mas fuerte a medida que la seguía, el aire se calentaba y se cargaba de ese inexplicable olor metálico que tiene la magia. Chocó contra una puerta pero para entonces las voces ya se había transformado en un aullido que le llenaba la cabeza, la abrió de una patada y una vahara de aire ardiendo, un tufo casi insoportable a cobre hirviendo le golpeó el rostro con tanta fuerza que lo hizo pararse en seco. Escuchó una voz masculina, seca y áspera, gritando y soltando las peores maldiciones que uno podía imaginarse, bajo ella el timbre mas agudo de la sátira añadía una nota de pánico que le hizo entender que su trampa efectivamente estaba cerrada. Extendió la palma de las manos hacía la fuente de los gritos y empujó fuera de si a todos sus inquilinos espectrales, el redcap emitió un gemido y luego un ruido gorgoteante se le escapó de la garganta. Que un ejército de fantasmas furiosos choque contra una mente desprevenida debía ser muy desagradable y la impresión bastaba para tumbar a cualquiera. Isma´il busco a tientas una pared y se apoyó contra ella, era una técnica agotadoramente eficaz.
-¡Don del sol, me está llenado de babas¡-Gimió Mesalina
El ciegó silbó y la cadena cayó al suelo convertida en un inofensivo collar. La sátira resopló y un cuerpo se desplomó en el suelo.
-¿Qué ha pasado?-Preguntó la cortesana en cuanto pudo recuperar el aliento-Dame una buena razón para no sacarte los ojos ahora mismo.
-Te daré dos, una que espero haber llegado a tiempo de impedir que te violasen aquí mismo y la otra es que sacarme los ojos sería trabajar en balde-Contestó Isma´il abanicándose con la mano-Pero si solo quieres hacerme daño, adelante. Así no pierdo otras partes más útiles.
Mesalina bufó como un gato al que acabaran de remojar con agua fría
-Tu no has salido de la nada solo para salvarme. ¿Conoces a este tipo?
-Ese tipo va a llevarnos de cabeza hasta los asesinos de Marsias.
El silencio de la cortesana se volvió tan elocuente que supo al instante que ya había olvidado todo lo demás.
-Tu no conoces a Bastión-Isma´il retomó la conversación-Has debido verlo alguna vez, solo que para ti es solo uno de los muchos a los que has rechazado. Pero él lleva años detrás tuya.
-¿Estas bromeando?- El asombro de la sátira parecía real.
-Creo que no te haces una idea del efecto que tienes sobre los demás. Eres el sueño de muchas hadas, para algunas de ellas eres un sueño totalmente inalcanzable porque tu nunca les dedicarás nada mas allá de unas palabras corteses de rechazo. Tu tío sabía que algunos estarían dispuestos a hacer locuras por pasar un rato húmedo contigo y por eso te tenía protegida como la princesita que a sus ojos eres.
-Sé defenderme sola.
-Claro que sabes, Marsias te enseñó, pero no tienes ni idea de a cuantos individuos desagradables ha persuadido él a lo largo de los años con metodos realmente desagradables para que no se te acerquen. ¿ Recuerdas el día que te vendiste por primera vez?
-Eso está fuera de lugar ahora.
-Te equivocas. Vendiste tu primera vez a espaldas de tu tío porque se negaba a permitir que siguieses sus pasos…Pero tu te las arreglaste para darle esquinazo. ¿Me vas a decir que no recuerdas quien ganó la puja?
Claro que lo recordaba, Mesalina nunca había logrado deshacerse del estremecimiento de asco y terror que la había sacudido cuando aquel redcap, con una armadura de remiendos de cuero y el pelo pegado con grumos de un escalofriante rojo tinto había puesto sobre la mesa de la posada una bolsa llena a rebosar de lanzas de oro. Tuvo que apelar a toda su sangre fría para no echarse a llorar allí mismo, sin embargo había dado su palabra y estaba dispuesta a demostrarle a Marsias que era perfectamente capaz de ser tan profesional como él. Aunque finalmente el redcap no apareció ella tembló toda la noche de alivio.
-La gano un redcap, es nuestro amigo aquí presente. Tu tío le pagó para que te diese un buen susto. Pero el planeaba quedarse con el dinero y contigo. Marsias lo descubrió cuando iba a la posada y le dio tal paliza que lo dejó sordo de un oído. No fue la única vez que lo intentó pero tu tío siempre lograba pararlo, la última vez lo soltó fuera de las murallas de la Corte mas muerto que vivo. Y no se le volvió a ver un pelo cerca de la ciudad
-¿Mi tío?¿Mi tío hizo eso?-Le resultaba muy difícil imaginárselo dándole palizas a nadie
-¿Recuerdas con quien te fuiste al final?
-Claro que si, con Traspies, fue divertido, ninguno de los dos teníamos mucha idea, así que pasamos mas tiempo bebiendo y riéndonos que otra cosa.
-¿Y no te parece raro que un simple mozo de posada tenga tanto dinero?
-Don del sol- Exclamó la cortesana mientras empezaba a juntar piezas en su cabeza.
-Cuando comprendió que era imposible pararte tu tío buscó a alguien agradable. Se preocupaba más por ti de lo que eres capaz de imaginar. Ha sido tu feroz guardián durante años y ahora no está.
Mesalina no dijo nada
-Creo que el pensaba que este tipo se habría olvidado de ti con los años-Isma´il se sentó en el suelo y siguió hablando-Pero yo sabía que se había ido obsesionando mas y mas. Cuando tu tío murió me aseguré de que la noticia cruzara las murallas de la ciudad. Esperaba que este idiota aun estuviese dispuesto a aprovechar la oportunidad. Y por suerte lo estaba.
La bofetada que le cruzó la cara apenas le pilló por sorpresa, esperaba una reacción de este tipo. Se limitó a agarrar el brazo de la cortesana para evitar nuevas muestras de indignación
-¡¡Me has usado de cebo!!-Grito indignada-Ese mastodonte salió de la nada cuando estaba volviendo a mi habitación y me arrastró al primer cuarto que encontró. Vas a pagarme una túnica de seda. En cuanto se me echó encima el collar que me enviaste con tu primo se estiró y nos dejó a los dos atados como si fuésemos un par de morcillas
-Es un hechizo sencillo, se llama “Atrapaesposos” , pensé que la conocerías. Al parecer es muy solicitado para descubrir infidelidades. Por eso te pedí que lo llevases siempre puesto. Yo podía suponer que ese tipo vendría por eso hice el hechizo pensando en él, lo que no podía saber era cuando actuaría. En fin al menos todo ha salido bien.
-¿Y ahora qué?-La sátira no parecía estar satisfecha con aquella explicación.
-Ahora voy a pedir un carruaje para llevarme a este muchacho a un sitio tranquilo, hablaremos y después me pondré a buscar a esa señorita a la que ambos debemos tanto.
-Así que ya no me necesitas…
-Eso parece, pero no sufras cumpliré mi parte del trato y te avisaré en cuanto la atrapé.
La sátira vaciló un segundo antes de contestar.
-No me interesa la venganza, me contento con saber que pasó. Pero yo te hecho un favor y ahora sería justo que tu me hicieses otro.
Aquello era una sorpresa y no la bofetada.
-¿De que estamos hablando? Pensé que habíamos acordado que te ayudaría a atrapar a los asesinos de Marsias.
-Si, pero olvidaste mencionar que existía la posibilidad de ser violada o algo peor por un antiguo admirador- Parecía que la cortesana había encontrado como sacar provecho a su pequeño incidente- Merezco una compensación…
No tenía tiempo ni ánimos para complacer caprichos, si no estuviese bastante seguro de que en alguna otra ocasión necesitaría volver a usar el burdel como base de operaciones, se habría marchado de allí sin molestarse en contestar. Desgraciadamente aun necesitaba echar mano de la cortesía.
-¿De que compensación hablamos?
-Quiero que me digas donde está Dujal.
De todas las peticiones posibles que Mesalina habría podido hacerle, aquella era con diferencia la ultima que habría llegado a imaginar. Y sin embargo le pareció que allí estaba la explicación de las cartas que Mesalina mandaba tan puntualmente a Fuegovivo. Andaba buscando a su amante favorito. Decir que Isma´il no sentía aprecio por Dujal era ser demasiado amable, había entre ellos una rivalidad muy poco saludable. Ambos habían sido alumnos de Manx y las comparaciones eran mas que odiosas entre los dos, aunque eso no le preocupaba demasiado al ciego que estaba totalmente seguro de aventajar ampliamente al gato. Sin embargo a él le faltaba el reconocimiento y la admiración de la que el pooka gozaba. Lo fácil hubiese sido decir que eso estaba fuera de alcance, sin embargo no podía dejar pasar la ocasion de congeniarse con la sátira.
-¿Y como quieres que yo lo sepa?
-Tu eres el hechicero ¿No puedes hablar con los espíritus o algo así?
-Creo que te confundes…en el mejor de los casos solo puedo decirte si sigue vivo.
-Me conformo con eso-Contestó Mesalina sin vacilar-¿Qué necesitas?
Isma´il no se podía creer que la fortuna le sonriese de esa manera. Le daban ganas de echarse a bailar.
-Hay un método para saberlo. Es rápido y puedo hacerlo aquí mismo. Pero necesito tu ayuda.¿Estas segura?
-Totalmente ¿Qué tengo que hacer?.
-Traer tres velas, dibujar un triangulo en el suelo y desnudarte- Contestó con calculada indiferencia.
En realidad Isma´il no necesitaba ni diagramas ni iluminación extra, hacía algún tiempo se había dado cuanta de que ese tipo de parafernalia tranquilizaba de algún modo a casi todo el mundo y hacía que la gente estuviese dispuesta a creerse cosas que de ningún otro modo aceptaría. Mesalina obedeció y el ciego le pidió que lo guiase hasta el centro de el triangulo. Mientras ella encendía las velas él se desnudó.
-Bonitos dibujos-Le dijo mientras le paseaba un dedo por el pecho- Siempre quise saber hasta donde te llegaban.
El ciego detuvo la mano de la cortesana.
-¿Estas segura de que quieres hacer esto? La verdad está sobrevalorada, no siempre nos hace felices.
-Eso es asunto mió.
-En todo caso es tu problema-Respondió él encogiéndose de hombros.
Se sentó en el suelo, se había quitado la venda de los ojos y las velas lo llenaban todo de una espesa niebla dorada. Frente a él la cortesana solo era un borrón pardo, una mancha casi sin forma. El nigromante se preguntó en que consistiría la proverbial belleza de la sátira, que era capaz de llevar a algunos a hacer cosas tan irracionales. Alargó el brazo hacia ella y le tocó el pelo, era tan suave como el metal bruñido, una marejada de rizos casi infinita. Le hubiese gustado poder contemplarla en lugar de tener que conformarse con indicios. Se sentó en el suelo con una extraña sensación de tristeza.
-Ven- Le dijo
-Siempre pensé que estas cosas eran más místicas-Comentó Mesalina decepcionada.
-Hay pocas cosas más místicas que esto. Tú deberías saberlo mejor que nadie.
La satira se sentó sobré él. Isma´il no era ningún novicio, los amores mercenarios no le eran desconocidos, ni los encuentros casuales. Es cierto que eran cosas espaciadas. En la caravana las marcas de la nigromancia despertaban demasiado temor y fuera era difícil. Siempre había otras prioridades, otros asuntos. Hacía mucho desde la última vea y cuando Mesalina se apretó contra su cuerpo, le sorprendió la calidez de su piel, toda curvas y calor como las dunas del desierto. Sintió sus pechos rozándole y tuvo que contener el deseo de acariciarlos, de calibrar su forma y su peso. El ciego imagino que tendrían el sabor salado del sudor. Ella se balanceó y el ciego se mordió los labios.
-No te muevas- Dijo con una rudeza innecesaria-No se trata de que tu hagas tu trabajo sino de que yo haga el mió. Cierra los ojos y respira hondo. Piensa en Dujal.
Puso las manos sobre las sienes de la sátira y se concentró. El familiar hormigueo de su piel le indicó que iba por buen camino.
-¡Tus tatuajes se mueven¡-Exclamo sorprendida la sátira
-Concéntrate.-Le ordenó
La niebla se deshizo, Isma´il se dio cuenta demasiado tarde de que algo iba mal. Como sospechaba la sátira estaba atada al gato, sus sentimientos le pertenecían, eso era algo con lo que contaba. Lo inesperado era la oscuridad, fue como tirarse al agua desde un acantiladado. Una sombra densa, una oscuridad más profunda que su propia ceguera lo envolvió y en cuestión de segundos parecía estar intentando inundarle el alma. Había una profunda y aterradora tristeza en aquella negrura. Empujó a la sátira lejos de él y volvió a la luz como si despertase de un mal sueño. El conocía aquellas sombras.
-Olvídate de Dujal-Le aconsejó a la cortesana aterrado.
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