Pues eso, os dejo otro párrafo descartado de la novela. Así hago tiempo hasta que pueda daros noticias
La sorprendió abrir los ojos, tanto como si regresase de una
muerte súbita; no recordaba haberse desmayado. Seguramente nunca averiguaría
por sus propios medios cómo había acabado hundida en mitad de un charco de
barro y sangre. Tampoco era algo que le importase demasiado. Su último recuerdo
era el de un corazón que dejaba de latir en medio de la oscuridad y después
nada. Absolutamente nada…
Nicasia intentó ponerse en pie y un dolor lacerante le
recorrió el brazo derecho cuando intentó apoyarse en él. Los huesos de la mano
volvían a estar desmadejados, y apenas era capaz de mover el hombro.
Curiosamente, esto no la asustó. Ni su ropa hecha jirones, ni ella misma
cubierta de hojas, tierra y sangre. No quería saber si la sangre era suya o de
otro. Solo quería ponerse en pie, y en eso centró todos sus esfuerzos. Tuvo que
hacer varios intentos hasta que logró coordinar el brazo y la pierna sanos para
conseguirlo. Su cuerpo protestó con diversos dolores y calambres, pero la
ingeniera no les prestó demasiada atención. Se mantenía en un equilibrio
bastante precario, tambaleándose como un
arbolito demasiado joven a merced de un viento caprichoso; aun así, consiguió
no volver a caer. No intentó caminar, el terreno era resbaladizo, blando y
traicionero. Se limito a mirar a su alrededor.
“Cuántos muertos”, pensó, y casi al mismo tiempo cayó en la
cuenta de que no era la primera vez que estaba en un campo de batalla. Ya había
visto escenarios parecidos. No quedaba nadie en pie. Tampoco eso era nuevo.
Matar se le daba bien, demasiado bien. Si había algo nuevo entre las ruinas del
pantano era el silencio. No es que no oyese voces, es que no era capaz de
escuchar nada, ni el viento, ni el grito de un pájaro. Estaba inmersa en un
silencio denso que le llenaba los oídos con un pitido finísimo y le embotaba la
cabeza. El sol le molestaba en los ojos. Miró a su alrededor: el terreno estaba arrasado. Había restos de
cadáveres por todas partes, incluso colgados en los arboles.
Entonces recordó la explosión. Así era como ella sabía
matar… con fuego y pólvora. Le debía haber salido muy bien. Allí no se movía
nada, no quedaba nada. Había vuelto a vencer. Lo raro de sus victorias era que
nunca le parecía que las cosas hubiesen acabado bien. Solo habían acabado; y ni
siquiera para siempre.
Se esforzó por dar un primer paso, por avanzar. La dirección
no le importaba demasiado, solo quería moverse, sin molestarse en mirar a su alrededor,
sin pensar, sin preocuparse siquiera por el zumbido en el que se estaba
convirtiendo su cabeza. Cada paso era lento y fatigoso. A veces se le hundían las
piernas en lodo hasta las rodillas, y aun así no se detenía. Estaba huyendo, simple y sencillamente. Quería
alejarse de aquel escenario de miseria. En realidad le gustaría dejarse a sí
misma atrás. Dejar de ser Nicasia, dejar de ser la Recorretúneles, del mismo
modo que había dejado de ser Nanyalín. Aunque en el fondo sabía que por muchos
nombres que usase nunca dejaría de ser ella misma, y esa era la fuente de todos
sus problemas.
Terminó topándose con que, poco a poco, el terreno cambiaba
a peor, cada vez encontraba menos tierra sobre la que caminar. Primero fue
encontrándose charcos de agua estancada que cada vez eran más grandes. Al final
acabó alcanzando el centro del pantano, un lago inmenso de tranquilas aguas
verdosas lleno de juncos y plantas. Un lugar extrañamente calmado. Tuvo la
impresión de que era allí hasta donde había querido llegar, porque tenía sed y
estaba abrasada por el calor, porque quería tranquilidad y aquel lugar era
último rincón de Terralinde.
Se contempló en el espejo negro del lago. Allí estaba: casi
desnuda, rota, huesos y piel sin apenas carne que le diera forma a su cuerpo.
Estaba a solas con un dolor inmenso, no solo de sus heridas; sentía su corazón
como si fuese un saco de mariposas muertas; ligero, frágil, abandonado…Tanto
luchar… ¿Para qué? Ella nunca obtenía lo que realmente deseaba. Su reflejo le
dejaba bien claro quién era: un hada flacucha y fea incapaz de hacer otra cosa
que no fuese andar hacía adelante sin ningún rumbo, sin nadie que la esperase.
Se dejó caer en el agua. Ya estaba bien, no lucharía más, no
sufriría más. Un abrazo extrañamente cálido la envolvió, su cuerpo perdió peso.
Paz, una paz inmensa la acogió entre el liquen y las algas mientras se hundía.
No sintió deseos de respirar, ella formaría parte del cieno y los peces. Todo
acabaría allí.
Entonces, recordó la mirada de unos ojos.
“Malbicho, no te rindas, no me abandones”.
Supo que le quedaba un solo motivo para volver, una
sola tarea. Un amor lento y paciente.
Encontraron a la ingeniera flotando bocarriba, inconsciente,
pero con una sonrisa pintada en los labios pálidos.
1 comentario:
Anda de qué parte es esta escena? Sospecho que de la que me he quedado sin leer XD (Sres editores, queremos acabar de leer la corte!! XDD) podría ser después de la ciudad de piedra, pero va a ser que no, verdad... por la explosión XDD
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