El día 3 de Marzo la Corte de los Espejos cumple cuatro años. Han pasado muchas cosas desde entonces y pronto, muy pronto empezaré a daros noticias.
Lo bueno hay que celebrarlo, así que en breve anuciaré un fantástico concurso.
Sacad vuestras cámaras de fotos. Afilad la imaginación.
Es hora de cazar hadas.
jueves, 28 de febrero de 2013
martes, 12 de febrero de 2013
La Predicción del Astrólogo
Las estadísticas del
gremio de editores aseguran que la carrera del 86% de los escritores
acaba con la publicación de su primer libro. (Hablamos, claro está, de la época
pre-autoedición digital).
Hay algo que aterra a muchos de los que publicamos por primera vez: convertirnos en autor de un solo libro. Porque conocemos a otros en esa situación; bien porque su primera obra no vendió lo suficiente para que las editoriales se vuelvan a interesar en ellos, bien porque no son capaces de escribir una segunda obra… hay tanto motivos como autores.
El escritor se pierde en una tierra de nadie, los años pasan
royendo las ilusiones, las esperanzas, las ganas. Se ve de nuevo en la línea de
salida, más viejo y más desencantado. Y así se pierden muchos. Muchas carreras
acaban antes de empezar.
En esta zona gris se vio Teo Palacios. “Hijos de Heracles”
se había vendido muy bien, dos ediciones, primeros puestos de ventas de Fnac,
excelentes críticas, colaboraciones con revistas especializadas en historia.
Tenía otras obras en listas de espera, las perspectivas no podían ser mejores.
Después el tiempo empezó a pasar y las
promesas no cuajaron. No había respuestas, solo silencio.
Los meses fueron desfilando, el silencio comenzaba a hacerse
doloroso. Nada un día, y otro, otro. Pero Teo hizo lo que le parecía más
lógico, lo único que lo ayudaba a ignorar la inmovilidad en la que estaba
enterrado: siguió escribiendo. Siguió haciendo lo que le apasionaba porque le
parecía algo tan natural como respirar. De qué sirve la vida si no la llenas
con algo que merezca la pena, a qué te abrazas cuando la suerte te da la
espalda. Él siguió contando historias sin preguntarse si alguien las escucharía
y decidió retomar su rumbo, aprender de sus errores y comenzar de nuevo. Tal
vez con más canas, pero con el ánimo intacto a pesar de que a veces las dudas
asomaban su feo morro a las tantas de la mañana.
Por eso hoy tenemos en los escaparates “La predicción del
astrólogo”; porque para escribir hay que trabajar duro, no darse jamás por
vencido y creer en tu obra. No faltará quien, en aras de la sensatez, te invite
a tirar la toalla y continuar con tu vida. Esa gente que no entiende que las
letras son tu vida.
Yo leí esta historia hace más de un año, la leí despacio, la disfruté mucho y al acabarla no dudé que acabarían por publicarla. Se lo dije muchas veces y él no las tenía todas consigo. Cuando llegó el e-mail de Ediciones B ya sabía que era un sí. No podía ser otra cosa.
Hay mucho de Teo Palacios en Ibn Abdun, una vida
reconstruida, una pasión por crear cosas hermosas, una travesía por el desierto
y muchas ganas de regresar para demostrar que los años de silencio le han
enseñado algunas cosas.
Hoy sale a la venta “La Predicción del astrólogo”. Una obra
valiente y trabajada. Escrita por un autor qie jamás pensó hacer otra cosa que no fuese escribir. Por eso es
una gran novela.
miércoles, 6 de febrero de 2013
Así vivimos
Los libros son caros. Las películas son caras. El teatro es
caro. Los discos… Los discos ya no los compra nadie.
Quizás yo no deba ser quien juzgue los precios de las cosas,
ya que ahora mismo casi todo está fuera de mis posibilidades, lejos de lo que
me permiten mis escasos ingresos. De cuando en cuando me doy un lujo y voy al
cine, tengo que elegir muy bien la película que quiero ver y si no me gusta me
siento profundamente estafada y, sobre todo, me siento pobre. Antes nunca salía
del cine pensando: “que manera de tirar el dinero”. Añoro esos días.
Estoy en una situación absurda. Por un lado me siento
afortunada, soy una privilegiada: me han pagado un adelanto por “La Corte de
los Espejos” y si lo estiro bien me sacará del apuro unos meses mientras espero
que las clases de narrativa que imparto acaben de despegar o a sacar otro libro
que me mantenga en la cuerda floja. No me quejo, tengo alumnos pero no puedo
hacerme buena publicidad, no me conoce nadie. Cuelgo carteles en las
universidades (que tengo que restar de mis ingresos) y uso las redes sociales
con pies de plomo, tratando de no convertirme en spam molesto que nadie quiere
leer. No puedo pagar espacios de publicidad, no puedo pagar a un publicista.
¿Sabéis por qué? Porque los publicistas no trabajan gratis. Nadie trabaja
gratis. No puedo llamar al fontanero,
pedirle que desatasque mi WC y luego decirle: “Bueno, no te voy a pagar, pero
te recomendaré a mis amigos y de paso has engordado tu curriculum. Esto es
bueno para los dos”. No puedo ir a la panadería, coger el pan y decir: “Le
contaré a todo el mundo que hacéis un pan estupendo, a ver si tenéis suerte”.
Eso me lo dicen a mí. A todas horas.
“¿Quieres participar en mi antología de relatos? No te puedo
pagar pero así te haces publicidad”. “¡Cómo! ¿Las clases de narrativa hay que
pagarlas? No me voy a apuntar, es que pensé que era un taller gratuito”. “Pues
en tu blog escribes gratis”. La gente está empeñada en que viva del aire, o
peor aún, considera que escribir solo es una profesión si eres periodista. Que
como esto de las teclas lo hago por gusto, no puedo ganarme la vida con ello. Y
es cierto, lo hago por gusto, pero quiero pensar que no soy la única
profesional con vocación. Y así vivimos los escritores, en un 95% de las
ocasiones, pluriempleados, robándole horas al sueño, a la familia, a los
amigos. Alegrándonos cuando recibimos un adelanto por una novela, aunque sea
mínimo, y aceptando con la cabeza gacha que en este país solo unos pocos
afortunados del olimpo de las letras tienen el privilegio de vivir de su
trabajo. A veces regalamos, mal vendemos nuestro tiempo y nuestro esfuerzo.
Así viven ilustradores, actores, músicos, bailarines…
Soñando que alguna vez pagaremos las facturas con la profesión que elegimos.
Luchando contra viento y marea con la excusa que se dan muchos frescos de que
la cultura debería ser gratuita. Ofreciéndonos bolos, espacios de exposición,
charlas… que no nos van a pagar pero que “nos darán a conocer”.
Y lo peor es que muchos aceptan. Y así vivimos.
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