lunes, 3 de marzo de 2008

Sobre una marioneta perdida y lo que dijo un espejo roto


En el mundo había dos cosas que nadie diría que se le daban bien; una era silbar y la otra sonreír. Lógico, puesto que Nicasia casi nunca hacia ninguna de estas cosas en público, una lástima porque pese a que la mayoría de las hadas piensan que tanto goblins como nockers carecen por completo de sensibilidad musical, lo cierto era que tenía muy buen oído y un talento natural para no desafinar que hubiese sorprendido a más de uno. Lo de sonreír quizás le salía algo peor, parecía una mueca más que una sonrisa propiamente dicha, pero le iluminaba la cara y conseguía que sus ojos parecieran más amables. Lástima que hiciera estas cosas muy, muy poco. Sin embargo, casi todos los lunes por la tarde, cuando por fin se decidía a salir del taller para dirigirse a su cuarto, Nicasia solía silbar algo alegre y su mirada era casi cálida.
Aquel lunes, como tantos otros entró en su estudio tarareando, se quitó los guantes, colgó el chaqué en el perchero que había junto al espejo, lanzó los tirantes a una silla y se acomodo en su viejo sillón de orejas, suspiró de alivio cuando por fin pudo quitarse el aparato ortopédico de la pierna y mandar los zapatos bien lejos. Cerca, en una mesita auxiliar aguardaban alineadas sus herramientas de tallar. Las estanterías de la habitación estaban cubiertas de marionetas y autómatas de madera, todos hechos por ella. Le relajaba, después de un largo día devanándose los sesos con un duro problema de geomántica, o tras una odiosa jornada mediando en absurdas intrigas políticas, no había nada mejor que coger un bloque de madera y darle forma durante horas, sin pensar en nada, mientras los problemas se quedaban al otro lado de la puerta. Luego cuando acababa una marioneta la hacía bailar en el aire con un hechizo. Si alguien la hubiese visto entonces se lo habría pensado dos veces antes de llamarla bruja malvada o cualquier otra cosa por el estilo. El día que nos ocupa, como mucho otros, Nicasia pensaba pasarse la tarde tallando, ya se había sentado y acababa de alargar la mano para coger la cabecita en la estaba trabajando, cuando se dio cuenta de que no estaba. La nocker se vio obligada a caminar a la pata coja por toda la habitación buscándola, no la había sacado de aquel cuarto y cada segundo que pasaba sin resolver el misterio se iba poniendo más y más furiosa. Finalmente tiró de una cadena dorada que había junto al escritorio varias veces con todas sus fuerzas. Suerte que no tenía demasiada, sino la habría arrancado. Al momento, Traspiés estaba abriendo la puesta visiblemente asustado.
-¿Ocurre algo Nicasia?-Pregunto sabiendo de sobra que algo pasaba
-¡No! Es que me gusta hacer sonar la campana! ¿Eres imbécil o has cagado el cerebro? ¡Claro que pasa algo! ¿Alguien ha limpiado hoy aquí?
-Que va, te llevaste la llave.
-¡Maldita sea mi sangre! ¿Alguien ha estado por estos pasillos?
El boogan se paró a pensar un segundo y finalmente negó con la cabeza. Nicasia maldijo en voz bajo y Traspiés decidió irse discretamente, antes de que la cosa empeorara. Por mucho que lo intentaba no conseguía reconstruir que había hecho antes de salir por la mañana. Finalmente puso la mano sobre un espejo que colgaba semi oculto en la pared y le preguntó:
-Ayúdame a recordar, despierta y habla cacharro del demonio ¿quien ha estado aquí hoy?
El espejó se nubló un segundo
-Solo tu entraste y saliste-Respondió una voz lejana y algo siniestra.
Nicasia se quedó pensativa, aquello era del todo imposible, entonces una idea pasó por su mente, más dolorosa que una cuchillada.
-¿Ha entrado algún animal?-Casi adivinaba la respuesta
-Un gato negro-Dijo el espejo.
La nocker gritó y le dio un puñetazo al espejo, miles de trocitos volaron por el aire un segundo, luego disciplinadamente volvieron a su sitio y la superficie del espejo recupero su aspecto, como si no hubiese pasado nada. Bueno había pasado, porque tenía los nudillos de la mano derecha hechos un asco, pero en aquel momento no parecía importarle demasiado.
-¡Dujal!¡Escoria felina!¡ Hijo de mala gata! Desdichado aborto de hada. Lo sabía, tenía que ser él, miserable montón de mierda, esta vez lo capo. Voy a librar al mundo de su descendencia. Hay que tener valor, menudo cabrón. Pues él se lo ha buscado.
Con estas hermosas palabras Nicasia volvió a ponerse su aparato ortopédico, recuperó sus tirantes y cogió del armario su trabuco y un viejo abrigo largo de cuero. Tocaba salir de caza.

1 comentario:

Violeta J. dijo...

Eh!! Ya conozco un poco más de Nicasia! Cómo mola!
Y me ha hecho sonreír: pobre gato negro... Espero que alguien lo avisara, jajajjaa. (icono silbando).
Hay magia!!! No, no me mires así, que yo no se nada de La Corte de los espejos. Solo sabía que estaba dentro de la fantasía, que no era infantil-juvenil (ni mucho menos), pero no sabía nada más.
Genial! Me ha encantado... Sigo con ganas de coger la novela, y cada vez con más ansia.
Besotes.