Cuando comencé a escribir este blog, hace casi dos años, no tenía nada especial en mente. Llevaba mucho tiempo escribiendo; relatos, cuentecillos, partidas de rol…chorradillas varias...Simplemente lo hacía porque me gustaba. Nunca me planteé algo mas allá de pasar un buen par de ratos dando forma a lo primero que se me pasaba por la cabeza.
Un día me puse a contarle mis batallitas de jugadora de rol a una amiga, yo tenía un universo propio creado a fuerza de partidas y un puñado de relatos cortos escritos en momentos de aburrimiento. Le pasé algunos de estos relatos y le gustaron. Fue entonces cuando, más por ella que por mí, me propuse escribir mi primera historia larga. Apenas llegaba a las treinta paginas y pero me enganchó a escribir, me sentía cómoda y el hecho de que alguien lo leyese me daba alas.
Decidí crear el blog y para mi sorpresa tuvo un éxito relativo que me animó bastante, entonces no me daba cuenta pero estaba naciendo algo más grande de lo que llegué a imaginar jamás y me estaba picando el gusanillo de la escritura de un modo peligroso. Empezaron las noches en vela, las horas pensando que sería lo siguiente y también empecé a darme cuenta de que algo fallaba, no lo estaba haciendo bien…un escritor es como un arquitecto; en su cabeza puede haber un edificio muy hermoso, pero si no es también un buen albañil y sabe como debe colocar los ladrillos va de culo. Y sinceramente mis ladrillos eran penosos. Había algo que no acaba de encajar pero no sabía que era, y no tenía ni idea de que hacer ¿Debía taparme los ojos y seguir haciendo mi edificio ruinoso? ¿Debía parar y tal vez olvidarlo para siempre? Fue una mala época, varias amigas muy queridas para mi dejaron de pasarse por el blog por problemas personales realmente serios y como las desgracias nunca vienen solas (las muy hijas de puta) mi situación laboral era una autentica mierda. Me sentía perdida. La frustración de descubrir que era una escritora mediocre, que lo que estaba haciendo era más grande que yo y que este año de esfuerzo no iba a ninguna parte estuvo a punto de poder conmigo. No sabéis la de veces que he estado tentada de mandarlo todo a la mierda. Escribir es algo agotador y solitario que consume mucho tiempo y energía. Era casi masoquista seguir a ese ritmo porque ya ni siquiera me hacía feliz.
Era hora de acabar.
A finales de verano estaba destrozada. Soy partidaria de que la procesión vaya por dentro, casi nunca cuento nada que no sea alegre o positivo. Mis problemas son míos y no veo la necesidad de poner a nadie en el compromiso de cargar con ellos. Además esta “neura de escritor” me avergonzaba terriblemente ¿Qué iba a contar? “¿Estoy triste porque soy una pésima escritora y creo que he estado perdiendo el tiempo?” No podéis negar que suena ridículo. No había escrito en meses, ni ganas. Tal vez si mi tío no me hubiese hablado del master en creación literaria que ofertaba para este año la universidad de Sevilla y mi madre no me hubiese animado a hacerlo, ahora mismo tendría el blog cerrado. Tenía tiempo, tenía el dinero, no hacia falta consultarlo con la almohada, era el último tren, solo quedaba subir o convertirme en una Penélope cualquiera al borde del anden. Pague una carisíma matricula y renuncié a quedarme en la cama los sábados por la mañana…
¿La verdad? La cosa no era lo que esperaba, los profesores nos mandaban escribir, pero no se leían ninguno de los trabajos, la mayoría de las clases eran una tomadura de pelo académica mal coordinada, llevada por gente que solo estaba interesada en salir del paso y quitarse de en medio. Los únicos consejos que escuchabas eran los de tus compañeros, gente maravillosa, llenos de talento y ganas. Recuperé el gusanillo pero ninguna clase me servía para resucitar el cadáver que era “La Corte de los Espejos”. Estaba por dejarme morir en el sofá y llorar mas que una tonta. Tuvo que venir un gallego desdé el frío norte a abrirme los ojos.
El otro día estuvo en Sevilla Manuel Loureiro, autor de “Apocalipsis Z” y dejó dicho que estaría en el vestíbulo de su hotel a las 9:30 dispuesto a tomarse una cerveza con cualquiera que apareciese por allí. Ismael se emocionó, él adora el libro y quería conocer a ese tío como fuese. La verdad es que me atrajo la idea, era un tipo que había empezado como yo, escribiendo un blog (solo que el suyo había triunfado como la Coca Cola y que él si sabe escribir), así que no tuvo que rogarme mucho, nos presentamos en el hotel. Esperaba mucha gente, una especie de firma de libros, algo de mucho follón, a fin de cuentas este señor ha vendido más ejemplares de su libro que el último premio Planeta. Pues no, de hecho literalmente éramos cuatro gatos, eso si, cuatro gatos la mar de simpáticos. Y Manuel Loureiro es super majo, una de esas personas que disfruta hablado y escuchando. Nos contó miles de cosas y nosotros a él. El caso es que en algunas cosas que contó me di cuenta de que no estaba tan sola como pensaba: lo de trasnochar para escribir, lo cansado que llega a ser, pasarse las horas encerrado en tu propio mundo delante del ordenador a base de cafeína… podía entender aquello. Me gustó mucho la experiencia porque sin que él se lo propusiese volvió a encenderme la bombilla. Recuperé la emoción.
El viernes pasado los alumnos nos levantamos en armas y le cantamos las cuarenta al director del curso para que se pusiesen las pilas y le dieran algo de nivel a las clases. “La Corte de los Espejos” será mi proyecto para el master, haré un buen esquema, reescribiré la línea temporal. Creo que puedo resucitarla. Al menos me veo con ánimos para intentarlo. Es más que probable que esta novela nunca llegue a ninguna parte, que nunca se publique (muy posible) o que se publique y pase sin pena ni gloria…¿Qué importa? Al menos estará hecha. Luego plantaré un hijo y tendré un árbol (creo que era así)
De todos modos gracias a los que seguís ahí. Porque sin vosotros yo habría cerrado el tenderete para siempre hace tiempo. No sé cuantos sois y no me importa. Somos cuatro gatos, pero muy bien avenidos. No hace falta más.
Y gracias Manuel, es mas que posible que nunca leas estas líneas, da igual. Gracias igualmente
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